MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

REVISIÓN DEL PASADO.

Fábrica IMUSA 1936

“El hombre es maleable casi hasta el infinito (Leo Strauss)

E
s hermoso llegar con los cinco sentidos, a pesar de cabalgar montado sobre tantos años y tener la gratitud latente de todos los instantes vividos. No ha sido una autopista despejada en que no haya pasado momentos angustiosos, acompañados de amargas lágrimas, pero haciendo la cuenta desapasionadamente, son mayores las alegrías y los transes inundados de alborozo; de esos, se ha atiborrado las líneas del Blog, porque es muy poco a quien le gusta pasearse por el dolor. Si uno quiere gozar el recuerdo, debe mantener vigente los instantes supremos de felicidad, así el pasado, no es una carga de frustración, es el muelle que le da solaz a la vejez.
Los hermanos chiquillos que llegaron a un nuevo pueblo, a una casa tan grande en que se necesitaba brújula para no perderse, a conocer otras personas que no vestían ruana para el frío, como aquellos de dónde venían; las mujeres vestían suaves trajes de popelina, los hombres ruana sí, pero, como traje típico del campesino antioqueño. Los niños andaban descalzos, cuando ellos, usaban zapatos después de que les quitaran los escarpines; sintieron desde el principio temores de la llegada a una nueva cultura y notaban a pesar de la edad, que los niños mostraban malquerencia ante los forasteros. Fue en verdad un principio traumático, que como sucede siempre, se diluyó en menos que se persigna un cura ñato. En pocos años estaban aprendiendo las primeras letras en la escuela y se tuvo el agrado de conocer a un gran maestro: Jesús Tapias. Se ejercitó en la defensa para no ser atropellados y que dos más dos, son cuatro. Los trompos zumbaban al salir de sus manos, la pelota brincaba por mangas y calles; la cometa pedía cada momento más hilo, hasta que un ventarrón bajado de la cordillera lo reventaba, papel y varillas quedaban engarzadas en la copa de un árbol. Se conoció la fantasía del cine y los deleites de los primeros amores depositados en una colegiala.
Antigua casa consistorial.

Se aprendió a nadar en las aguas cristalinas de una quebrada torrentosa, en que la naturaleza era prenda de garantía para vivir. Se escuchaba a lo lejos el pito alegre del tren, que pasaba lleno de trashumantes que dichosos, saludaban con pañuelos a los habitantes de la comarca. La mirada se extendía hasta las inmensas montañas, para observar los surcos que las manos callosas y honestas iban arrojando semillas, que la tierra agradecida hacía brotar. La fontana, esparcía tenues briznas de agua que remojaban el sofoco del medio día, cuando en la elevada torre del campanario, sonaban melodiosas 12 campanadas y en la mente del niño se creaban fantásticas imágenes de un futuro promisorio.
Todo sucedió en la añeja Copacabana, pueblo que se quedó engarzado en el alma, igual que el amor de la colegiala, de uniforme azul y blanco.  

miércoles, 18 de septiembre de 2013

60 MIL

Casa en Copacabana del padre 1952.
“Hay un secreto para vivir con la persona amada: no pretender modificarla.” (Dante Alighieri)

L
os antioqueños son adictos a los juegos de azar. Según algunos historiadores, tiene que ver con la sangre judía, que poseen en sus venas y, puede ser cierto. Copacabana permanecía tranquila por allá en la década de los 50 del siglo pasado. La calma se rompió en mil pedazos, cuando por tiendas, cantinas, los reclinatorios, el parque, en los comedores de cada casa y al calor de las cocinas, estalló la bomba, que alguien del pueblo, se había ganado la lotería y no era cualquier cosa, era el premio mayor de la Lotería de Medellín. ¿Quién podría ser? Se buscaba como aguja en un pajar al bienaventurado que había dejado de pasar penurias en este Valle de Lágrimas debido a la suerte. ¡Tendrían un nuevo rico! En los corrillos cada uno hacía sus conjeturas, pero lo que más se escuchaba, era la invocación a Dios, porque tanto dinero hubiera caído en las manos de un pobre; pues (decían), que siempre, la fortuna buscaba a los ricos. La plata busca la plata.
No se tardó mucho en saber quién fue el agraciado. En semana las cantinas poco movimiento tenía de venta de licor, sí mucho ‘tinto’ (café) y refrescos; pero aquel día atravesado en mitad de semana, el Club de Rubio, tenía una mesa en el centro llena de cervezas a Jesús Arroyave, ingiriendo a grandes sorbos, sombrero en alto y gritando: yo fui el que se ganó la lotería. Borracho como una cuba salió y la gente se quedó sin creerle, pero la actitud fue cambiando con el transcurrir del tiempo; don Jesús, fue cambiando de vestimenta, lo mismo la esposa e hijos, construcción de nueva casa con tres pisos, buscando ser un castillo en su arquitectura, tiró lejos el viejo empleo; las borracheras eran con whisky rodeado de damiselas y de los aduladores de turno, que estaban prestos a sacarle hasta el último peso cuando el licor hacía sus efectos y la arrogancia que brinda el dinero, le nublaban el cerebro. Salía el dinero a borbollones, pero no existían entradas. 

Antiguo Tranvía de Medellín.
El futuro era de nubarrones negros de fracaso. El tiempo pasó llevándose consigo las ganancias de 60.000, como llamaban a don Jesús, a quien el licor lo venció y poco a poco, se encontró con la realidad. Todo lo perdió. Volvió a encontrarse solo, sin un centavo en el bolsillo, alejado del hogar y sin afectos. El esplendor del dinero le segó y no pudo ver que antes lo tenía todo para ser feliz. Murió sólo y abandonado en un pequeño cuarto, seguramente con lágrimas en los ojos, sin que nadie le brindara una oración y le cubriera la mirada de angustia.
¿Sí será la felicidad el dinero?


miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA ESPAÑOLA.

Detrás de los estacones.

“Cuando seas yunque, aguanta, y cuando seas martillo, da” (Refranes antioqueños).

E
n el pueblo, pasaban los días y los años sin muchos cambios. Era todo rutinario. El sonido del martilleo en las fraguas. Las campanas de las escuelas llamando a los estudiantes. El repique en el campanario para asistir al rosario diariamente en el templo. La sirena de la empresa IMUSA, que invitaba al trabajo honesto a los trabajadores ya fuera del campo o los citadinos, que ganaban con su sudor, el pan para los hogares. Se escuchaban desde lejos las sirenas de los carros de escalera, al hacer aparición en las calles, trayendo desde la capital, a quienes allí laboraban y a los estudiantes que ya habían dejado el Instituto San Luis, para continuar los estudios en las universidades, que soñolientos estaban acomodados en las bancas del Ford de Luis Arango o el del hermano Pedro Nel. Era tan calmado el ambiente, que se escuchaba, la propia respiración y hasta el trinar de los pájaros que revoleteaban en los guayabales de las riveras de la caudalosa quebrada de Piedras Blancas y hasta el timbre de la bicicleta de Horacio Montoya, que estaba llena de aditamentos, que más bien parecía un altar, resonaba en el silencio conventual de un poblado echo para la meditación, la serenidad y la paz.
Las damas y las parejas de enamorados, sólo contaban con el kiosco para un rato de esparcimiento. Allí, podían escuchar música romántica que los trasportara en aras del sentimiento, del encanto y la ternura, que brotaba de discos de 78 que giraban el traga níquel; las mujeres, con sus dedos finos, apretaban el pitillo aplastándolo, dejando escuchar: “te quiere mucho, poquito y nada” y, el enamorado de turno, se tomaba sus tragos de aguardiente. 
La paz brota desde aquí.

Un día domingo de un año olvidado, dio inicio la competencia. La inauguración con bombos y platillos se hizo a cuadra y media del parque. Regalo de una tanda del servicio a quienes llegaran de primeros a sentarse en unos taburetes hechos en varilla de hierro, forrados en cabuya; espectaculares para aquellas calendas, amplios y descansados que invitaban a pasar largas horas en la Heladería la Española, cuyo propietario Rodrigo Castrillón, hombre dechado de gentileza y amabilidad, hacía que la estadía fuera tan grata, que se olvidara el regreso a casa. Música de actualidad, pero no podía faltar la antigua, ritmo que era la devoción entre el conglomerado de personas de la ciudad tricentenaria. Las damas encopetadas, encontraron en el lugar, el sitio adecuado para la distracción, después de una larga semana de oficios caseros.  

miércoles, 4 de septiembre de 2013

TRES SEÑORONAS

Casa de Juancho Arenas.
“El cuadro está completo cuando se acaba la idea.” (Georges Brague)

La mujer en tiempos idos, permanecía refugiada en el hogar. Era una luchadora incansable dentro del ámbito familiar. Por eso, era raro, verla en actividades cívicas y mucho más, en el desarrollo político en el cerrado círculo de un pueblo. En Copacabana, por los años de 1948 o antes, se hicieron presentes tres distinguidas damas, que sintieron el llamado de la necesidad de luchar arduamente, por el bienestar de sus paisanos y el mejoramiento del lugar terrígeno. Se sentían con la capacidad de levantar sus hijos, por el camino de la honorabilidad y luchar por sus ideas. Como buenas matronas antioqueñas, cada año, llegaba un niño que era recibido con amor y no era obstáculo para desempeñarse en las actividades caseras o por fuera.
Es inexplicable la fortaleza de que estaban engalanadas. Acudían a las reuniones del concejo, llevaban con decoro el hogar, no faltaban a ninguna actividad cívica y les quedaba tiempo, para colaborar con la parroquia en el engalanar el templo en las actividades religiosas.
Concepción Acosta de Rivera (Doña Conchita), Juanita Jiménez de Mejía, Doña Inés Roldán de Tobón, son esas tres damas que quedaron flotando en la gratitud de todo un pueblo. Sacaron de sus corazones, el empuje para que, la provincia saliera adelante a pesar de los tropiezos que encontraron en la mente de quienes no podía aceptar, que la mujer se metiera en los caminos de la política. ¡Eso, era para machos! Canchas de fútbol, pavimentación de vías, escuelas y muchas más acciones en beneficio de los necesitados, fueron algunas de las obras llevadas a cabo por el empuje de las radiantes matronas, fuera de haber procreado una buena cantidad de hijos, que han dado lustre al pueblo. Es el caso de doña Inés, que entregó 4 hijos al sacerdocio; era una dama estricta, elegante y caritativa. Doña Conchita, estaba llena de iniciativas en un cuerpo pequeño; pulcra en el vestir en donde no podía faltar el pañolón negro y aquella hermosa moña que le daba señorío y respeto. 

Casas Antiguas.
Doña Juanita, era de avanzada. Vestía con lujo, llena de simpatía; le gustaba la música y de vez en cuando, se echaba sus bailaditas saboreando uno que otro aguardientico, pero eso sí, estricta en todo lo que le tocara desempeñar, de eso pudieron dar razón, la innumerable prole que don Rafael y ella procrearon en la casa de habitación en el sector del Mojón.
Bellos ejemplares femeninos, que nunca olvidaron la obligación familiar y cumplieron con el progreso de su pueblo. Loa desde el corazón para tan hermosas damas.