MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

jueves, 28 de junio de 2018

EN ELLOS SÍ LO HAY


LOS NIETOS

Las sensaciones de angustia, desamparo y placer, no sólo son de los llamados pensantes. Así cómo el amor, tampoco es monopolio de ‘los reyes de la creación’.
Desde su atalaya, con la mirada fija en el punto por dónde ha de aparecer, el que, la hace aullar desde hace algún tiempo, espera ansiosa, la aparición, en compañía del amo. Sabe que andan juntos, porque así pasaron de ida. ¿Irían a dar un paseo? ¿O sería a comprar la bolsa de comida qué, se ha vuelto tan cara?
Por momentos en la rapidez de su cerebro, la torturan negros pensamientos. Ella en la ventana, que sus dueños le asignaron como lugar para el descanso y seguramente también, para que no estorbara en la limpieza de la casa, ha visto pasar a muchos juntos y jamás regresar; solo pasa el hombre con la cadena en una de sus manos con una extraña sonrisa. Sí. Ella, ha observado con frecuencia ese procedimiento inhumano, que la hace padecer y se llena de temor. Siente que el tiempo a pasado y no es la misma, cuando era ágil y bajaba con rapidez las escalas a la ladrarle al desconocido que había tocado la puerta. Notaba también, que se pasaba por la época, en que no se los adquiría por la devoción en amar, sino por lo extraño de la raza y su valor en dinero, que es una forma de demostrar categoría, atiborrada de petulancia. No. Sus amos no eran así. Eso la hacía estar tranquila.
La alegría le llegó, al ver en el principio de la subida de la calle, los retozos del sabueso canelo, que no dudaba, sería el padre cariñoso de hermosa camada.

Alberto.

miércoles, 13 de junio de 2018

CON OJOS AJENOS


DETRÁS DEL CRISTAL

El ‘cucarrón’ cansado de revoletear por las alturas, empujado algunas veces por la fuerza de viento u otras, llevado en artísticas marionetas de la brisa suave, cae estrepitosamente contra el suelo.
En el ayer pasó por encima de presuntuosos edificios haciendo mover con fuerza el par de alas; vio desde la inmensidad del firmamento los espacios de pobreza, las grandes discotecas donde el ‘amor’ se vende; miró a los recolectores de basura que otros arrojan y que son sustento de la familia; escuchaba el ruido de las motor en precipitada huida, gritos de angustia e hilillos de sangre que aun corría por el pavimento con su rojo apagado y mal oliente; llegaban en sus vuelos hasta las antenas, las promesas no cumplidas, el grito del parto de las madres bebes  y la primera mirada del hijo sin futuro. Bajaba casi hasta tocar el suelo y percibía los suspiros jadeantes en los moteles y el sonido de copas que celebraban el final de una doncella menos y podía escuchar, el conteo de billetes, con los que una familia se podría alimentar o pagar los estudios.
Viajaba buscando otros horizontes por las cordilleras y oteaba las hermosas fincas en donde en otros tiempos, vivían en mancomunidad los ancestros, el trabajo honrado, la fidelidad, humildad y la palabra notarial, pero ahora, no veía nada de aquello. Donde estaba el cafetal, encontró la piscina; en la cocina de otrora, caliente y acogedora que le daba vida a la chimenea, estaba instalado el bar y en las piezas decoradas con el daguerrotipo familiar e iluminadas por el crucifijo al amparo de la Virgen del Carmen, se convirtieron en mullidas camas donde el sexo llega al paroxismo.
Regresó cómo pudo, sacando fuerzas donde ya poco había, lleno de desilusión, dejó que sus alas se detuvieran. Cayó y la poca vida que le quedaba, se la apagó el zapato de un transeúnte.

Alberto.

miércoles, 6 de junio de 2018

LA INCLEMENCIA DEL TIEMPO



ROSTRO CAMPESINO

Los días traen a cada instante hermosas postales, para verlas se debe andar con los ojos bien abiertos y haber dejado detrás de la puerta, odios, resquemores, celos, angustias y envidias. La hermosura está junto a ti.
Hay quienes se internan en la espesura del monte buscando el paisaje; otros se adentran en la profundidad del mar para encontrar lo que sus aguas esconden. ¿Será qué cuenta las flores lleno de admiración? ¿O hará con sus manos temblorosas limpieza y poda? No es nada raro que el aroma, lo transporte al pasado, cuando con el corazón henchido de amor, llevara ramillete, acompañado de guitarras y tiples, a la mujer que colmaba todo el ser, sin que quedara espacio para nada más.
Puede ser, que la angustia de la mirada, sea de saber que falta tan poco, para abandonar las alegrías del pasado o el amor de seres queridos. No es raro, que busque entre palomas y flores la compañía, para contar historias que en su casa ya nadie quiere escuchar; él lo supo, cuando lo mandaron a dormir a la última pieza junto al crucifijo, que lo acompaña desde antes de la procreación de los hijos.
La naturaleza, el amor y la paz, la encuentra en lugares prestados. Nada rima en sus palabras, ni su voz enamora la vida material. Sólo la flor escucha su monosílabo carrasposo: ¡Ingratitud!


Alberto.