MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA PRIMERA SUEGRA.

A la espera del médico.

“El arte del extrañamiento: una manera nueva de mirar lo que ya vimos” (Ricardo Piglia)

T
enía cómo su segundo hogar, la casa de los Correa Cadavid. La infancia transcurrió entre juegos, idas a cine, viajes a la capital hasta el estadio; juntos se iniciaron en el fútbol; no faltaban los paseos de olla y hasta la ‘locura’ de formar un conjunto musical con instrumentos que hacían con ingredientes caseros. Uno de los padres, les llamaba “Las Mancornas”. Amistad que ha sido más que una hermandad.
De niños viajaban diariamente hasta la casa de la abuela materna, para traer desde allí, una de las comidas típicas de Antioquia extraída del maíz. La mazamorra. Lo bueno de aquello, era que les permitía sentarse en los cómodos sillones de la amplia sala, para ver programas de televisión, pues en sus casas, ese aparato, no existía ya que apenas estaba entrando a blanco y negro en los hogares del pueblo. La morada de la abuela estaba conformada por una recua de hombres, solo la menor era una niña. En la penumbra, se encontraban las miradas de los dos adolescentes. Ella inocente, tiernamente agachaba la cabeza y, él, sentía un delicado cosquilleo que lo hacía sonreír. Diariamente era lo mismo. Al despedirse con un suave apretón de manos, notaba que la niña palidecía y una mueca de nostalgia embargaba su rostro. Seguramente, en el suyo, algo semejante acontecía. De aquellas idas y venidas ingenuas, fue brotando un cariño especial entre los dos mancebos que ya no podían ocultar y la primera en notarlo, fue “Pachita” la abuela del amigo. Comenzó a ir cambiando su actitud y ya el recibimiento no era con beneplácito con el compañerito del nieto, sino de desagrado y cuando notaba que su hija miraba al furtivo pretendiente, la llamaba hacia la parte de adentro, de dónde salía con los ojos llorosos y con una actitud vaga e indiferente. Echo que lo hizo no volver hasta la inmensa casa enchambranada.
La buena señora, no lo volvió a mirar cómo el mejor amigo de su ni
A la Grandeza.

La buena señora, no lo volvió a mirar cómo el mejor amigo de su nieto, sino como el sinvergüenza que quería arrebatarle la hija de sus entrañas, comenzando una persecución para evitar a toda costa que pudieran encontrarse a escondidas, para ello, pagaba a vecinos, a otros nietos o a las mismas compañeritas de colegio, para que la tuvieran informada de los pasos de su niña; aquello hacía, que el amor se acrecentara entre los dos enamorados platónicos, que para disfrutar de un rato en compañía, creaban las más astutas formas para esquivar el espionaje. De aquella suegra pasaron otras que al igual, jamás le mostraron simpatía; era una rara aversión. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

MIRTO.

Mirto en el año 1960
“Ámame como quiere su ambrosía en el jardín la flor; como ama de su voz la melodía festivo ruiseñor” (Ricardo Palma)

E
ra la bella madre la que siempre le daba el nombre al cachorro, cuando hacía su aparición en el hogar. El niño, estaba detrás de la preñez de la perra de los Arango. Animal con algo de la raza Pastor Collie y padre de gran alzada cuidador de ganado. Cuando hizo su entrada, el padre le advirtió que era un animal que no iba a caber en la casa por el tamaño de las patas. Ya no había nada que hacer. Se vino el bautizo. La progenitora, seguramente, empezó a leer en su mente nombres y…de un momento a otro, dijo: se llamará Mirto. Nadie rechazó y el perro lo aceptó de buena gana. El nombre brotó, debido a que en la radio, pasaban una radio-novela de moda en que, la figura principal era un valiente combatiente que luchaba contra el mal, llamado Milton el Audaz y ella, lo confundió con Mirto, pero que importaba ya era parte de la familia. Mirto, es una forma de llamar al árbol arrayán, que en Antioquia es apreciado y al que le han hecho homenaje en el pentagrama musical con bellos versos.
Cada día crecía volviéndose hermoso en su constitución, pero lo que sobresalía, era el pelaje, sobre todo la cola; la gente cuando lo miraba, quedaba encantada; eso hacía que cuando salían de caminada por las orillas de la quebrada el niño sentía que el orgullo no le cabía en el cuerpo. Jugaban a las escondidas dentro del hogar con un alboroto que perturbaba la tranquilidad, los padres disfrutaban al verlos tan alegres y radiantes. Así pasaban las horas, los días y los años. El niño se volvió adulto, los padres se envejecieron al igual que el can, las jornadas se apaciguaron, todos parecían envueltos en meditación de un porvenir incógnito a que el tiempo los iba arrimando. El amor se hacía más fuerte y los lazos se apretaban en nudo ciego para no permitir que los cuerpos se desparramaran de esa unión. La vida es efímera. Cuando menos se piensa, se marcha para buscar inmortalización.

Francisco Mejía Arango

Un día, el corazón falló al anciano padre. Del hogar se fue la batuta. Las lágrimas inundaban los corazones y el paisaje se oscureció hasta tal punto, que Mirto debajo del féretro, sacó desde sus ancestros del lobo, el aullido más melancólico, llenando el espacio de un cortante y desgarrador adiós al viejo que acariciaba en las tardes su exuberante pelaje e introducía en la boca, migajas de pan, brindadas con amor. No aguantó por mucho tiempo la ausencia del patriarca y él, también se marchó, para buscarlo dentro de las tinieblas.   


miércoles, 13 de noviembre de 2013

DESAGRADECIMIENTO.

Amor por lo alto

“La vida no echa a nadie, la vida hace funcionar a la gente” (Joe Frazier)

L
a madre da a luz en el lugar que la albergó; la criatura debe amar infinitamente el vientre que le brindó estadía y el pedacito de tierra que antes de nacer transitaba adherido al vientre gestor de esa nueva vida. Lo caminaba mostrándole los paisajes, las cristalinas aguas que descendían desde la alta montaña, los pájaros que se embelesaban en la ingestión de frutos colgados de los árboles, el río que cruza partiendo la población en dos, igual que serpenteante culebra; que escuchara el habla de los campesinos con el español antiguo y siguiera de ellos la honestidad resguardada debajo de los pliegues de una ruana; que fuera conociendo los instrumentos de labranza, con los que destajan la tierra para hacer brotar el alimento que regado con el sudor, es nutritivo igual al que Dios dio al pueblo de Israel con el Maná. Le mostraba en el recorrido, la camándula con que la abuela, reunía a su alrededor a toda la familia, para rezar el Rosario, plegaria que llega hasta el Creador y que hace, que siempre permanezcan unidos, a pesar de las dificultades que pongan zancadillas en el recorrido de la jornada de la existencia. Le iba mostrando con la suavidad que dan los besos, que no hay nada igual que el amor, para sentir, el placer infinito de un mundo lleno de belleza y que con él, no se encuentran puertas cerradas. Es la llave maestra para abrir el odio, la falsedad, la tiranía, el desamparo, la soledad, el abandono y es la mejor manera de llegar a Dios.
Le llevaba sin mostrar cansancio a tantos lugares, para cuando sus pasos se posaran por la heredad, no extrañará y estuviera habituado a los vaivenes de la inestabilidad e inconstancia del humano. Qué ningún golpe artero le mancillara el alma y atravesara campante los vallados puestos en el recorrido, sin conocer el odio o la envidia y continuara siempre haciendo el bien, que era la forma liviana para no sentir culpas ni cansancio al dar el paso a lo desconocido. Ella, se sentía agradecida con el rinconcito en que engendró una nueva vida y que hizo que todo fuera posible.
La 'chiva' por dentro

Y…a pesar de la descripción, son tantos los que olvidan. Crecen y no recuerdan que anduvieron en el vientre de la madre por los parajes que componen la geografía de la patria chica; que fueron alimentados sobre algún barranco de la topografía cuando la progenitora, sentía el llamado del hambre del hijo. Qué allí, entre las vetustas paredes del aula escolar, inició el aprendizaje del saber, en la voz cansada y extenuada de un maestro responsable, que lloraba de alegría al ver que el alumno había pasado los exámenes con cinco admirado. La ingratitud es innoble y sólo habita en las almas depravadas.    

miércoles, 6 de noviembre de 2013

REMOQUETES

Carro de escalera foto el COLOMBIANO.

“Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena.” (Ana de Austria)

Creo sin temor a equívocos que la manida costumbre, de cambiarles el nombre de pila a las personas, es tan antiguo como la misma humanidad. Se dice, que es un síntoma de mala educación y lo creo a pie juntillas y lo juro hasta con los dedos de los pies.
No hay un lugarejo, comarca, vereda, pueblo o ciudad, en que no existan los sobrenombres para distinguir a un comarcano, que desde que empezó su vida activa, un familiar, amigo, enemigo y hasta los propios padres, les entró el embeleco de rebautizarlo; ya sea, buscando algo tierno para matizar los encantos de la criatura, burlarse de un defecto conque la persona le dio por asentar sus reales en estos andurriales herencia de Adán y Eva o por la maldita envidia, que es la madre de los odios.
En la Tricentenario Copacabana, fundación del conquistador español Jorge Robledo, nacieron tantos apologistas de los remoquetes, que creo no existía una sola persona que estuviera libre de seudónimo. Un conductor murió y en el cartel de invitación a las exequias pusieron el nombre de Antonio Zapata, como sabían que nadie con ese nombre lo distinguiría, le agregaron, alias Lao. El entierro fue masivo. La ‘pila bautismal’ o ‘universidad de los sobrenombres’ estaba ubicada en todo el centro de la plaza. En el lado nororiental, junto a las cantinas y debajo de palos de mango, tenían sus asientos los ayudantes de carro (fogoneros), a quienes toda la población les tenía pánico por irrespetuosos y malandrines. Las 7 plagas de Egipto, eran una reunión de madres de familia. Para ellos no existían damas, un joven bien vestido era homosexual (marica en boca de ellos), a los perros, les adaptaban tarros de galletas en la cola. Muchos murieron por ese motivo. Los ancianos y pordioseros fueron blancos de sus tropelías. Eran un cardumen de diferente rango. Blancos, mestizos, altos y bajos.
Sol ardiente de medio día
E
ntre ellos existieron: los pate-pinche, patelana, ñaño, vapor, cristo viejo, grano de oro, cusumbo, chepo, veterina, la sorra, los medallas y muchos más que a la vez que hacían sus desafueros, se iniciaban en el manejo de vehículos, para con el correr del tiempo, posesionarse como los nuevos conductores del transporte de carros de escalera. Esa caterva de antisociales rodaba por la carretera que conduce a Medellín, puestos por primera vez un par de zapatos a la velocidad de la luz, haciendo sonar la sirena, cuando pasaban enfrente de la que próximamente sería la madre de sus hijos.      


miércoles, 30 de octubre de 2013

TANTO, QUE LO ENLOQUECIÓ.

Obesidad en reposo.

“Los ordenadores son inútiles, sólo pueden darte respuestas” (Pablo Picasso)

E
l viejo taita en su sabiduría bucólica decía: “de eso tan bueno, no dan tan bastante”, cuando alguien ofrecía algo espectacular que de seguro no podría cumplir o era matizado por un mentira.
Ese compañero de los años mozos, fue siempre un amigo sin dobleces; su nobleza era igual a la del perro. Estaba siempre en el momento oportuno, para brindar de sí, la ayuda sin que esperara la retribución. Hace tanto que partió y está intacto como las esculturas romanas en el recuerdo y en la gratitud del corazón.
Había algo en él, que lo incitaba a la afición del licor. El dios Baco monopolizaba los instantes de soledad abrazándole igual que una amante. Su vida disipada, hizo que alguien, le acomodara el remoquete de “El Bohemio”. En la familia numerosa apareció un hermano mayor, que desde joven, tomó los hábitos sacerdotales y siempre permanecía lejos por mandato de la Curia; cada vez que podía, visitaba la casa paterna. Daba consejos a los antiguos amigos descarriados, oficiaba misa a los vecinos del hogar, reprendía a las mujeres por el modo impuro de vestir y algunas tardes, jugaba al fútbol en la cancha Camilo Torres con compañeros del colegio San Luis.
Por el tiempo de Semana Santa y sabiendo el comportamiento de su hermano menor, empezó una rutina diaria de subir a un monte cercano con él, para tratar de enderezarlo y con la Biblia en la mano le hacía prédicas para hacerlo reflexionar, tomara el camino correcto para llegar a Dios. Lunes, martes, miércoles, fueron copados en largas tardes de oración, reprimendas, versículos y al jueves…El Bohemio, estaba dándole vueltas al parque en un círculo vicioso, sin contestar los saludos de los amigos, a grandes zancadas caminaba por los andenes del atrio, la mirada estaba perdida y no se posaba en un punto fijo.
El kiosco actual de Copacabana.
 Había perdido la razón. La sonrisa que lo acompañaba en la faz bonachona, se convirtió en un rostro duro e inexpresivo u otras oportunidades, se le veía, como si lo que deseara fuera romper en llanto. Los que fuimos sus amigos, sentíamos en el alma, el cambio brusco a lo que lo llevó el hermano cura irresponsablemente, que le introdujo en la mente a un dios castigador y vengativo, cuando Dios es amor y comprensión.
La siquiatría lo trajo de nuevo a la realidad sin quedar secuelas y Celia Cruz con su: “Sopita en Botella”, le hizo ver que era el mejor bohemio entre los amigos que lo amamos. 


miércoles, 23 de octubre de 2013

¡QUÉ SORPRESA!

Venta de chorizos en Santa Elena.
“Es una suerte que cada generación no comprenda su propia ignorancia” (Charles Dudley Warner)

Habían llegado personas de otros horizontes a ocupar la casa y del carro de trasteo iban bajando enseres de calidad, aquello mostraba que los nuevos inquilinos, eran personas adineradas, o, como se decía, acomodados. Pronto los vecinos les dieron la bienvenida y el barrio acogió a los tres nuevos integrantes. Padre, madre y una hija, un poco mayor que nosotros.
Estábamos para aquella calenda, en el inicio de la conflictiva pubertad. Cada uno, le quería arrastrar el ala y ganarse la admiración de la dama; ella, tal vez con más conocimiento en los ajetreos del requiebro amoroso, no se decidía por uno especial y compartía su compañía por igual, hasta en juegos infantiles que ella misma proponía y que los mozos hacía tiempo habían abandonado. Disfrutaban bajo la sombra de la noche y con esa brisa acariciadora de: esconde la correa, que corra el reloj, que pare. Se venían las penas al perdedor. La alegría cautivaba a los jugadores, mientras una que otra mirada furtiva se dirigía al escote de la nueva compañera, que deja ver unos senos abultados y requemados por el sol. Ella, percibía esas miradas lascivas y las apaciguaba sensualmente con una sonrisa, quizás burlona y el juego continuaba hasta llegar la hora que los padres les habían asignado para regresar al calor del hogar, esperando ansiosamente la llegada de un nuevo atardecer.
El padre de ella, tenía un carro de transporte de novillos, que se traían del Bajo Cauca. Nuestra nueva amiga, viajaba con frecuencia con él, pero no regresaba; decía la madre, que se quedaba en una finca de propiedad de ellos, dedicada a la cría de ganado de engorde. Todo lo vimos como algo normal. Pasado un tiempo, aparecía con la piel bronceada por los rayos del sol de una región ardiente, risueña y presta a continuar con nosotros, los juegos que se habían convertido en algo rutinario.

Luna del 17 de octumbre después de la muerte de mi perro.
Algunas noches se cambiaba el programa y aparecían los coros cantando canciones románticas que estaban de moda, que ella, se sabía a la perfección. Todo era tan bueno, sencillo y amable que no se puede olvidar.
55 años después, uno de los integrantes de aquella escena juvenil, en una conversación, me cuenta en mucha reserva: “¿Te acordás de la ‘monita’ pecosa conque jugábamos y qué, nos deslumbrábamos con sus senos? ¿Aquella hija del transportador de ganado? Sí, ¿qué pasó con ella? ¡Era guerrillera!
Por fin supimos el motivo de sus prolongados viajes…    


miércoles, 16 de octubre de 2013

GUSTO NO COMPARTIDO.

Una buena madre y sus dos hijos.
“El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.” (Eleanor Roosevelt)

E
l anciano padre, hombre de estrato campesino y por ello, incompatible con la desidia, aunque estaba pensionado, se sentía incómodo en el hogar; pensaba que aún era productivo. Él, estaba siempre ayudando a la esposa en los quehaceres rutinarios, sabía que una mujer sola, le era imposible desempeñar el oficio y que tanto maltrato terminaría por desgastarla físicamente…cómo la amaba entrañablemente, ahí estaba para ser su brazo derecho. Ese comportamiento lo enseñó a los dos hijos para que en el mañana, tuvieran presente, que la mujer no era una mula de carga. Pero quería emplearse en algo que le brindara unos pesos más para mantener en buena forma el hogar y no existieran efugios económicos. Para colaborar con la consorte, tenía toda la mañana, pues, era un buen madrugador.  
Fue empleado en la fábrica IMUSA, empresa de fabricación de implementos para el hogar en aluminio y plástico en que trabajaba un buen número de personas de Copacabana. Cuando le tocaba turno en la noche, se le llevaba los alimentos en portacomidas que la esposa con amor preparaba para “El viejo”, forma cariñosa del trato, que mutuamente se daban. Siempre el padre, dejaba a su hijo el ‘sobrado’. ¡Qué era aquello! Es imposible e indescriptible, de narrar lo que se sentía con aquel bocado, dejado con amor por el patriarca; el sabor, parecía provenir de la infinidad del cielo, un maná antioqueño con el que se atragantaba debajo de la sombra de un árbol, saboreándolo con infinito placer.
La empresa había dispuesto para comodidad de sus trabajadores, un comisariato en el que entraba la matada de novillo y cerdo. Todo asequible para el personal por los bajos precios. Una tarde llegó como de costumbre con la portacomida; al abrir el padre aquella enorme puerta, escuchó a lo lejos el aullido lastimero de un animal.

El viejo padre en sus últimos años.
Su corazón se agitó de tal forma, que creyó se saldría del lugar asignado dentro de su cuerpo. Sentía que los mugidos a cada segundo se iban debilitando, hasta ser cubiertos por un silencio sepulcral. Pensó que estaba muerto, rodeado de una mancha de sangre, de esa sangre que antes le daba vida y que ahora se había escapado por la herida causada por el matarife ¿acaso sería justo?
El viejo lo invitó a que pasara a ver el grotesco espectáculo. Jamás papá. Entre su turbación alcanzó a oír: “Mijo, usted si es bien poco novelero.”