MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 25 de enero de 2012

EL PALO DEL VOLADOR.


Foto: Monografía de Copacabana. Altar de la Virgen de la Asunción.

"Cuando se quiere estudiar a fondo el amor humano, cuando se quiere llegar a su esencia, nos topamos con Dios. (?)

Había comenzado anochecer. Ya la luna se insinuaba en el cielo. La claridad iba bañando los techos, las calles; los monumentos enclavados en el parque y a las personas que poco a poco se arremolinaban alrededor del atrio de la iglesia. Era un 14 de agosto, día anterior a las festividades de la patrona: la Virgen de la Asunción.

Por diferentes entradas al marco de la plaza, hacían su aparición, campesinos que bajaban de sus veredas, enclavadas en la cima de la montaña. Familias enteras, hasta con niños de brazos, descendían para observar los fuegos pirotécnicos, que cada año desde tiempos inmemoriales ha celebrado la población a su amada patrona.

Desde Quebrada Arriba llegaron los polvoreros, magníficos artesanos de la pirotécnica que llenos de inventiva, elaboraban hermosas obras de arte religioso con los fuegos artificiales. Aquello hacía que los contertulios quedaran con la boca abierta, sobre todo, los niños. De su creación, Salió aquella noche, un volador (cohete) gigante, bautizado cómo 'pabellón'. Costaba de más pólvora que hiciera al artefacto acender hasta grande altura; al explotar llenaba el cielo de colorido e iluminaba el contorno, llenando de luz y sombras la majestuosa plaza. Para que el asenso fuera lo deseado, adhirieron la 'flecha' de la espiga de la caña brava, larga y de poco peso.


Procesión con la Virgen, año 1955.
Hernán salió de la casa como todos los niños llenos de alegría porqué los padres le dieron el permiso. Corría para no perderse ni un solo instante. Entró risueño y jadeante por entre la multitud, para situarse en la esquina suroccidental. Salió raudo el cohete cuando se despegó de las manos del polvorero. Subía y subía...estalló...las luces policromas se expandieron, los miles de ojos estupefactos y en menos de un minuto, Hernán yacía en el suelo atravesado el cerebro por aquella vara que descendió desde gran altura para cortarle la risa del rostro a quien apenas iniciaba una vida.

miércoles, 18 de enero de 2012

LA PEQUEÑA SONRISA.



"la inconveniencia de la adolescencia es no saber lo que se quiere, y sin embargo quererlo a toda costa" (?)

La emisora cultural había calado entre los habitantes del pueblo; así mismo, por municipios vecinos. De algunas partes, llegaban cartas de felicitación por la variada programación: música de antaño, bailable, romántica, tangos; el rosario desde la iglesia en horas de la tarde; se destacaba la audiencia, por la dramatización de cuentos costumbristas de connotados escritores vernáculos.

Cualquier día, notaron que se podía hacer campañas sociales. Fue así, que nació la idea, de LA PEQUEÑA SONRISA. En los diciembres, la mayoría de los niños salían a la calles los 25, a jugar con los traídos de Niño Dios: carritos de madera qué se llenaban de tierra o arena; pelotas de caucho qué rebotaban por las mangas; triciclos llenos de colorido; pistolas de plástico se utilizaban para imitar las películas de vaqueros; otros salían a mostrar con orgullo, la ropa nueva, qué habían encontrado debajo de la almohada. Todo era una fiesta. Allí cerca, estaban también, caritas tristes y llenas de envidia. El Niño Dios, no había dejado nada en sus hogares.


Foto: Monografía de Copacabana. La flecha señala el lugar de la Emisora.
Dos de los locutores, imitavan las voces de ancianos cómo sí fueran abuelitos, concientizando a los oyentes, para que de forma caritativa, hicieran llegar juguetes, que serían entregados a los padres inscritos en la emisora por medio de cartas. Se colocó como fondo de la promoción el tango, El Basar de los Juguetes, cantado por Alberto Podestá.

Aquello, tocó el corazón y despertó la conciencia. Todos los días llegaban obsequios inspirados por la bondad de un pueblo sano y altruista; de la misma forma, en los estudios, recibían esquelas de familias que querían ver a sus hijos sonreír. Aquel diciembre, entró en todos los corazones, una noche de paz.

miércoles, 11 de enero de 2012

¿ESAS BOLAS...?




Foto: familiar.
"Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro" (Confucio)


El padre acostumbraba en los meses de calor subirse a una pequeña terraza de la casa para refrescarse. Después de comer, tomaba escaleras arriba unas veces sólo, otras en compañía de la esposa amada, otras con el hijo menor y muchas los tres juntos.


Aquella oportunidad, cuando las tinieblas de la noche, empezaron a cubrir los techos enmohecidos de las casas y las luces de las bombillas titilaban a lo lejos, el hijo, qué tenía puesta la mirada en las mangas llenas de pequeños arbustos en la parte norte, notó algo raro. Vio cómo desde la parte alta de la montaña, rodaban sin ningún tropiezo, grandes bolas de fuego, llegaban hasta cierto punto y desaparecían. En ese instante no dijo nada al padre que echaba bocanadas de humo del cigarrillo que acababa de encender.



Foto: de archivo
Conversaban cosas baladíes de la vida cotidiana, posaban sus miradas en el morro del cementerio, recordando que hacía poco, habían enterrado a una persona que murió de una enfermedad 'muy rara'. El anciano padre, mirando al costado oriental, le murmuraba, qué el lugar se estaba llenando de nuevos habitantes y qué el pueblo crecía a gran velocidad.


El hijo volvió a mirar el lugar en donde observó la bola de fuego. En ese momento apareció otra. No aguantó y se lo comunicó al progenitor. Los cuatro ojos se quedaron fijos en el punto de partida de aquel objeto. Sí, ambos las vieron salir, rodar y desaparecer. El padre prendió otro cigarrillo. Tranquilamente le expresó al hijo utilizando una exclamación acostumbrada en esos casos: hoy sábado día de la Virgen; mijo: ¡Esas son brujas!

miércoles, 4 de enero de 2012

UN RETORNO INESPERADO.



"El mentiroso, aunque se presente sobre un pedestal de oro macizo, es un cadáver que piensa". (?)

Al levantar el auricular, se escuchó la voz del amigo de toda la vida. ¿Querés ir a ver el alumbrado de diciembre en el pueblo? ¡Está muy bonito! Hicieron una recopilación de fotografías del viejo Copacabana; ¿sí, o no? ¡Claro! Fue la respuesta inmediata.

Se llegó utilizando el trasporte de Metro. Estaba empezando a oscurecer. Las nubes se habían tornado de colores azulados y rojizos. Las calles ya no eran con la pasividad de antes, estaban llenas de vehículos con pitos ensordecedores; gente que caminaba a prisa en ambas direcciones; casas antiguas qué albergaron familias numerosas, desaparecieron del entorno y fueron cambiadas por pequeños restaurantes, talleres de mecánica o almacenes dedicados a la línea automotriz. La sensación visual no fue la mejor. Produjo angustia en el alma. Sigue el recorrido; se pregunta por los moradores de las viviendas, la respuesta siempre es la misma ¡Ya fallecieron!


El parque despide de los cuatro costados luces navideñas. Los senderos, bancas, bustos y árboles están iluminados de colores rojos, amarillos, azules y verdes; es una hermosa policromía que atiza la paz interior; pero, por el lugar, no se encuentran las caras de las personas con quienes compartimos los años juveniles, están dormidas para siempre. Encontramos algunas en fotos, como a Gallo el peluquero, a 'Guainuz y Majín' y una del equipo de fútbol donde se queda para siempre, sin que nadie reconozca.



Durante el recorrido se iba mitigando el dolor, con tragos de aguardiente. Fue una noche de remembranzas agridulces. Nada va quedando del poblado que nos arrulló entre la cuna de sus montañas. Se murieron los amigos, se derruyeron las casonas y se acabaron las costumbres coloniales.