MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

60 MIL

Casa en Copacabana del padre 1952.
“Hay un secreto para vivir con la persona amada: no pretender modificarla.” (Dante Alighieri)

L
os antioqueños son adictos a los juegos de azar. Según algunos historiadores, tiene que ver con la sangre judía, que poseen en sus venas y, puede ser cierto. Copacabana permanecía tranquila por allá en la década de los 50 del siglo pasado. La calma se rompió en mil pedazos, cuando por tiendas, cantinas, los reclinatorios, el parque, en los comedores de cada casa y al calor de las cocinas, estalló la bomba, que alguien del pueblo, se había ganado la lotería y no era cualquier cosa, era el premio mayor de la Lotería de Medellín. ¿Quién podría ser? Se buscaba como aguja en un pajar al bienaventurado que había dejado de pasar penurias en este Valle de Lágrimas debido a la suerte. ¡Tendrían un nuevo rico! En los corrillos cada uno hacía sus conjeturas, pero lo que más se escuchaba, era la invocación a Dios, porque tanto dinero hubiera caído en las manos de un pobre; pues (decían), que siempre, la fortuna buscaba a los ricos. La plata busca la plata.
No se tardó mucho en saber quién fue el agraciado. En semana las cantinas poco movimiento tenía de venta de licor, sí mucho ‘tinto’ (café) y refrescos; pero aquel día atravesado en mitad de semana, el Club de Rubio, tenía una mesa en el centro llena de cervezas a Jesús Arroyave, ingiriendo a grandes sorbos, sombrero en alto y gritando: yo fui el que se ganó la lotería. Borracho como una cuba salió y la gente se quedó sin creerle, pero la actitud fue cambiando con el transcurrir del tiempo; don Jesús, fue cambiando de vestimenta, lo mismo la esposa e hijos, construcción de nueva casa con tres pisos, buscando ser un castillo en su arquitectura, tiró lejos el viejo empleo; las borracheras eran con whisky rodeado de damiselas y de los aduladores de turno, que estaban prestos a sacarle hasta el último peso cuando el licor hacía sus efectos y la arrogancia que brinda el dinero, le nublaban el cerebro. Salía el dinero a borbollones, pero no existían entradas. 

Antiguo Tranvía de Medellín.
El futuro era de nubarrones negros de fracaso. El tiempo pasó llevándose consigo las ganancias de 60.000, como llamaban a don Jesús, a quien el licor lo venció y poco a poco, se encontró con la realidad. Todo lo perdió. Volvió a encontrarse solo, sin un centavo en el bolsillo, alejado del hogar y sin afectos. El esplendor del dinero le segó y no pudo ver que antes lo tenía todo para ser feliz. Murió sólo y abandonado en un pequeño cuarto, seguramente con lágrimas en los ojos, sin que nadie le brindara una oración y le cubriera la mirada de angustia.
¿Sí será la felicidad el dinero?


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