MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL TUMBIS


EL HOGAR

Como de costumbre el pueblo estaba tranquilo; el asfalto de las calles solitarias hervía con el calor, los pájaros volaban de la cúpula de la iglesia a los frondosos árboles de mango, uno que otro se dirigía hasta el palo de algarrobo, dentro de esa quietud en que se escucha el pasar de la brisa, apareció un muchacho que al mirarlo daba la impresión de provenir de familia distinguida. Él, se presentó cómo alguien amante de la aventura que andaba conociendo hermosos lugares de la topografía paisa. Tenía una amplia sonrisa (contagiosa), espíritu inmenso de colaboración, ayudaba a los cantineros a asear los locales, cargaba cajas de cerveza y frescos; preparaba el tinto en las tiendas madrugadoras. Era una hormiguita deambulando por Copacabana, sin muestra alguna de molicie, con esa forma de ser se granjeó el cariño de Todos.
Un buen día vino hasta el establecimiento de Carlos en la salida para el cabuyal, le dijo que Toño, dueño de la cantina en la esquina de entrada a la calle del Comercio, le mandaba decir que le hiciera el favor de prestarle media docena de botellas de aguardiente y para que no desconfíe, espere que yo le digo que salga para confirmar. Llegó hasta donde Toño y le dijo que Carlos le mandaba a decir que sí le prestaba media docena de botellas de aguardiente y para que vea que es verdad salga a la puerta que él está afuera. Ambos salieron y con la cabeza asintieron. Jamás se volvió a saber del risueño embustero…colorín colorado, éste cuento se ha acabado.       


miércoles, 23 de noviembre de 2016

UN LLANTO EN SOLEDAD


ANCESTRO CAMPESINO
Los campos se han ido quedando solos, en los arados no se ve el recatón, la chimenea no despide humo al cielo, la vaca no llega hasta la chambrana esperando el ordeño; la niña de trenzas y de mejillas rosadas se asoma con miedo a la ventana del tugurio y los abuelos están cansados de llorar. Los ojos no columbran desde la cima en que revolotean las águilas, la extensión del universo, el cruzar invisible del viento trayendo el aroma de flores silvestres; los turpiales no llegan a cantar en la platanera ejecutando melodías, cual barítono perdido en la montaña; las palomas no currucutean en el alar de bahareque emigraron a la cordillera del frente, el viejo tiple instrumento melodioso llamador de enamoramientos, en noches tachonadas de luceros, ha empezado arreglar los corotos para abandonar el habitad. El olor de suculento sancocho de gallina cocotera que expedía la cocina negra de humo de leña, lo tapó la pestilencia de la pólvora brotada de los fusiles, que ordenaban abandono de la querencia. Se desperdigaron los ancestros, cayó de rodillas la honestidad, se fue de bruces la fidelidad volviendo añicos la virginidad y las trenzas adornadas de flores las trozó el ambiente de ciudad. Los arados en que el sudor caía para ser simiente virtuosa del nacimiento de las hortalizas, queda maniatada ante la voracidad de la maleza. El recuerdo cansado de intimidación, se sienta a la vera del camino, a ver pasar las mulas cargadas de esperanzas muertas, a mirar la rueda del trapiche inmóvil y sin la dulzura de antaño; trocha abajo un hilo rojo recorre los socavones… 
    
 



miércoles, 16 de noviembre de 2016

NO SE DEBE TOCAR


SABOREANDO

Lo que se llamaba la carretera vieja, era la única vía que unía al poblado con la capital, se pasaba por Machado, Bermejal y se transitaba por el sector de bombillos de colores, en que las damas que iban en el carro de escalera a compras de materiales de modistería agachaban la cabeza para que la mirada no se extraviara en detallar mujeres de baticas cortas, escotes hasta el ombligo, claro, sin omitir una miradita de soslayo, con toda la preocupación de no ser detectada por el fogonero de turno, tan chismoso cómo solterona en una aquelarre de las seguidoras de San Antonio, quedaba atrás Las Camelias.
Esa ruta congestionada por toda clase de vehículos, pasaba por enfrente a la casa. Cualquier día se escuchó el sonido de voces de varones, madre e hijo salieron a curiosear, eran hombres de un pelotón del ejército trotando; para tormento pararon ante nosotros, al quitarse las botas, hilos de sangre mostraban el rechazo a los borceguíes; aquellos pies sangrantes estaban hechos para caminar libres por los surcos, para sentir la naturaleza. Agua les calmó la sed y una bendición les dijo adiós, contestaron con el fúsil enhiesta y la lágrima resbaló escondida. Campesinos ingenuos siendo enseñados a matar, sin saber porque. Odio el reclutamiento de flores silvestres, que después del alistamiento en las filas del aborrecimiento, jamás vuelven a ser los mismos, regresan llenos de perversión, deshonran los capullos frescos de rocío, incitan a los congéneres a unirse a los somníferos, a los desórdenes, al robo. Los gobiernos y la oligarquía apagaron los tiples, destruyen la unidad familiar, ponen fin a la emulación de los ancestros y la compasión explota en pedazos, los muertos endurecen el alma. No volverán arrear la mula.



miércoles, 9 de noviembre de 2016

Y CON TODO TE QUIERO


LAS MONJITAS

He estado siempre a tú lado. Recuerdo cuando me viste; estaba semidormido entre el calor de mi madre, algo tocó el corazón y las palabras que dijiste: me lo llevo. Me dolió mucho salir del lado de la que me dio el ser, pero pronto me enamoré de ti; vi que te entregabas a quererme sin restricciones. El rostro es el espejo del alma. En tu cama cuando estaba pequeño, nos divertíamos jugando con las almohadas. Recuerdo cuando la madre nos regañaba, porque volvíamos una porquería aquel escondite de travesuras, descanso y dormilonas. No hacías caso. Gozabas igual que yo. Sabías que éramos dos seres creados por un mismo Ser Omnipotente, con la diferencia de que mi amor es perpetuo, que no distingo entre las buenas y las malas, sí estoy en un palacio o, el más humilde hogar construido con sobras de los que otros botan; no me importa sí la comida es enlatada con etiqueta rimbombante o lo que sobre de la boca de quien me brinda albergue. No conozco el odio, aunque se me halla golpeado por un momento de desesperación, sí me llaman iré meneando la cola, muestra inequívoca de que no guardo rencor y estoy feliz de que se recapacitó de la equivocación. Nadie está libre de errores. ¿Sabes? Me entristece ver cómo arrojan a la calle a los perros que están viejos, después que entregaron su vida a cuidarlos.
La ingratitud es imperdonable.
Esa manifestación del hombre no la comprendo. En nosotros existen diferentes razas y en ninguna le damos cabida, porque sabemos el dolor tan inhumano que depara a quien la sufre. No nos gusta la crueldad, por eso amamos a los niños; los vemos como ángeles enfrentados al salvajismo de un mundo agreste y solitario, en que sólo importa el yo, es cuando nuestra nobleza se acrecienta, para llenarle los espacios vacíos de una casa en soledad, los rodeamos de ternura con retozos y ladridos; nuestra mejor recompensa, es borrar del rostro la tristeza y verlos sonreír.



 


miércoles, 2 de noviembre de 2016

OLVIDO


NO ME DEMORO

 Da grima el ver cuantas palabras que se usaban han ido desapareciendo del habla de un pueblo parlanchín, que sí sé les tapa la boca lo hacen por el bolsillo de atrás. Un conciudadano cabizbajo, opacado, aplanado y triste, es un renegado infiltrado, al que se le deba abrir el ojo es síntoma de peligro inminente, ave de mal agüero. Ya casi no se escucha: Acurrucarse (ponerse de rodillas), agallinado (abatito de ánimo), ajualá (vehemencia a que suceda algo), Bastimento (alimento necesario para la familia) Cachar (conversar largo y muy a menudo). Así podríamos seguir hasta la madrugada (da pena porque se tienen que levantar a trabajar), sin acabar. El llamado progreso ha ido dándoles entierro de tercera y un montón de viejitos sentados en muelles poltronas, dizque grandes historiadores, entre copa y copa de vino, van recibiendo cuanta cochinada se vuelve entre el vulgo moda, aceptándolo cómo palabra castiza. El revoltijo del amigo Cervantes allá en lo desconocido, no deja dormir a san Pedro, las once mil vírgenes y cuanto pegajoso se halla colado. Lo triste es, qué esas expresiones, se van desvaneciendo como un arco iris en un pantano de olvido, algunas se salvan porque no falta un loquillo que les da cobijo resembrándola en páginas que llegan a mentes preguntonas e inquisidoras que nos las dejan morir en la indiferencia. ¡Jalar suena tan bueno!