MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 30 de marzo de 2016

¡POR QUÉ NO SE HICIERON!!


Enseñando a recorrer los caminos


Cuando pasan los años, van apareciendo de forma sistemática, algunos reproches de no haber ejecutado acciones quizás sin mucha importancia y que en realidad ningún desgaste abría ocasionado para aquel entonces, pero hoy, el recuerdo está cargado de angustia y un mucho de culpabilidad. En los momentos en que todo se aquieta, van haciendo su aparición instante desperdiciados, por simple pereza, vanidad, un mucho de vano orgullo, que nos acompañó en las delicias de la juventud. Alguna niña que de pronto se sedujo por las palabras, buscó relacionarse, sólo encontró desdén; casi, en la misma forma, fueron tratados algunos niños del círculo de juegos o, de estudio. Se hizo tan premeditadamente, que aún se recuerda con tanta claridad, que no parece que haya pasado tantos años de esas infames descortesías. Arrepentimiento y no repetición.

Cuando llegan del pasado aquellas pesadumbres de instantes desperdiciados, la melancolía embarga y la estúpida pregunta es ¿Por qué no lo hice? Muchas de nuestras actitudes y gustos vienen de España; tal era la de mi padre al gustarle las corridas de toros, jamás entró a una plaza. Tuve en mis manos la forma de llevarlo a cuántas corridas, sin costo alguno y jamás le brindé la oportunidad de que él, desfogara toda la alegría contenida por una eternidad. Un gran dolor.   

miércoles, 23 de marzo de 2016

LA SEMANA SANTA DE ANTAÑO


Estampa de Semana Santa

 Viene a la memoria las actividades religiosas, que se llevaban a cabo en Copacabana en la recordación de la pasión de Cristo. Las imágenes eran hermosas y se colocaban con buen gusto en los “pasos” diarios, que salían en procesión, seguidos de una multitud fervorosa, vestida con respeto, mentalmente hacían recordación del paso por la vida del hijo de Dios. La banda Santa Cecilia del pueblo, hasta el miércoles, dejaba escuchar tonadas alegres, seguida por los niños, cuidadosos de no dañar el “estren”, mandado a hacer con sacrificio a una de las costureras del condado; los mozuelos, no desperdiciaban la oportunidad, de hacerle requiebros, a la hermosa niña despertadora de primeros amores.
Al llegar el jueves y viernes santos, el recogimiento era sobrecogedor. La vestimenta cambiaba, la banda no tocaba bambucos, se interpretaba música gregoriana; en el templo, todo era recubierto de morado, no sonaban las campanas y salía a relucir e invocar la matraca, con su sonido sordo lo contrario a la sonoridad del bronce del altivo campanario, todos los niños y hasta mayores, le querían quitar a Marquitos (el sacristán), que la gordura, lo ponía al borde del infarto. Lo triste de la recordación en aquella época de niñez, era ver a Jesús, echo pedazos, ensangrentado. Llenaba de angustia el corazón de quien aún no había pecado, sintiendo aquel dolor como propio. El domingo lo veía resucitado. 
 

miércoles, 16 de marzo de 2016

QUESITO CAMPESINO

Se estaba muy pequeño, era el año 1945 del siglo pasado. La casa era amplia, echa como para un batallón y la ocupábamos meramente cuatro, de un hogar de aquellos en que primaba el respeto, las buenas costumbres y sobre todo, el amor. La felicidad de los dos pequeños era la llegada del domingo. Desde muy temprano, se escuchaba murmullo de personas, penetrando por las inmensas ventana, se sentía que las bestias se rascaban contra los marcos, era el tiempo de arrojarnos de las camas pues había amanecido el día y lo mejor, domingo, para compartir con los campesinos y verlos descargar de las cabalgaduras, todo aquello que sus tierras producían y que los animales caseros entregaban para la supervivencia.

El peso de los años

El padre abría la puerta y descendía una escala, se infiltraba por entre los dueños del agro, conversaba mientras se fumaban un cigarrillo de sus peripecias cuotidianas, porque ellos y él, eran producto de agrestes montañas que los acercaba al cielo azul y los alejaba del infierno de la ciudad. Todo estaba preparado para el momento encantador, en que le abrían las hojas de plátano en que venían envueltos unos quesitos tan blancos y puros como pensamientos de santo o sonrisa de negro en la playa. No se puede olvidar el agradable olor y la exquisitez de aquel bocado acompañado con arepa echa en callana. 
 

miércoles, 9 de marzo de 2016

TODO SE ESCUCHABA

Una plaza inmensa adornada con arbustos, tres monumentos infaltables en los pueblos de Antioquia: fontana, busto de Bolívar y el de la madre; más el cielo se veía tocado por la palmera majestuosa y danzante al soplo del aire encasillado entre las cordilleras, que pasaba raudo dejando en el ser una refrescante caricia. Sólo los domingos y días festivos se veía atosigada de personas que concurrían al mercado después de salir de misa, bestias aferradas a la ventanas y campesinos abrigados por la ruana, sombrero, carriel y peinilla.

Descansando con armonía

En la semana todo el marco y las calles, eran el disfrute para meditación, las aves se posaban sin temor; se escuchaba claramente el latir del corazón, el murmullo del circular de la sangre por el intrincado viaducto de las venas y hasta el beso cariñoso de la madre, al despedir el hijo que iba para la escuela, se escuchaba desde la elevada torre del campanario de la iglesia. Nada perturbaba la quietud de aquel poblado que llegó a ser conquistador de nuevos territorios, cuna de una sociedad tranquila pasteadora de ganado, amante de buenas cabalgaduras, arquitectos de labrantíos en las empinadas montañas, cuna de hombres sinceros, hogareños, amantes de prolongada prole alimentados con mazamorra, frisoles y arepa, entregados uno a uno a la majestad de Dios. 

miércoles, 2 de marzo de 2016

PRIMEROS PERROS

Los recuerdos, quedaron impregnados al olor que despiden los canes. Seguramente con el biberón que la hermosa madre, entregaba para alimentar, aparecieron los coqueteos a los perritos que se paseaban por enfrente de la casa. Han sido una pasión casi que enfermiza por esto seres que solo saben dar amor. El primero, poco recuerdo, pues su sordera, hizo que fuera a parar a otras manos; no escuchaba y eso hacía que fuera agresivo, fuera de las pelas, del suceso sacó lágrimas amargas. Se cambió de casa y de pueblo. Copacabana era incipiente, el parque era una extensa manga, pastaban gallinas, uno que otro bovino. El hermano casado trajo una perra loba, que duró poco porque se dedicó a seguir a las aves de corto vuelo, era necesario evitar problemas.

En la juventud

Cambio de morada; no más pago de arriendo, era la casa del papá. El vecino no aguantó el acoso y regaló un cachorrito negro de lunar blanco en la frente, parche albino en las patas delanteras. Era sin raza destacada, tan criollo que le encantaban los frisoles; amoroso, fiel guardián a pesar de su baja estatura, guapo y presto siempre a seguir al alocado amo por cuantas travesuras se agrupaban en el cerebro. Juntos atravesaban el caudaloso río, trepaban por los peñascos que engalanaban la quebrada y jadeantes descargaban sus cuerpos sobre la yerba para mirar el firmamento.