Enseñando a recorrer los caminos
Cuando pasan los años,
van apareciendo de forma sistemática, algunos reproches de no haber ejecutado
acciones quizás sin mucha importancia y que en realidad ningún desgaste abría
ocasionado para aquel entonces, pero hoy, el recuerdo está cargado de angustia
y un mucho de culpabilidad. En los momentos en que todo se aquieta, van
haciendo su aparición instante desperdiciados, por simple pereza, vanidad, un
mucho de vano orgullo, que nos acompañó en las delicias de la juventud. Alguna
niña que de pronto se sedujo por las palabras, buscó relacionarse, sólo
encontró desdén; casi, en la misma forma, fueron tratados algunos niños del círculo
de juegos o, de estudio. Se hizo tan premeditadamente, que aún se recuerda con
tanta claridad, que no parece que haya pasado tantos años de esas infames
descortesías. Arrepentimiento y no repetición.
Cuando llegan del
pasado aquellas pesadumbres de instantes desperdiciados, la melancolía embarga
y la estúpida pregunta es ¿Por qué no lo hice? Muchas de nuestras actitudes y
gustos vienen de España; tal era la de mi padre al gustarle las corridas de
toros, jamás entró a una plaza. Tuve en mis manos la forma de llevarlo a
cuántas corridas, sin costo alguno y jamás le brindé la oportunidad de que él,
desfogara toda la alegría contenida por una eternidad. Un gran dolor.
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