MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

EL NUEVO AÑO

En la tranquilidad del hogar

A través de los años de éste Blog, se han ido capturando del ayer, momentos vividos con sus alegrías, penurias, arrullos en la paz familiar, exaltación del campesino; la delicadeza de la mujer de épocas dorada, el respeto a los padres y el acatamiento a las personas mayores. Se ha ido haciendo un dibujo, con líneas de recuerdos para que, no mueran en el olvido, ante la convulsión de un hoy, subyugado a la tecnología, que aprovechó el espacio dejado por los padres, para a hacer del hogar un recodo de entes inpensantes e improductivos, acumuladores de soledades.
Se han dejado por estas cuartillas, el sabor a lo añejo, el disfrute de juegos por las calles de la centenaria Copacabana; se han puesto en escena las aventuras cuotidianas de párvulos cargados de expectativa, de los insipientes amores ante la belleza de las colegialas con su boina ladeada y el vestido azul y blanco. Se le dio vida al templo y se le puso sonido al repique sonoro de las campanas; la palmera se refugió agitada por el viento entre estas trincheras como un símbolo y el kiosco se llenó de palomas y trinos, para matizar la armonía del recuerdo. La cristalina quebrada, trajo murmullos desde lo alto de la cordillera y sus aguas sobre la planicie, en el charco de las añoranzas quiméricas, de un viejo agradecido del pasado.


Mi padre en el comedor de su casa

   Sé ha ido difundiendo en otras latitudes, hasta países, qué mi mente jamás soñó. Seguramente lo leen, coterráneos emigrantes que salieron un día, en busca de oportunidades y allá echaron raíces y estos escritos, les proporcionan el reencuentro con la patria, que la distancia no alcanza a borrar del corazón. Otros, pueden ser, pertenecientes a otras idiosincrasias  amantes de conservar las tradiciones y no quieren que las pisadas del tiempo las destruyan. Sea como fuere, saber que en la lontananza existen personas, que posan sus ojos sobre unas líneas bañadas de sinceridad, son acreedoras de gratitud. Sea el momento, para desde el corazón, desearles un nuevo año de felicidad. Un 2015 lleno de paz y prosperidad.         

miércoles, 24 de diciembre de 2014

NATIVIDAD


Guacamayo

 Se complacían los niños con aquel resplendente amanecer, conque los astros se ponían de acuerdo, para dignificar el advenimiento del hermoso niño que entre dificultades y humildemente con las pajas de un pesebre, nacería para iluminar la humanidad. Ellos, muy poco o nada, sabían de esa historia atiborrada de sufrimientos y persecuciones, menos, que San Francisco de Asís, fuera el creador de la tradición encantadora de reconstruir aquel establo con su vaca y buey, los sobrantes de paja, cuna hosca para tan delicada piel, pero no óbice para iluminar con la primera sonrisa el humilde lugar y el oscuro espacio cósmico.
En los hogares del antañón pueblito, se seguía la tradición y en las salas se le daba vida. Sobre  musgo se esparcían casitas de colores que por dentro se iluminaban; las ovejas pastaban junto a patos que nadaban en el lago de espejo, mientras los soldaditos de plomo, permanecían inmóviles con una mira fija e intrascendente con fusiles que no se dispararon. No podía faltar, la plaza de mercado, la iglesia con la torre elevada, el campesino con el atuendo dominguero, más alto que el templo; arriba en una colina, estaba el aprisco que albergaría la llegada del redentor, rodeado de pastores, con techo de escoba, el buey grisoso y la vaca albina. A lo alto de la techumbre, la estrella dorada que indicaba el sitio en que se hallaba el Mesías.


Familia mejía en noche de velitas 

Siguiendo los destellos astrales, estaban casi a la entrada los tres reyes magos, con indumentaria fastuosa sobre el caminito de arena; por el tamaño, no tendrían cabida para entrar a felicitar a María y San José, los orgullosos padres. Aquel remedo familiar del apoteósico origen, estaba circundado por villancicos entonados por los infantes del sector, apoyados por tapas de gaseosas aplastadas unidas por un alambre, pajaritos de plástico hueco, que se llenaba de agua para imitar los trinos, tapas de olla y uno que otro palo de escoba recortado para tal fin. 24 de diciembre. El niño llegó. Tenían que acostarse temprano, de lo contrario, no encontrarían el traído debajo de la almohada.    

miércoles, 17 de diciembre de 2014

TODO IBA CAMBIANDO


Alba y los cabezas rapadas

Cuando despertó, se dio cuenta que había sido una horrible pesadilla. En la alucinación, era un gorrión que abandonó el sedentarismo, para emprender largo viaje y que deseaba ser humano. Bajó de las ramas de frondoso árbol, al posarse sobre la hojarasca, fue sintiendo la mutación de la configuración de ave y del plumón de las alas salieron unos brazos y piernas que lo incitaban a caminar. Quiso trinar, pero se dio cuenta que su pico cónico desapareció para darle albergue a una boca que se entre abría queriendo musitar.
Emprendió la caminata por el sendero que lo llevaría a la ciudad. Solo había recorrido algunos pasos…de un recodo le salieron dos encapuchados que al no encontrarle dinero, lo golpearon, dejándolo como muerto; pedía ayuda y ni siquiera lo miraron. Llegó a las primeras calles, estaban inundadas de protestas; en las orillas del río, soñolientos por la droga y el alcohol, estaban remedos de seres humanos, que de vez en cuando, eran guardados, para mostrar una ciudad libre de pobreza. Pudo ver el quirófano atiborrado de bebes pariendo, recordando el coito prematuro. Los mendigos eran capitalistas de la indigencia, que en cada esquina abrían sucursales captadoras de incautos o ‘dadivosos’ recolectores de miradas de admiración. Comenzaba a pensar, que había cometido un grave error.


Casas antiguas del barrio Buenosaires Medellín

 Llegó al hogar de familia adinerada. Todo era temor. Poco confiaban de sí mismo, sabían que el dinero pervertía creando ambición; en las otras…existía desunión. Los separaba la tecnología. El comedor remanso de paz de hogares de antaño, era un frío lugar sin voz, alejado de añoranzas, cuentos e historias. Tomó nostálgico el camino de regreso, sin querer mirar atrás para no avergonzarse de la estúpida decisión de ser humano. Pretendió con todas las fuerzas lanzar un gorjeo, dándose cuenta que le era imposible. No tenía pico, en cambio sí, una boca, que alcanzó a mascullar odio sobre una incubación de hipócritas e irreales. 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

AQUELLOS DICIEMBRES...


Bello arco iris

Era como si los astros supieran que había llegado el mes de las sonrisas enmarcadas en el rostro de los niños. Junto con el alba y atropelladamente (como sin permiso), por entre el majestuoso cerro guardián insigne de Copacabana, salía reluciente un sol que desplegaba sus rayos por campos revestidos de surcos, a la espera de reventar la cosecha; se desplegaba por sobre los tejados ennegrecidos de historia en un culto al pasado. Incursionaba sobre la cristalina quebrada y de aquel encuentro amoroso, en el cielo se reflejaba la policromía de un arco iris de ensueño, que las aves engalanaban de gorjeos. Había llegado diciembre.
Las sosegadas calles, se iban llenando de gente; los niños en vacaciones, jugaban desprevenidos a los trompos, bolas, ‘mataculín’ o hacían brincar la pelota de números en partidos sin límite de tiempo, mientras en las casas las mujeres, empezaban a darle vida a la navidad. La gallina tabaca, que se enculecó, pasaba a la olla, para convertirse en plato suculento; la máquina de moler no paraba de girar, destripando en su virar el maíz cocido,  para arepas, el manjar paisa de la natilla y los buñuelos. En fogón de piedra, el carbón de leña traqueaba al compás del fuego que hacía hervir la manteca de cerdo, esperando que unas manos amorosas, depositaran las viandas ancestrales de unidad hogareña.

La niña bella

Se unían las familias para por las de trocha que conducen al campo, buscar entre matorrales, artilugios que le darían vida al pesebre. Gozaban tanto los niños como los viejos. Por la  intricada maraña, se escuchaban cantos que el eco repetía distorsionándolos sin apartarse de la contagiosa alegría, de recolectores de fraternidad y paz. Bajaban de la empinada montaña con costales repletos de satisfacción, allí iban acomodados los elementos que albergarían al humilde niño en su nacimiento, que sería recibido entre villancicos, devoción y rezos por un mundo mejor.     
         

miércoles, 3 de diciembre de 2014

ESA QUEBRADA...


Puente de Imusa antiguo
No es tan fácil desatar los recuerdos. Están adheridos a la mente y mucho más al corazón. Llegan muchas veces sin pedir permiso y en el instante menos esperado. Cuando se halla completamente relajado, con la caricia de la música, van entrando al igual que aquellas visitas llegadas al hogar, a tomar chocolate acompañado de bizcochos y quesito, dejando un grato instante de regocijo y nostalgia a la partida. Cuando las memorias, se acomodan y aflora el ayer, se empieza el itinerario por la ensoñación que nos va llevando de la mano, con extrema dulzura por los senderos recorridos, en que se posó el pie de caminante anhelante, llevado por los impulsos vertiginosos de una juventud avasalladora.
A pocas cuadras del centro de Copacabana y desde la elevada cordillera en que tiene su nacimiento, se desprende entre matorrales, cañadulzales, (otrora trapiches); bordeando casitas enchambranadas y sembradíos, las cristalinas aguas de Piedras Blancas. Para aquellas calendas de la niñez y parte de la bella juventud, era un torrente que se golpeaba inclemente sobre rocas que ya en la planicie la convertíamos en espectaculares charcos, que eran el retozo de la chiquillería para desfogar esa fuerza vital acumulada en el torrente sanguíneo. Fue sin ella pretenderlo, cómplice de nuestras perezas estudiantiles.


El viejo puente de Imusa
La buscábamos para refugiarnos en sus aguas cuando no sabíamos la lección o el temor a la regla, instrumento malvado de castigo del maestro. Esas piscinas naturales, la naturaleza, las llenó de verdor. Eran bordeadas por guayabales a los que se trepaba como micos, para disfrutar de los frutos de vitalización del organismo y calmante del hambre del medio día u, otras oportunidades, amparo para la reunión de amigos para hacer mantecosas chorizadas, al amparo de la luna. ¿Cómo no recordarla? No hace mucho regresé para verla. Los guayabales, se convirtieron en casas y bajo el puente, un hilillo débil de agua pasaba, añorando su pasado arrollador.