PLAZUELA
Aquella vibración armónica a cada paso
entre caderas y busto de las hembras, mostraba a la legua la autenticidad del
regalo divino. Los bebes en la lactancia disfrutaban de la leche materna sin
componentes químicos. En los devaneos eróticos nadie se sentía engañado y las
prendas de vestir se acomodaban fácilmente a aquel encanto natural. Ya existen
las de tipo balón de básquet, bombas de helio; las más ‘recatadas’ las rebajan
hasta pelota de números. El escote al no acomodarse con ellas, las deja
salir atemorizado ante alguna explosión; parecen cuñadas con la barbilla y son
observadas por incrédulos fanáticos de la perversión, a quienes son dirigidas
las obras de vanidad de los cirujanos plásticos. Son cuidadas con tanto esmero,
que los hijos al nacer, no tienen el refugio sublime y amoroso por aquel
entorno. La duda ¿Eso pesa?
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