Fotos de Internet.
No hay época más bella que la niñez, es que nos sucede tantas cosas que nos deslumbran, que son imposibles de arrancar de la memoria.
Cerca de mi hogar vivían tres solteroncitas que eran laboriosas y muy unidas. Cada una de ellas sabía que oficio le correspondía dentro de su vida habitual y se respetaban. Una de ellas entraba las vacas para el ordeño por la "puerta falsa" y en la parte interior del solar, sacaba la leche (liquido perlático de la consorte del toro) con la que se ayudaban económicamente.
Otra de ellas se dedicaba a preparar los alimentos, ésta era la más anciana, pero no por ello se le veía haciendo pereza o de su boca se escuchaba lamentos, no, de su labios arrugados se escapaban sonrisas para todo aquel que pasaba por enfrente de su ventana y la saludaba. Era todo un ejemplar de una estirpe que ya no regresará de la misma forma que se han ido el respeto en los hogares, la buena educación, que se cambió por filminas de sexualidad, así mismo cómo se marchó de los hogares el respeto a los padres y de éstos a los hijos; es un panorama desalentador y oscuro que ha traído como consecuencia la violencia.
Pero la tercera de ellas es mi personaje inolvidable. Es la única que recuerdo su nombre. Alejandrina Cadavid a quien todo el pueblo la llama: "JANDO". Una mujer que nació para ser buena a todo lo ancho de la palabra. Menuda sin ser flaca, en todas partes estaba haciendo obras de caridad, se caminaba todas las calles en funciones de la casa, ella mercaba, ayudaba a hacer los arreglos florales en el templo, visitaba a los enfermos, saludaba con alegría a todo aquel que se encontraba a su paso. Se había ganado el aprecio de la población.
Pero su obra maestra (sobre todo para los niños) eran aquellos hermosos pesebres de navidad. Para ello se destinaba la primera alcoba, esa que da contra la ventana y que era inmensa cómo lo fueron aquellas casas de antaño. Ella misma hacía las imágenes y demás personajes que engalanaban el bello pesebre; cocía todo el año los muñequitos y les daba vida, pues de las costumbres navideñas de ésta tierra, hacía: buñuelos, natillas y hasta algunos fritos que colocaba en manos de los muñecos de trapo para darles un toque de realismo que asombraba a todos los que diariamente existían a verlo. Algunos niños, entre ellos yo, que vivía muy cerca, iba todas las noches a rezar la novena, la que aprovechaba para "robarles" a las figuritas aquellos alimentos que Jando con tanto amor y dedicación había hecho en el fogón de piedras y carbón de leña, que era la usanza de aquellos inmortales tiempos y que hoy a pesar de haber pasado tantos años hoy todavía se mesen en nuestro corazón.
En mi infancia, mi abuela (que en paz descanse) también hacía unos Pesebres (que aquí en México se llaman Nacimientos) muy lindos, ella en su gran patio hacía toda una aldea, con una gran montaña nevada con Arena y Cal, y un arroyuelo de verdad que escarbaba y llenaba de agua... Todo muy lindo.. como dice usted, son recuerdos hermosos que nunca se podrán arrancar de la mente. Un saludo, y un fuerte abrazo!
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