MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

CARAMBA, COMO PASA EL TIEMPO.

El papel puede con todo, no se tocaba el acordeón.

"El corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante y, detrás de cada noche, viene una aurora sonriente (Khalil Gibran)
S
e había llegado de otro municipio y el cambio no hizo traumatismos. Pronto, se ajustaron a la cultura del nuevo. Allí, conocieron los engaños del celuloide, las primeras letras, los maestros que las enseñaron, que quedaron para siempre en el recuerdo; el primer muerto, amores sencillos y la suegra que no pudo disimular el odio. No es el tipo de hombre para mi hija.
Una noche, escuchó estallar la dinamita en la puerta de la tienda donde se compraban los trompos. Era la llegada de la violencia partidista. Una mañana, se encontraba en casa ajena, repitiendo el Credo, el Padre Nuestro, en preparación para la primera comunión; pero aún se cree, que lo único que importaba era la fiesta, los regalos y las tarjetas que hacían llegar las viejecitas solteronas. Conoció amigos y enemigos ganados por ser de otras tierras. Montó en un Ford 1923 de capota de lona del que era dueño Juan bobo. Veía llegar a la casa viandas enviadas por otras familias que querían compartir, costumbre lastimosamente desaparecida. Está en el recuerdo, las visitas que llegaban a eso de las tres de la tarde, con paquete inflado de panes, biscochos, pandequesos, buñuelos, para tomar con chocolate caliente y quesito envuelto en hojas de plátano. Al llegar la tarde, el padre caminaba por el corredor con la camándula, llamando a la familia para dar inicio al Rosario.


La araña en el patio.


En una reunión de juventud amenizada con licor, alguien dijo: ¿cómo seremos cuando lleguemos a los 50 años? A una se escucharon las risas. Jamás, ¡allá nunca llegaremos! Ahora se recorre por los setenta o más. Las cabezas canas, lentos en el caminar y lo peor en el pensar. Con un cúmulo de tristezas al ver los cambios de la época. Muchos universitarios, doctores, especialistas, filósofos, tecnólogos, todos faltos de conciencia y amor al semejante. Nació el ‘yoísmo’, los amores contados en días y los niños abandonados que, el futuro estará esperando, encerrados entre rejas. Y… nadie será culpable.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

CUENTOS DE ESPANTOS.

talla de rostro de indio.

"No hace falta renunciar al pasado al entrar en el porvenir. Al cambiar las cosas no es necesario perderlas" (John Cage).

Los antepasados y sobre todos los que descendemos de campesinos, no podremos olvidar las terroríficas narraciones de algún entrometido espanto. Era infaltable la costumbre de cuentos de duendes, brujas y espantos. En los campos, los habitantes del las hermosas casas de chimeneas atizadas con leña, altos techos, corredor de chambrana en el que no podía faltar el tarimón, llamado por ellos, tarima; al llegar la tarde cuando el sol cae por el horizonte y empieza la noche, era el lugar de encuentro de toda la familia envueltos con prendas que amortiguaran el frío. De la voz del abuelo, que acababa de prender el tabaco con el yesquero y con acento pausado iba contando con pelos y señales las peripecias acontecidas cuando él, transitaba con su mula por algún despeñadero de los ariscos caminos, al pasar una quebrada o al atravesar un pequeño monte. Mientras le daba una chupada al tabaco y exhalaba con gracia el humo, contaba: que una noche que iba para la casa montado en su cabalgadura, por el camino mil veces transitado y al llegar a la quebradita, algo raro pasaba. La mula caminaba y caminaba, pero él notaba que no avanzaban; escuchaba en un sembrado de maíz el sonido de fuerte ventarrón, pero las hojas no se movían. Sintió un frío inmenso, cómo de ultratumba, se apeó, sentándose en una piedra cuando ya aclaraba el día, sacó del carriel el crucifijo y hasta ahí llegó el susto, todo regresó a la normalidad. La casa estaba frente a él o sea que pasó la noche a muy poca distancia del hogar.
mulera y perreros de arrieros.


Santiguándose les decía: no hay que creer en brujas, pero que las hay las hay. Los más pequeños quedaban con un miedo espantoso y esa noche, todos dormían con los papás o los hermanos mayores. Lo malo, era que al día siguiente, las cobijas de camas amanecían mojadas.
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA NAVIDAD EN ÉPOCAS PASADAS.

Alumbrado de Copacabana 2012.

"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días" (Venjamín Franklin)



Era raro aquello de que se salía de la escuela por vacaciones de diciembre y en vez de dormir a pierna suelta –cómo queríamos hacerlo cuando estábamos estudiando-, se despertaba con el primer canto del gallo. Los padres sí que lo deseaban, para recuperar sueños atrasados; sobre todo la madre que le tocaba estar pendiente del último detalle en la presentación: peleas para el baño, limpieza de oídos, planchada de ropa, ponerle botones a la camisa, que jugando los habíamos perdido en la cuneta; cepillada de dientes, vistazo a la maleta y ya bien peinado, la bendición para que nada nos pasara en el transcurrir del día. Pero ese descanso no les llegaba. Con infinita crueldad, nos disponíamos arrancar las travesuras y necesitábamos que nos dieran el desayuno, para lanzarnos al encuentro con la naturaleza. Juego de pelota, bolas, trompos; ir a los charcos de la quebrada a zambullirnos en las limpias aguas. De los radios se escuchaban los villancicos y música parrandera. Al inhalar con fuerza el aire limpio, entraba por la nariz olores de viandas navideñas entre mezcladas; unas veces olía a natilla que se confundía con el de los buñuelos, éstos, eran consumidos por el olor a caldo de gallina que hervía en el fogón acogedor de cada casa, rociado con cilantro y el condimento del amor.
El farol de la paz.

Al no haber grandes construcciones, ni empresas de químicos, ni nada que hiciera ser peligroso el elevamiento de globos, se compraban pliegos de papel para fabricarlos. El cielo se inundaba de multicolores zepelines, ‘cajas’, ‘trompos’, ‘cojines’ y tantos, cómo la imaginación pueda ir creando. Antes de llegar el 16 de diciembre, la familia salía hacia los morros en busca de artefactos para a hacer el pesebre. Se estaba parte del día en ese rebusque. Se cantaba, los chistes brotaban como por encanto; de ese encuentro familiar, se formaron idilios, que muchos llegaron hasta el altar. En esa comunidad, se anticipaba la degustación de los manjares navideños y los mayores se tomaban uno que otro aguardiente, mientras los pequeños no dejaban de hacer pilatunas que muchas veces ponían en riesgos el fogón de piedras atizado con leña del lugar. El globo se elevó y se llevó con él hasta las alturas, la fraternidad y las costumbres.   


miércoles, 5 de diciembre de 2012

SUEÑO EN MINÚSCULA.

La modernidad.

"Una colecció de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males" (Voltaire).


Había salido a recorrer las calles, la tarde lo invitaba. El sol calentaba más de lo acostumbrado y el firmamento azul, sin una nube, no hacía presagiar amagos de tormentas. Cuando recorrió las primeras cuadras, observaba que la gente que camina, la mayoría movía los labios en forma desprevenida, balbuciendo palabras en un monologo tal vez alejado de la realidad. A más caminar, la acción era cada momento de mayor intensidad; algunos no sólo hablaban, sino, que en la faz, se notaba una sonrisa de satisfacción y movimientos de aprobación en la cabeza. Llegó hasta el patio principal de un enorme edificio en que unas bancas puestas para el descanso, le invitaron a sentarse y que mejor lugar, para sacar conclusiones de la actitud que miró en los seres que pasaron a su lado o caminaban adelante, por la acera del frente. En verdad, no era nada raro e inusual. Cuando estaba pequeño muellemente acomodado en la cama, dormido, llegaba hasta él, un amigo que jamás conoció, ni había sido compañero de escuela, pero todas las noches llegaba y se sentaba a la orilla de la cama; iniciaba unas conversaciones tan agradable y le contaba historias que lo llenaron de alegría, era bueno para eso, qué la noche que no llegaba, sentía una tremenda decepción.
Lo que piensa la gente.

La historia, no se quedó ahí. A medida que crecía, seguía con la amistad del amigo secreto. No necesitaba entrar en el trance del sueño. En los momentos de soledad lo llamaba y él, de inmediato se hacía presente, pareciera que estuviera siempre dispuesto a entablar un diálogo, ya no de historias de personajes infantiles, como Caperucita,  o la cenicienta; no, ahora, los diálogos eran de situaciones más confusas. Discernían sobre los cambios traumáticos de la época, de la pérdida de valores de los padres, la manera como las niñas dejaban escapar la virginidad a temprana edad, frustrando un futuro maravilloso. Hablaban desaforadamente en cualquier lugar, a las horas más dispares. Ahora, entendía, él porque, cuando pasaba por la calle, la gente lo miraba y se reían.