MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de julio de 2018

INVENTO



                                                          COPACABANA HOY


De los grandes inventos de la humanidad, fue la rueda. Los primitivos (yo no los vi), le dieron con paciencia a la roca, hasta volverla esférica. Pero el cuento no es ese.
Lo que sí todos sabemos es que en los hogares de hace años no podía faltar la ‘piedra de moler’ en todas las cocinas en las manos de las amas de casa. Cuando el Adán y la Eva, se enfrentaban al cura y ambos decían: sí, padre; quedaban amarrados para siempre con el compromiso de no ‘poner en el monte’, esto es, no jugársela a la pareja. Lo primero que hacía el varón era ir al río o quebrada más cercana, a buscar una piedra que tuviera la forma y textura que eran indispensables.
Un acertijo se escuchaba por los caminos, trochas, en juegos infantiles y reuniones familiares: “María larga y tendida y su hija bailando encima”. Respuesta inmediata, ¡piedra de moler! Eso hace recordar, cuando la madre que ya había picado, tomates, cebolla ‘junca’, ajo, cilantro, achiote, buena cantidad de comino, le daba la bendición con gotas de vinagre sacado de cáscaras de piña que se guardaban en un frasco hasta fermentar; la mano, empezaba movimiento rítmico con la piedra de moler para ir mezclando los ingredientes que ya lanzaban a los cuatro vientos, ese olor inolvidable, que acrecentaba el hambre del más anoréxico de los mortales. El raspado que quedaba, la madre se lo untaba en pedazos de arepa a los hijos pequeños.
La bendita piedra, después de prestar su trabajo, se lavaba y secaba e iba a dar como cuña a una de las puertas que el viento hacía golpear. Tenía tantos oficios, según la imaginación. El gato lo sabía bien. Cuando oía machacar, estaba presto a maullar envolviendo la cola, esperando pedazos de ‘ñervo’ o el marido que encontraba a su media naranja, salida de tono, con la piedra en la mano; regresaba por donde entró sin emitir palabra, yéndose a pasar la noche junto al perro, que al verlo le meneaba la cola; ambos sabían que Dios mandó a huir del peligro; sobre todo él, que era el ‘limpiapiedra’ de la casa paterna.


Alberto.

miércoles, 11 de julio de 2018

POR FIN


EN FAMILIA

La vida hogareña se había convertido en un infierno. Le decía antes de irse al trabajo, cuando llegaba y en los fines de semana con mayor intensidad: “no me he podido amañar ni un solo instante en este barrio; sácame de aquí antes de que me dé una trombosis”. No le faltaba sino arrodillarse. Le decía de buenas maneras; le subía el tono al igual que doña Ramona, la esposa de don Pancho, el de tiras cómicas.

Cogía al niño pequeño entre los brazos, para mostrarle que él, todos los días estaba más flaco, que seguro, era por el aire viciado que provenía de la esquina, lugar preferido por los fumadores de ‘maracachafa’. Trataba de darle celos, al contarle las miradas lascivas del tendero, lo mismo que Cornelio el de la carnicería, cuando iba a comprar el ‘diario’. Lloraba a moco tendido, contándole la forma en que la observaban las viejas chismosas que salían de misa y que ella, alcanzaba a escuchar el murmullo cuando la deshollejaban, especialmente de la parte que la espalda pierde el nombre. El marido nada de nada.
No existe algo que no tenga su fin. Un viernes en la noche, llegó el esposo, con muchos tragos demás: mija empiece a empacar, que mañana por la noche, nos vamos. Mientras el marido dormía la rasca, cantaba al son del radio, movía las caderas llevando el compás de música costeña; se deslizo hasta la cocina para apagar las velas que le había prendido a cuanto santo le manifestaron que hacía el milagro de sacarla.
Estaba tan contenta con el trasteo, que no preguntó para donde iban. En un hueco sintió que algo cayó al suelo; miró y alcanzó a ver al corazón de Jesús hecho pedazos en medio de la vía. No dijo nada y con la punta de la blusa, se enjugó una lágrima.

Alberto.