MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 30 de enero de 2019

LOS CARRAMPLONES.

                                                                                   

                                                                                   ENCIMA  DEL OLVIDO

Aquel minúsculo artefacto, que el diccionario llama “Tachuela del calzado”, llegó a ser moda en la década de los 50 y quizás muchas calendas atrás. Con el fin de proteger los zapatos, especialmente los tacones, se adhería una media luna de hierro, para que en el caminar no se fuera ‘comiendo’ la parte de cuero que corresponde al calcañar, puede haber sido pensando en aquellos que tuercen una media o a esos de pata tan brava que arquean el jarrete. Los condenados adminículos, eran amados por los padres, pues se prestaban para la economía familiar, a esos ‘cachacos’ a la fuerza con ínfulas desmedidas de aparentar, les encantaba el repique producido a cada paso, pues las miradas interrogativas se lanzaban a sus zapatillas de charol. El paroxismo, excitación y vehemencia, eran cuando en la misa de las 9 los domingos, por la nave principal del templo, un devoto, recorriera por entre bancas hasta llegar al comulgatorio, el silencio se partía en mil pedazos y el armonio con música gregoriana perdía la concentración.
El tío Chanito (Gonzalo) llegaba sin anunciar visita, venía desde la cuna de nuestros ancestros. Campesino con el desparpajo propio. Levantaba la cabeza en son de saludo. Iba hasta la cocina en que estaba la dueña de esa parcela y de aquellos zapatos de cuero brotaba el sonido de un par de carramplones retumbando tan estrepitosamente, que las hormigas, lagartijas y cuanto insecto merodeara por el jardín, emprendían una estampida hasta encontrar en las hendijas un lugar de salvación; sin mucho protocolo le daba entender a mi mama el respeto. Con la rapidez de un carterista se despojaba de aquellos dos tormentos que aprisionaba sus pies, acostumbrados a la libertad en los arados, los caminos, las distancias. Con desdén se apeaba del elegante vestido de ‘cachaco’ de dril azul, que colgaba de la percha, hasta que tomara la decisión de regresar a su querencia. 


Alberto.

miércoles, 23 de enero de 2019

ESO NO PESA


PLAZUELA 


Aquella vibración armónica a cada paso entre caderas y busto de las hembras, mostraba a la legua la autenticidad del regalo divino. Los bebes en la lactancia disfrutaban de la leche materna sin componentes químicos. En los devaneos eróticos nadie se sentía engañado y las prendas de vestir se acomodaban fácilmente a aquel encanto natural. Ya existen las de tipo balón de básquet, bombas de helio; las más ‘recatadas’ las rebajan hasta pelota de números. El escote al no acomodarse con ellas, las deja salir atemorizado ante alguna explosión; parecen cuñadas con la barbilla y son observadas por incrédulos fanáticos de la perversión, a quienes son dirigidas las obras de vanidad de los cirujanos plásticos. Son cuidadas con tanto esmero, que los hijos al nacer, no tienen el refugio sublime y amoroso por aquel entorno. La duda ¿Eso pesa?


Alberto.

miércoles, 16 de enero de 2019

SE NOS OLVIDARON



AYUDANTE DE COCINA 

Moisés se fue por las Tablas de la Ley. Diez mandamientos. Regresó y estaba el ambiente plagado de erotismo. La historia tiende a repetirse; los cambios de esa sorpresa del venerable patriarca, se vive hoy con puntos y señales. Se han creado los ‘dioses’ del dinero y la sexualidad, fuera de ellos, la humanidad no encuentra otra alternativa.
¿Qué se hicieron los sentimientos, la honestidad, la fidelidad de los hogares, el respeto por la vida, el dar sin esperar recompensa? ¿Qué camino erróneo tomaron? Se buscaron atajos, que precipitan al abismo. Una vez más Dios, quebrará las Tablas sobre los acantilados y pensará que el hombre, es el punto negro de la creación.

Alberto.

miércoles, 9 de enero de 2019

LA CARANGA


EL DEBUT DE LA FLOR

Este animal, es un chinche (insecto hemíptero), que chupa la sangre humana y deja picaduras irritantes; pero de la ‘caranga’ que nos ocupa, es de un adminículo que tenían las rocolas o traga níquel de la antañona Copacabana, causante de más de una refriega entre los contertulios habituales de las cantinas del poblado, quienes venían a ‘desahogar’ sus penas los fines de semana, con embriagantes libaciones de alcohol. Las mesas, se llenaban de cerveza, aguardiente o ron. La música complementaba la estampa etílica con sus sones sentimentales o, tonadas picarescas. Todo marchaba sobre ruedas, hasta que algún parroquiano cansado de oír la misma melodía, le daba por apretar la dichosa ‘caranga’ que tumbaba el disco. Todas las miradas se fijaban sobre el intrépido contertulio que había osado perturbar el ambiente.
La condenada acción de paralizar el recorrido musical, era una ofensa de padre y señor mío; era igual, a mentarle la madre en ayunas a un hijo pródigo. No había tiempo de disculpas. El silencio se rompía con palabras terminadas en uta lanzadas por el ofendido, que más rápido que se persigna un cura ñato, proyectaba botellas y taburetes sobre la humanidad del irreverente provocador. Se escuchaban alaridos, vidrios rotos y el vibrar de filos de machetes; sobre el piso, quedaban esparcidos ruanas, sombreros y uno que otro carriel.
Flotaba en el contexto olor a sangre. Se escuchaban pitos de la policía; los noveleros se agrupaban cual moscas sobre algo en descomposición, las viejas corrían despavoridas, mientras en el viejo automóvil, trasladaban al herido; del brazo de dos gendarmes pasaba el agresor camino a la guandoca. Al aire, sonaban las campanas del templo, llamando a la feligresía al rosario vespertino. La calma regresaba a la espera del próximo festivo.

Alberto.