"El mentiroso, aunque se presente sobre un pedestal de oro macizo, es un cadáver que piensa". (?)
Al levantar el auricular, se escuchó la voz del amigo de toda la vida. ¿Querés ir a ver el alumbrado de diciembre en el pueblo? ¡Está muy bonito! Hicieron una recopilación de fotografías del viejo Copacabana; ¿sí, o no? ¡Claro! Fue la respuesta inmediata.
Se llegó utilizando el trasporte de Metro. Estaba empezando a oscurecer. Las nubes se habían tornado de colores azulados y rojizos. Las calles ya no eran con la pasividad de antes, estaban llenas de vehículos con pitos ensordecedores; gente que caminaba a prisa en ambas direcciones; casas antiguas qué albergaron familias numerosas, desaparecieron del entorno y fueron cambiadas por pequeños restaurantes, talleres de mecánica o almacenes dedicados a la línea automotriz. La sensación visual no fue la mejor. Produjo angustia en el alma. Sigue el recorrido; se pregunta por los moradores de las viviendas, la respuesta siempre es la misma ¡Ya fallecieron!
El parque despide de los cuatro costados luces navideñas. Los senderos, bancas, bustos y árboles están iluminados de colores rojos, amarillos, azules y verdes; es una hermosa policromía que atiza la paz interior; pero, por el lugar, no se encuentran las caras de las personas con quienes compartimos los años juveniles, están dormidas para siempre. Encontramos algunas en fotos, como a Gallo el peluquero, a 'Guainuz y Majín' y una del equipo de fútbol donde se queda para siempre, sin que nadie reconozca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario