EL DEBUT DE LA FLOR
Este animal, es un chinche (insecto
hemíptero), que chupa la sangre humana y deja picaduras irritantes; pero de la
‘caranga’ que nos ocupa, es de un adminículo que tenían las rocolas o traga
níquel de la antañona Copacabana, causante de más de una refriega entre los
contertulios habituales de las cantinas del poblado, quienes venían a
‘desahogar’ sus penas los fines de semana, con embriagantes libaciones de
alcohol. Las mesas, se llenaban de cerveza, aguardiente o ron. La música
complementaba la estampa etílica con sus sones sentimentales o, tonadas
picarescas. Todo marchaba sobre ruedas, hasta que algún parroquiano cansado de
oír la misma melodía, le daba por apretar la dichosa ‘caranga’ que tumbaba el
disco. Todas las miradas se fijaban sobre el intrépido contertulio que había
osado perturbar el ambiente.
La condenada acción de paralizar el
recorrido musical, era una ofensa de padre y señor mío; era igual, a mentarle
la madre en ayunas a un hijo pródigo. No había tiempo de disculpas. El silencio
se rompía con palabras terminadas en uta lanzadas por el ofendido, que más
rápido que se persigna un cura ñato, proyectaba botellas y taburetes sobre la
humanidad del irreverente provocador. Se escuchaban alaridos, vidrios rotos y
el vibrar de filos de machetes; sobre el piso, quedaban esparcidos ruanas,
sombreros y uno que otro carriel.
Flotaba en el contexto olor a sangre.
Se escuchaban pitos de la policía; los noveleros se agrupaban cual moscas sobre
algo en descomposición, las viejas corrían despavoridas, mientras en el viejo
automóvil, trasladaban al herido; del brazo de dos gendarmes pasaba el agresor
camino a la guandoca. Al aire, sonaban las campanas del templo, llamando a la
feligresía al rosario vespertino. La calma regresaba a la espera del próximo
festivo.
Alberto.
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