MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de abril de 2012

DE TODO SÉ UNTÓ

Vitral de casa antigua.

"Hay parejas que no tienen idea de lo significa tolerancia. Lo indicado sería que vivieran en casas vecinas y de vez encuando se visitaran" (?)

Cuando se hace un alto en la vida para recordar, van llegando al hoy, todas aquellas vivencias gratas e ingratas del ayer. Es cómo ver nuevamente la película que tanto nos gustó. Siempre será igual y observamos a los actores (aunque hayan muerto), con la misma frescura en que realizaron la escena donde fueron protagonistas.

Él, se ve recorriendo canchas de fútbol inadecuadas ya fuera por sus huecos o la cantidad de pedruscos o, sin las medidas adecuadas; siente el olor a sudor en la camiseta y el golpe del balón al entrar en la portería; escucha el grito de los niños, jóvenes y adultos con el paroxismo del gol. Se mira sentado ante un micrófono, con dos tornamesas en la que giran los discos que llevan alegría a los oyentes y...que su vos, lanza en las ondas hercianas cultura, deportes, entretenimiento y solaz para todos sus congéneres.
Teléfono antiguo de muro.

Se escucha, en los coros formados por Miguel Cuenca, en que a varias voces, se cantaban pasillos  y bambucos del folklore colombiano, aquellos, en donde se ensalza a la mujer amada; los que con ternura y amor, recorren la topografía del país, mostrando la belleza de los pueblos viejos y sus costumbres o los que con letras de poetas terrígenos, muestran la grandeza de los arrieros; esos hombres, muchas veces ignorados por la generación actual, que formaron con sus mulas a golpe de peinilla y de hacha, lo que ahora llamamos nación ¡Oh, esos coros! Ensayos en la casa cural, cuando el cura de turno, era asequible a la cultura, porque cuando no, se iban a la plazuela de San Francisco ( hoy lastimosamente desaparecida), allí, en su pequeño atrio enladrillado, con la suave brisa descolgada del cerro de las Catas, las lindas mujeres y los hombres, cantaban con el corazón: Primer Sereno de Mayo; la melodía se la llevaba el viento por encima de los tejados carcomidos por el tiempo, por valcones floridos y por la paz conventual de la antañona Copacabana.


miércoles, 11 de abril de 2012

LOS RECORTES.

La bolsa de recortes.

"Aunque recorramos todo el mundo en busca del amor, sino lo llevamos dentro nunca lo encontraremos" (?)

Existen pequeñas cosas en la vida, que aunque parezcan pequeñas o sin mayor importancia, se quedan para siempre en la bóveda del recuerdo alojadas con sus olores y sabores.

En la parte occidental del parque y para mayor seña en una esquina, donde están siempre las tiendas; Luis Gil, tenía el granero, uno de los mejor surtidos. Pero eso no le importaba a los niños. Sí, aquellas bolsitas aseguradas en la parte de arriba con una pequeña lata, que se llamaban 'recortes' y sí que lo eran. En el interior los ojos ávidos de los párvulos, encontraban recortes de confites de sabores y colores distintos; pedazos de galletas con figuritas de animales o las enmantequilladas que tanto gustaban. En fin, era la algarabía la tienda en horas de la mañana antes de entrar a las primeras clases en la escuela, a la salida para ir almorzar; en el regreso a la una y media de la tarde y después, cuando se había terminado las obligaciones escolares de ese día; ese era el mejor momento. Se compraba el envoltorio de chucherías, se corría hasta el hogar, donde una madre querendona, nos tenía en la mesa servido el 'algo' (refrigerio de las horas de la tarde), compuesto de taza de chocolate, arepa o pan con matequilla, se abría la pequeña bolsa y después de sacar los confites, el resto del contenido se vaciaba en la humeante taza de chocolate, aquello, era placer de los dioses.
Tres amigos inolvidables.

La imaginación de los niños es sorprendente. A alguien, se le prendió la bombilla y de la lata, se hacían pequeños pitos, con los que se llenaba de algarabía el contorno estudiantil, las calles y el hogar; ese comportamiento, sirvió para que varias nalgas, recibieran castigos, que llenaron de lágrimas los ojos de los perturbadores.

¿A quién diablos se le ocurrió sacar del mercado ese producto encantador y contagioso cómo el sarampión? Hoy a pesar de las canas que producen los años, a más de uno, le gustaría sentarse a la mesa, quitar la lata de la bolsa, oler su interior, llenar la boca de confites, después de degustarlos, vaciar dentro del chocolate los pedazos de galleta y soñar con el ayer, cuando no se habían recortado los seres que tanto se amaron.

miércoles, 4 de abril de 2012

EL DÍA DE LA ROSA ROJA Y BLANCA.

La felicidad de una madre, año 1960.

Fracaso no significa que debemos echarnos atrás; significa que debemos luchar con mayor ahínco (?).

Las madres se han mirado con amor y devoción en el mundo. Es ella, en los hogares, la panacea: de tristeza, de angustias, llantos; es el canto, la alegría, la dulzura, el amor, el beso sin pasión. Por todo aquello, se instauró un día sólo para ellas.

Por la época en que el aire se podía respirar, en que la tierra producía por sí sola, sin necesidad de químicos; cuando los jóvenes al estudiar hacían funcionar el conocimiento que da la inteligencia y no las salas de café Internet, en el tiempo que el tomate sabía a tomate, los padres eran respetados; la leche dejaba rastro en los labios; las calendas en que los ancianos eran admirados dentro de las familias y buscados para escuchar sus historias, existió la costumbre en escuelas y colegios, de ponerse en el ojal de la camisa, una rosa roja los que tuvieran la madre viva y una blanca, aquellos que por desgracia la habían perdido. Cuando se asistía en comunidad a la misa de 9 de la mañana, a orar en el templo por las progenitoras, el golpe de vista era en su mayoría enrojecido y poco el blanco. Con infinita tristeza, se miraba al niño que portaba en el pecho la blancura y el aroma de tan hermosa flor. Él, seguro miraba con envidia y resquemor el bando contrario donde la vida estaba colgada.
El padre visitando los nietos.

No es sabido de donde llegó esa costumbre, pero gracias a Dios, poco a poco fue desapareciendo hasta su terminación total. Aquello, debió hacer una zanja profunda en el carácter débil del niño que a temprana edad, sintió la soledad de la caricia, el beso, la ternura de unos brazos que lo protegieran contra los improperios de un mundo egoísta. No escuchar nunca más, las palabras tiernas de la madre antes de dormirse: hijo, ¡Te amo! Instauró un vacío en la formación que lo acompañó por siempre y una mirada inconfundible de tristeza. La naturaleza es vida jamás muerte.