MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

jueves, 26 de noviembre de 2009

...QUE LAS HAY LAS HAY.


A uno le suceden muchas cosas en los bellos años de la juventud. Por allá en el año de 1961 en Copacabana el pueblito en que me crié, se vivía apaciblemente, todo era calma. Me gustaba mucho ir a ver películas al teatro Gloria. Se encontraba uno con sus amigos y se divertía de lo lindo. Una que otra mirada a aquella niña que le tocaba a uno el corazón, pero que sus padres cuidaban como un tesoro y cómo era de bello ver que ella con disimulo devolvía gentilmente el requiebro, el sentimiento es difícil explicar, pero de verdad que era todo un acontecimiento y que se quedó para siempre flotando en el recuerdo y que a mi edad, depara una que otra lágrima. Los viejos somos así.
De mi casa al teatro existen unas nueve cuadras, que tenía que recorrer después de terminada la función, no siempre las noches estaban acompañadas de fulgurante luna, algunas las tenía que emprender con alocada carrera para mojarme lo menos posible. No habían para aquel entonces atracos, se encontraba en cambio muchas personas que nos daban el saludo y uno que otro borrachito que sin conocernos nos deseaban las buenas noches; había armonía entre los hombres y el respeto mutuo reinaba en el ambiente. La película comenzaba a las 8 p.m y estaba uno saliendo 11 o un poco más tarde.
Una noche salí como de costumbre y tomé el camino a mi hogar, todo hasta allí iba muy bien. Abrí la puerta, llegué hasta mi alcoba y me acosté. De pronto sentí que me pasaba por encima de la cara un animal volando, por su aleteo parecía de gran tamaño, de inmediato encendí la luz y para mi sorpresa, no había nada. Me paré de la cama, miré por debajo y nada; por los rincones y lo mismo, ningún animal y era que no tenía porque existir, no tenía por donde pasar ni por dónde salir tan fácil y rápido. Estoy muy lejos de aquel in suceso que marcó mi vida y que no conté a nadie por el temor de que me dijeran que era un mentiroso embustero o que buscaba con eso. Hoy se lo he contado a mis hijos, esposa y nietos ¿y que he logrado? unas sonrisas y nada más. Cuando recuerdo este pasaje de mi vida, me estremezco y sigue aleteando en mi interior la duda. ¿Sería un animal o algo más?...

lunes, 9 de noviembre de 2009

DOLOROSO RECUERDO.



Panorámica de Copacabana


Estando estudiando en la escuela Urbana de Varones en el año de 1951 y como de costumbre se celebraba el día de la raza. Aquel día no asistiría en comunidad al desfile, porque estaba incapacitado. Además del descubrimiento de América, en esa fecha, en la escuela de niñas se inauguraría por el alcalde, el cura párroco, entidades políticas, policía y la sociedad civil, un busto del libertador Simón Bolívar en todo el centro del patio principal.
Todo se haría con la mayor pompa. Los alumnos llevarían antorchas de colores, el colegio San Luis marcharía por las calles al compás de los acordes de la banda marcial; el cura y el alcalde, se dirigirán a los asistentes haciendo una apología al prócer de la patria, pero antes de descubrir el busto, un agente de la policía con su fusil, hará una descarga para darle la majestuosidad que el echo se merece.
La tarde estaba tranquila y fresca y nada hacía presagiar que algo malo podría pasar en la tranquilidad del poblado.
Mis amiguitos Fabio y Miro Montoya (primos), llegaron hasta mi casa y juntos nos dirigimos al parque con el fin de ver pasar el desfile. La banda del pueblo tocaba música colombiana y nuestras melenas se movían al compás de la brisa que descendía de las montañas, sonreíamos inquietos y por entre los mayores nos fuimos colocando cerca de dónde se descubriría el busto de quien había luchado por darnos la libertad. Todo era normal hasta que sonó el disparo. Miraba como la gente corría, no entendía el porqué. Fue cosa de segundos. Asustado miraba como muy cerca caían personas, todo era confusión. Vi en mi susto cómo el joven que tocaba el bombo de la banda del colegio, Jesús María Quintero a quien todos llamaban colorete, por sus cachetes colorados, se iba callendo con su instrumento dando saltos. No entendía nada, pero comencé a correr y en mi alocada carrera tumbaba todo aquello que me encontraba en mi camino. El pueblo estaba a oscuras, se sentía un olor a carne chamuscada. Se oigan gritos de dolor y angustia. No sé cómo ni cuando desperté de la pesadilla arrodillado y rezando en el patio de una casa. Al asomarme a la puerta que daba a la calle mis ojos desorbitados veían entre sombras cómo alzaban personas a una volqueta para llevarlos a la ciudad de Medellín.
En mi casa me esperaban muerto y todo porque mis dos amiguitos habían sido electrocutados por la primaria que el policía había tronchado con el disparo. Hoy todavía no me explico como no quedé ni levemente herido o mejor dicho sí. Dios siempre me ha cuidado y me ha llevado por caminos seguros.
De aquel suceso trágico murieron 10 personas y otras tantas quedaron con defectos físicos. El entierro se realizó conjuntamente entre llantos de un pueblo que para aquella época sentía el dolor ajeno como propio y que jamás podrán olvidar.