Casa en Copacabana del padre 1952.
“Hay un secreto para
vivir con la persona amada: no pretender modificarla.” (Dante Alighieri)
L
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os antioqueños son
adictos a los juegos de azar. Según algunos historiadores, tiene que ver con la
sangre judía, que poseen en sus venas y, puede ser cierto. Copacabana
permanecía tranquila por allá en la década de los 50 del siglo pasado. La calma
se rompió en mil pedazos, cuando por tiendas, cantinas, los reclinatorios, el
parque, en los comedores de cada casa y al calor de las cocinas, estalló la
bomba, que alguien del pueblo, se había ganado la lotería y no era cualquier
cosa, era el premio mayor de la Lotería de Medellín. ¿Quién podría ser? Se
buscaba como aguja en un pajar al bienaventurado que había dejado de pasar
penurias en este Valle de Lágrimas debido a la suerte. ¡Tendrían un nuevo rico!
En los corrillos cada uno hacía sus conjeturas, pero lo que más se escuchaba,
era la invocación a Dios, porque tanto dinero hubiera caído en las manos de un
pobre; pues (decían), que siempre, la fortuna buscaba a los ricos. La plata
busca la plata.
No se tardó mucho en
saber quién fue el agraciado. En semana las cantinas poco movimiento tenía de
venta de licor, sí mucho ‘tinto’ (café) y refrescos; pero aquel día atravesado
en mitad de semana, el Club de Rubio, tenía una mesa en el centro llena de
cervezas a Jesús Arroyave, ingiriendo a grandes sorbos, sombrero en alto y
gritando: yo fui el que se ganó la lotería. Borracho como una cuba salió y la
gente se quedó sin creerle, pero la actitud fue cambiando con el transcurrir
del tiempo; don Jesús, fue cambiando de vestimenta, lo mismo la esposa e hijos,
construcción de nueva casa con tres pisos, buscando ser un castillo en su
arquitectura, tiró lejos el viejo empleo; las borracheras eran con whisky
rodeado de damiselas y de los aduladores de turno, que estaban prestos a
sacarle hasta el último peso cuando el licor hacía sus efectos y la arrogancia
que brinda el dinero, le nublaban el cerebro. Salía el dinero a borbollones,
pero no existían entradas.
Antiguo Tranvía de Medellín.
El futuro era de
nubarrones negros de fracaso. El tiempo pasó llevándose consigo las ganancias
de 60.000, como llamaban a don Jesús, a quien el licor lo venció y poco a poco,
se encontró con la realidad. Todo lo perdió. Volvió a encontrarse solo, sin un
centavo en el bolsillo, alejado del hogar y sin afectos. El esplendor del
dinero le segó y no pudo ver que antes lo tenía todo para ser feliz. Murió sólo
y abandonado en un pequeño cuarto, seguramente con lágrimas en los ojos, sin
que nadie le brindara una oración y le cubriera la mirada de angustia.
¿Sí será la felicidad
el dinero?
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