MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 29 de febrero de 2012

RELIGIÓN O LOCURA.

"Hay la fe fundamental de la compensación que arregla toda las cosas (Claude M. Bristol).

Desde el año 384 d. C., en los pueblos, se inició la costumbre de imponer la ceniza, como un sentido penitencial. La iglesia  lo ha hecho al iniciar la cuaresma, como forma de penitencia y conversión.

El hermoso templo del pueblo, se atiborraba de gente y diferentes olores, exhalados de cada cuerpo; había los de esencias finas importadas, los de los pachulíes baratos y no faltaban algunos despedidos por flatulencia. Se podía observar en la feligresía, muestras de devoción ya fuera fingida o sentida. Se llegaba en fila hasta el presbiterio, lugar donde estaba el sacerdote, quien en latín (que nadie entendía), decía unas cuantas palabras, imponía la ceniza en la frente y...siga. Ya en el anchuroso atrio, se olvidaban las palabras enredadas dichas por el cura: "algún día vamos a morir y el cuerpo se va convertir en polvo, ¡Arrepiéntete! Al pasar la primera mujer esbelta, los ojos, se llenaban de miradas lascivas; hasta ahí, llegaba la religiosidad y el arrepentimiento.

Foto: Monografía de Copacabana.


En una de las calles por donde se entra y sale del marco de la plaza, vivía una anciana que mitificó el miércoles de ceniza. Entraba al templo con su pañolón negro con flecos, que cubría completamente la cabeza, en señal de respeto y adoración. Mucho tiempo pasaba de rodillas en la banca orando; al salir, cuidaba como a un hijo, la cruz burda, impuesta en su frente que le duraba todo el año ¿Por qué? O no se bañaba o, ella misma, se la continuaba plasmando, con la cenizas de carbón que caían al rescoldo del fogón de la cocina, que eran igual a las brazas de su amor por lo divino




miércoles, 22 de febrero de 2012

AÚN SIN DESTETAR.

Foto: AMV.
"Nos esmeramos por dar a nuestros hijos lo que no tuvimos, que se nos olvida darle lo que sí tuvimos" (Fermer's Almanac)

El amor era intenso por los animales. Todos ellos le robaban la atención. Su entrañable cariño por los perros, sobrepasaba cualquier límite. Desde niño, pedía a su padre, que en su casa se debía escuchar el ladrido, para cuidar el hogar, jugar, tener compañía y sentirse amado; con ese amor, desinteresado y leal que brindan.
Había dejado de usar pantalón corto, lo que lo hacía sentirse todo un hombrecito y estaba necesitando a la menor brevedad, una compañía fiel, que lo acompañara en sus travesuras juveniles: "robar" naranjas, mangos, guamas, mandarinas y todo fruto sembrado en los solares vecinos, en especial el de los señores Montoya; además,  que se atravesara el río y recogiera los pajaritos que mataba con la cauchera, cuando iban a parar en su último vuelo, a la tupida vejetación de la vega. Esto último, lo llenaba de dolor y sin embargo, lo hacía. Hoy, todavía, se reprocha.
Foto: AMV.
Llegó el día. En el camino que atravesaba para reunirse con los amiguitos, estaba la casa de Don Pascual Correa y su esposa, Doña Laura. Era igual a una casa finca. La perra, estaba en embarazo. Todos los día le pedía a Pascual, que le regalara un cachorrito. No aguantando más la insistencia, le dio el sí. Iba diario a ver sí ya había nacido. Un amanecer encontró la perra alimentando  a sus crías. ¿Don Pascual, cuál es el mío? ¡Espere mijo, unos días más! La espera lo estaba matando de ansiedad. Había pasado un mes y unos días...llegó resuelto a llevárselo: ¿Cuál es el qué me va arregalar? Aquel negrito, de paticas y pinta blanca en la cabeza, pero aún no se han destetado. ¡No importa, me lo llevo ya! Y así fue.
Al llegar a la casa, el padre le regañó por el atrevimiento; pero pudo más su decisión y billú, se quedó por siempre, correteando detrás del saltarás niño, que veía en él, a su mejor amigo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

LA HISTORICA CAPILLA.

Foto: Monografía de Copacabana.

 El amor es una fortuna. No dejes que los celos la despilfarren. (?)

Cuando en la iglesia principal se llevaba a cabo algún oficio especial, muchos actos se realizaban en la capilla de San Francisco. Era anterior en la construcción a la de Nuestra Señora de la Asunción; por lo tanto, un monumento vivo de la historia del pueblo, que debía haberse conservado.
Hermosa en su sencillez. Piso en ladrillo cocido. Imágenes seguramente realizadas por manos de artesanos. El presbiterio, hecho en madera, alejado de pompas, cerca del púlpito, por donde pasaron sacerdotes elocuentes, que pusieron a temblar a uno que otro desperdigado y hasta alguna 'dama' de tres en conducta.
El Vía Crucis, hecho en talla de alto relieve y pintado, hacía que la pasión de Cristo plasmadas, conmoviera a las ancianas de pañolón negro, que tapaban la cabeza en señal de respeto; mientras en sus manos, pasaban las cuentas del rosario. Algo similar se constituía en las mujeres jóvenes, al hacer el recorrido; pulcramente vestidas y cubiertas el cabello con una cachirula. Todo era devoción.
La capilla, permanecía mucho tiempo serrada; se llenaba de encanto y de luces en tiempo de Semana Santa. Siempre fue el lugar en que Cristo bajado de la cruz, reposaba en hermosa urna de cristal, para que la feligresía lo visitara, besara los pies y pasara suavemente el pañuelo, para que quedara impregnado del fragante perfume, que le habían esparcido, en el maltratado cuerpo. Todo el tiempo que permanecía allí, estaba llena, con el fervor de un pueblo que le hacía compañía.

Foto: Monografía de Copacabana. La banda de música.

 ¿Dónde fue a parar todo aquello? ¿Qué le pasó a la capilla? ¿Por qué la dejaron morir? ¿Quién usufructó de su muerte? ¿Quién remató de un solo golpe el pasado, sin importarle la historia? ¡Ese crimen, les atormentará por siempre en la conciencia! Si es que la tienen.

miércoles, 8 de febrero de 2012

LAS ESPERANZAS DE LLEGAR...

"Un ganador logra decisiones y toma decisiones. Un perdedor hace promesas. (?)
En la provincia todo muchacho ambicionaba jugar basquetbol o fútbol. No era costoso ejecutar esos deportes y además, eran los conocidos y practicados. El balónpie, nacía con el niño. En los regalos de la familias, no podía faltar la pelota de números y en los diciembres, el Niño Dios, 'ponía' debajo de la almohada una saltarina encauchada que de inmediato iba a parar a la primera manga o ahí mismo, en frente de la casa.
El afortunado dueño, corría silbando de puerta en puerta, llamando a los amiguitos para formar un partido, que duraba horas enteras. A esa edad no se conoce el cansancio; pero sí, se respetaba la voz de los padres. Esa era, el arbitro, que daba por terminado el encuentro.
Con el correr del tiempo, en los barrios se conformaban equipos a quienes llamaban: Los Chiquilines, Once Amigos, Once Copas o con el nombre del sector. La situación era distinta. Se jugaba por darle lustre a un lugar determinado; además, querían, que la junta de deportes, los viera y fueran llamados al equipo de mayores, pues éstos partidos eran observados por fanáticos, padres de familia, amigos y una que otra chica enamorada. Muchas oportunidades, se iban a las manos por una falta cometida por el contrario; uno que otro golpe y nada más.



Un día cualquiera, don Francisco Meneses, Hombre cívico, altruista y deportivo, llamó a varios de esos jóvenes para que fuesen observados por el entrenador del Deportes Copacabana. Pocos pasaron la prueba. Los que quedaron, dieron lustre al deporte de fútbol en la población y parte del departamento. Con sus jugadas y gambetas, quedaron para siempre en las retinas de los hombres viejos y en el olvido de la actual generación.

miércoles, 1 de febrero de 2012

CUANDO LOS GITANOS LLEGABAN.

Todo aquello que se haga en bien de los demás, deja tranquilidad en el alma. AMV.
Era tanta la calma, que las horas que daba el reloj en la espigada torre de la iglesia, entraban si recato en los oídos del más alejado de los habitantes; así mismo, se escuchaba el rebuzno del burro en la hacienda de don Ramón Arango, gamonal del pueblo. En la plaza sólo faltaba el espanto. Se escuchaba música de algún traganíquel apostado en una de las tantas cantinas del marco.

Sin dar aviso de la llegada, iban apareciendo destartalados camiones, repletos de chivos, lonas para tiendas de campaña, ollas y grandes pailas de cobre. Se bajaban con dificultad, hermosas mujeres de batas largas y coloridas; profundos escotes, collares, candongos brillantes adheridos a las orejas; todas llevaban una pañoleta que les cubrían la cabeza. De un sólo brinco, hacían su aparición, hombres de largas patillas, bigotes oscuros que parecían pintados; ropa ajustada al cuerpo en donde no faltaba el chaleco y el sombrero. Por último, las hembras de más años; todas ellas 'jamonudas' (gordas), que eran ayudadas con devoción por las más jóvenes. Al final, hacía su descenso, el patriarca. Hombre casi siempre entrado en años; gordo y lleno de aditamentos plateados, entre los que sobresalían anillos en todos los dedos. Para él, todos hacían reverencia.


El lugar preferido para la estadía, estaba a la orilla de la quebrada Piedras Blancas. Levantaban sus toldos arrugados; encendían hogueras; en ocasiones se formaban bailes, que muchas veces terminaban en camorra.

La calma del poblado, se convertía en curiosidad ante los fuereños y la extraña cultura. Los niños y los monzalbetes, encabritaban al patriarca, a quien le habían puesto un remoquete que lo sacaba de casillas, mientras él, contestaba con gruesas palabras, todas ellas terminadas en uta...e idos; las bellas mujeres recorrían las calles, buscando campesinos e incautos, para adivinarles la suerte.