La modernidad.
"Una colecció de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males" (Voltaire).
Había salido a recorrer las calles, la tarde lo invitaba. El sol calentaba más de lo acostumbrado y el firmamento azul, sin una nube, no hacía presagiar amagos de tormentas. Cuando recorrió las primeras cuadras, observaba que la gente que camina, la mayoría movía los labios en forma desprevenida, balbuciendo palabras en un monologo tal vez alejado de la realidad. A más caminar, la acción era cada momento de mayor intensidad; algunos no sólo hablaban, sino, que en la faz, se notaba una sonrisa de satisfacción y movimientos de aprobación en la cabeza. Llegó hasta el patio principal de un enorme edificio en que unas bancas puestas para el descanso, le invitaron a sentarse y que mejor lugar, para sacar conclusiones de la actitud que miró en los seres que pasaron a su lado o caminaban adelante, por la acera del frente. En verdad, no era nada raro e inusual. Cuando estaba pequeño muellemente acomodado en la cama, dormido, llegaba hasta él, un amigo que jamás conoció, ni había sido compañero de escuela, pero todas las noches llegaba y se sentaba a la orilla de la cama; iniciaba unas conversaciones tan agradable y le contaba historias que lo llenaron de alegría, era bueno para eso, qué la noche que no llegaba, sentía una tremenda decepción.
Lo que piensa la gente.
La historia, no se quedó ahí. A medida que crecía, seguía con la amistad del amigo secreto. No necesitaba entrar en el trance del sueño. En los momentos de soledad lo llamaba y él, de inmediato se hacía presente, pareciera que estuviera siempre dispuesto a entablar un diálogo, ya no de historias de personajes infantiles, como Caperucita, o la cenicienta; no, ahora, los diálogos eran de situaciones más confusas. Discernían sobre los cambios traumáticos de la época, de la pérdida de valores de los padres, la manera como las niñas dejaban escapar la virginidad a temprana edad, frustrando un futuro maravilloso. Hablaban desaforadamente en cualquier lugar, a las horas más dispares. Ahora, entendía, él porque, cuando pasaba por la calle, la gente lo miraba y se reían.
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