MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

jueves, 23 de abril de 2009

El teatro Gloria del pueblo.

Ya estábamos como en tercero en la escuela Urbana de Varones y, nuestros padres nos dejaban ir a matiné los domingos. El teatro estaba ubicado cerca de nuestra escuela o sea que pasábamos por el frente, en donde los dueños, después de una inmensa puerta de hierro, colocaban en carteleras de madera rústica las fotos de la próxima película para los niños. Cuando sonaba la campana que nos indicaba que podíamos salir para nuestras casas, en vez de tomar el camino hacía ellas, salíamos como almas que lleva el diablo directos al teatro Gloria; nuestras miradas se iban expectantes a las fotos de las cintas que pasarían a las personas mayores en las horas de la noche. ¿Por qué? Nada más, porque allí estaban expuestas las de hermosas mujeres dándose besos con el galán de turno; nuestros ojos se querían salir de las órbitas. ¡Eso era mucha maravilla! ¡Que bueno será ser mayor para ver a esas "lapo" de viejas!
Por las noches se soñaba con: María Félix, Ana Berta Lepes, la bailarina "Tongolelé", Blanca Estela Pavón, Amanda del Llano , Marga López y tantas otras estrellas del cine mexicano que a nuestros mayores los dejaba con la boca abierta y a nosotros nos proporcionaba tantas incógnitas, que sabíamos no podríamos resolver. Después de un buen rato, nos transportábamos a la realidad, en la cartelera en dónde estaba nuestro cine del domingo, encontrábamos con grandes letras a color: "Yo maté a Rosita Alvirez", con Luis Aguilar, nos mirábamos y sabíamos que no podíamos faltar. ¿Pero estarían nuestros padres dispuestos a darnos dinero para poder entrar? Eso había que verlo. Toda la semana nos pasábamos tanteando a nuestros progenitores: les hacíamos los mandados, rezábamos el Santo Rosario con devoción, no peleábamos con el hermano, nos acostábamos temprano, no les dábamos en esos siete días ni un solo disgusto, eramos en verdad unos "angelitos" del Señor. Pero se aproximaba la hora de la verdad. El sábado que no teníamos que axistir a clases y que nuestro padre trabajaba solo medio día, le salíamos al paso y con astucia del niño, le poníamos en sus manos la angustia de que estábamos poseídos: ¿Padre, nos vas a dar el dinero para ir al cine este domingo? Pasaban unos minutos que parecían horas en dar la respuesta. ¿Mijo, cuanto es que vale la entrada? Ya se sabía que habíamos ganado y que estaríamos en palco en el teatro Gloria, que comeríamos chorizo con pan antes de que Luís Aguilar comenzara a cantar, montarse en su caballo para perseguir a los malos y nosotros a gritarle: cuidado con el que está detrás, pero no, él ya lo había visto, se oye un disparo, el hombre cae muerto.
Así pasamos por largo tiempo hasta terminar nuestro período estudiantil en la escuela Urbana de Varones, haciendo con nuestros padres el mismo chantage para poder asistir al cine en el teatro Gloria, en dónde dejamos tantas alegrías que el corazón guarda para siempre encubiertas por los años.

sábado, 11 de abril de 2009

UNA ANTIOQUIA GRANDE.

Horizontes: cuadro de Francisco Cano.

En el video del Valle de Aburrá, se muestra lo Bello de Medellín, la capital del departamento de Antioquia en la Rèpública de Colombia y los municipios que conforman el Área Metropolitana; nuestra tacita de plata, es bella, acogedora, en una palabra: es todo un ensueño.
En los recuerdos de mi infancia, quedan por siempre en mi memoria el amor que nos infundieron: Padres, maestros y todos los familiares, al amor que debíamos tener a nuestro terruño. Se nos hablaba de hombres ilustres nacidos en estas montañas, que son nuestro orgullo, se nos decía, que era como nuestra segunda madre y así, la aprendimos a amar. Cantar su himno nos llenaba de recogimiento.
Un antioqueño es un ser singular. Hecho para el trabajo, los negocios, el comercio, para amar la familia y sobre todo a la madre, que es su ser más grande entre todas las cosas del mundo. No hay paisa que no quiera ser rico y para ello, hace lo que sea. Bebedor de aguardiente, poeta, exagerado, amante de dichos y refranes, mamador de gallo y le encanta la música, se va detrás de un tiple hasta donde sea.
Del antioqueño y su comportamiento, han hablado y escrito personajes de la talla de Antonio José Restrepo (Ñito), Manuel Uribe Ángel, Tomás Carrasquilla, Efe Gómez y tantos otros, que no acabaríamos núnca.
El antioqueño, ama su carriel, cómo a su propia vida. Sin él se siente desprotegido; en el guarda de todo: dados, naipes, barbera, carta y cachumbos de la novia, tabacos, yesquero, ilusiones y el alma.
Un paisa, te saluda y de inmediato te brinda su amistad; si le preguntas una dirección, es capaz de llevarte hasta el sitio. No le pueden faltar los frisoles, la mazamorra y su arepita, si después de lo leído, lo quieres conocer, ven, ésta es tu casa, pasa, están las puertas abiertas.

viernes, 10 de abril de 2009

jueves, 2 de abril de 2009

EL VIEJO DOMINGO.



Salia de la escuela de don Jesús con la maleta de útiles, Bolas (canicas), trompo, la ropa sucia de jugar y la melena revuelta. Me dio por mirar a la acera del frente cuando llegaba a la esquina. En un cuarto, no muy grande en donde se hallaba la carpintería de don Domingo. Domingo lo llamaron siempre y jamás conocí su apellido. Era un hombre de complexión robusta, gafas apoyadas en la punta de la nariz, sombrero de fieltro verde claro para el laboreo y azul, para estar en compromisos de importancia, estaba colocado en su cabeza al estilo de Carlos Gardel. Lo que siempre me pareció extraño, fueron sus pies, que debían ser muy gordos, pues así se notaban en el ancho de los zapatos. El color de su piel era como la de cualquier mestizo en nuestra patria, su cabello cano y ojos color miel. En la puerta del frente del cuarto se hallaba nuestro hombre sentado en un taburete que estaba recostado a una de las alas y como siempre dormido, esa soñolienta lo caracterizó siempre. se podría decir como en el refrán: "Se dormía cuidando un tigre". Así en brazos de Morfeo se le encontraba en las bancas de la Iglesia cuando asistía a misa, en los partidos de fútbol en la cancha Camilo Torres; roncaba en la películas de Jorge Negrete o Pedro Infante, a veces creo que no murió, más bien se quedó dormido.
Trabajaba en su carpintería con una lentitud que crispaba los nervios a quienes de alguna forma ocupaban sus servicios, pero lo que todo el pueblo le admiró fue su devoción por acompañar al cementerio el cadáver de cualquier persona fallecida, a él no le importaba de quien se trataba siempre se ponía sus mejores galas al primer toque de las campanas cuando sonaban a duelo. Allí estaba Domingo. Jamás se supo de aquella actitud, pero se podía imaginar, que se tratara de dar cumplimiento a las obras de misericordia, "enterrar a los muertos".
Para mí, el viejo Domingo, fue todo un misterio. Jamás le conocí mujer, ni familia, ni vicios, pero lo que siempre he creído es que el nombre, fue bien puesto. El domingo se hizo para descansar y ¡Domingo, así lo atestiguó!