MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

lunes, 26 de abril de 2010

LO QUE HACEN LOS RECUERDOS.


Piedra del Peñol, Antioquia Colombia.


Nacer, crecer y morir, son las instancias del ser humano, nadie puede cambiar el ordenamiento natural y se cumple inexorablemente.
Cuando llegamos al mundo estamos limpios de odios y venganzas, amamos todo aquello que nos rodea; encontramos maravilloso ver las nuevas sensaciones: la luz, la noche, el azul del cielo, las estrellas juguetonas en el espacio, la delicadeza del rostro de nuestra madre, la suavidad del seno que nos alimenta, la fortaleza del padre; no dejamos pasar por alto la brisa suave que sacude con delicadeza nuestro cuerpo, ni el calor que nos brinda el sol. Los ojos se detienen por largos instantes en el verdor de las plantas asombrados del espectacular paisaje que nos hace esperar felicidad sin límites a nuestra llegada.
Vamos creciendo en nuestro desarrollo y aparecen las normas que muchas veces son coercitivas; nos muestran los derechos que aun no nos hemos ganado y de los que abusamos y, que no son para la libertad del individuo sino, para el libertinaje desmedido que opaca y que maltrata a toda la sociedad. No hay igualdad entre derechos y normas. Los que se creen saber mucho, con el correr del tiempo han distorsionado la tranquilidad del mundo, que a pesar de ellos, sigue siendo asombrosamente bello y digno de vivirlo con amor. El ser humano está dotado de inteligencia y ésta le recomienda que es bueno y que no. Sí no fuera así, de seguro ya habríamos desaparecido.
La muerte, es el descanso después de trajinar por los senderos que nosotros escogimos en el deambular de la vida. No es ningún castigo. Es cumplir a cabalidad con lo establecido por Dios para lo terrenal y que se debe aceptar cómo algo normal y para ello, es bueno, que mientras disfrutamos de la fuerza vital, recordemos, que después de nuestros excesos de juventud, llega éste último capítulo de la existencia.

lunes, 19 de abril de 2010

¿POR QUÉ ESO TAN MALUCO?

Todo iba normal. Los juegos con los amiguitos, las idas a misa en comunidad de la escuela, las entregas de tareas a don Jesús mi maestro, hasta las peleas con los demás párvulos; pero le da a uno de los maestros decirle a mis padres: Don Francisco, la barriguita del niño demuestra que está llena de gusanos, hay que purgarlo. Mi padre a la botica (como se llamaba para aquellos tiempos), en un pequeño envoltorio, el frasquito que en la etiqueta rezaba: QUINOPODIO...


Por la noche los preparativos para el día siguiente.
En la mañana el niño en pantaloncillos, arrastraderas y listo para las carreras. Abra la boca mijo y no valla a dejar perder ni una gota del vermífugo para que le haga buen efecto. Se venían encima de uno cómo quien va a matar una fiera. Mi madre me tapaba la nariz para que no sintiera el olor horrible del medicamento, mientras tanto mi padre (que para ese instante odiaba), en una mano el maldito frasquito y en la otra media naranja, para pasar aquel líquido con sabor a demonio y para que uno no vomitara. Ya mi madre que me había soltado, tomaba entre sus adorables manos una taza de aguadepanela, pues esta y que ayudaba al QUINOPODIO, a hacer mejor efecto, todo el día seguían con la toma cada cuarto de hora. Eso era una tortura China.
Más se demoraba uno en tomarse el purgante, que tener que salir cómo alma que lleva el diablo al sanitario y entre lágrimas, sudores y nauseas, regresaba a la cama bien abrigado y allí pasaba el resto del día; corra hacia allá y corra para acá.

Todo eso muy calamitoso y triste, pero había algo que me llenaba de rabia, era la burla que mi hermano mayor me hacía escondido detrás de la puerta. Quería poder echarle mano para decuartizarlo y meter su cabeza en la taza del inodoro junto con mi mie...
pero él al ver mi ira más se burlaba y lo hacía sin temor, claro yo no podía salir de la alcoba pues sí lo ejecutaba, según las comadres, podía hasta morir. Eso era mucho sufrimiento al que me habían llevado las malditas lombrices (¿parásitos? eso es de ahora), que les había dado por vivir en mi estómago; creo que ese acontecimiento me dejó para siempre marcado, pues, al ver gusanos en las guayabas mi recuerdo se eleva a ese tiempo y no se sí correr...pero recapacito y sigo degustando de tan maravilloso fruto. Pero casi se me olvida algo tan desalentador cómo aquello de las comidas que mi madre hacía aquel luctuoso día. A mi nariz llegaba por las rendijas de la puerta olores celestiales de las frituras que todos saboreaban sentados en el comedor, mientras yo, seguía tomando aguadepanela y diciendo cuanta maldición se me venía a la cabeza para mis verdugos.



foto Ibán Ramón.
Pero como pasan todas las cosas de la vida. Llegaba el nuevo día y el desquite. Ya podía comer de todo. Mi madre, me llamaba con cariño y me sentaba en el comedor, ella que era tan buena me había guardado de la comida del día anterior, me sentía cómo un mendigo pasado a rey y comía y comía, pues mi estómago estaba vacío ya no sentía odio ni por mi maestro que había comenzado todo eso, ni por mis padres y tan poco por mi hermano, pero...sí esperaba que a él le tocara el turno de su QUINOPODIO.




lunes, 5 de abril de 2010

¡QUE DARÍA POR VOLVER!


Fotos de Internet.
No hay época más bella que la niñez, es que nos sucede tantas cosas que nos deslumbran, que son imposibles de arrancar de la memoria.
Cerca de mi hogar vivían tres solteroncitas que eran laboriosas y muy unidas. Cada una de ellas sabía que oficio le correspondía dentro de su vida habitual y se respetaban. Una de ellas entraba las vacas para el ordeño por la "puerta falsa" y en la parte interior del solar, sacaba la leche (liquido perlático de la consorte del toro) con la que se ayudaban económicamente.
Otra de ellas se dedicaba a preparar los alimentos, ésta era la más anciana, pero no por ello se le veía haciendo pereza o de su boca se escuchaba lamentos, no, de su labios arrugados se escapaban sonrisas para todo aquel que pasaba por enfrente de su ventana y la saludaba. Era todo un ejemplar de una estirpe que ya no regresará de la misma forma que se han ido el respeto en los hogares, la buena educación, que se cambió por filminas de sexualidad, así mismo cómo se marchó de los hogares el respeto a los padres y de éstos a los hijos; es un panorama desalentador y oscuro que ha traído como consecuencia la violencia.


Pero la tercera de ellas es mi personaje inolvidable. Es la única que recuerdo su nombre. Alejandrina Cadavid a quien todo el pueblo la llama: "JANDO". Una mujer que nació para ser buena a todo lo ancho de la palabra. Menuda sin ser flaca, en todas partes estaba haciendo obras de caridad, se caminaba todas las calles en funciones de la casa, ella mercaba, ayudaba a hacer los arreglos florales en el templo, visitaba a los enfermos, saludaba con alegría a todo aquel que se encontraba a su paso. Se había ganado el aprecio de la población.
Pero su obra maestra (sobre todo para los niños) eran aquellos hermosos pesebres de navidad. Para ello se destinaba la primera alcoba, esa que da contra la ventana y que era inmensa cómo lo fueron aquellas casas de antaño. Ella misma hacía las imágenes y demás personajes que engalanaban el bello pesebre; cocía todo el año los muñequitos y les daba vida, pues de las costumbres navideñas de ésta tierra, hacía: buñuelos, natillas y hasta algunos fritos que colocaba en manos de los muñecos de trapo para darles un toque de realismo que asombraba a todos los que diariamente existían a verlo. Algunos niños, entre ellos yo, que vivía muy cerca, iba todas las noches a rezar la novena, la que aprovechaba para "robarles" a las figuritas aquellos alimentos que Jando con tanto amor y dedicación había hecho en el fogón de piedras y carbón de leña, que era la usanza de aquellos inmortales tiempos y que hoy a pesar de haber pasado tantos años hoy todavía se mesen en nuestro corazón.