MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

VENDEDORA DE VELITAS


Amistad sin colores

Transcurría esa hermosa época en que el respeto existía…cuando al poblado de Copacabana, lo iluminaba un sol radiante, se oía el taconear del transeúnte por sus calles vacías; se alcanzaba a escuchar el ajetreo de las mujeres en las cocinas, al amparo del calor de fuego expedido por el carbón de leña. El silencio del vecindario se rompía cual cristal, al amanecer del domingo. Las campanas del templo a la alborada llamaban a misa, los toldos alineados moteados de blancura, exhibían llenos de esperanza sus productos, con sobredosis de honradez; por los cuatro costados, hacían aparición los campesinos, enjaezados entre la ruana con el olor característico a tierra y musgo, aroma sin igual de la laboriosidad. Oraban para que al regreso, los pies retomaran aligerados de carga, el carriel con unos pesos premio al tesón y la gratitud con el campo, cuna en que se mecen las esperanzas. Por el espacio del acogedor parque, se esparcían la música de la retreta en los instrumentos de la banda municipal, envueltos en el círculo de la chiquillería bulliciosa y expectante. Las cantinas hervían de parroquianos al encuentro del dios Baco, luciendo con orgullo sus machetes de 24 pulgadas; se hablaba de arados, de vacas, linderos, escrituras, bocatomas de agua para los labrantíos y hasta de la mujer amada.
A la sombra de frondoso árbol de mangos, los dulces.
  


A un plato voy a dar

 Hasta allí, llegaba el fatigado padre, después de haber recorrido cada uno de los lugares en que la naturaleza, estaba esperando para abastecer el hogar. La vendedora de colorido traje, capucha blanca que le cubría el cabello, delantal de amplio bolsillo (caja fuerte de tela), a donde iban a parar las monedas y su amplia sonrisa, ponía a disposición su endulzante mercancía. El padre, sabía que en cada golosina iba la renovación del amor con su esposa. Pequeño detalle que le hacía chuparse los dedos.  
       

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Y SE AMARON


Francisco Mejía Arango

El amor, está lleno de sorpresas apareciendo (lo más bello él), sin que se ande buscando o tenga una planificación metódica; llega casi siempre sin avisar en el día, lugar u hora menos pensada, basta una mirada para que algo sorprendente suceda dentro del andamiaje de los sentimientos para que brote la ternura, la vida se llena de luz, música, bondad e insomnios. La soledad, deja de ser compañía angustiosa y se transforma en emociones vivificantes que hacen de los amaneceres irradiadores de felicidad. El camino iluminado por el cariño, es propenso para divagar de la mano con la ensoñación, unidos hasta el ocaso. 
Ella, era una mujer acostumbrada a la ciudad a más de bella, la hija menor de una extensa familia, cuidada como una joya invaluable. Él todo lo contrario. Un hombre con olor a musgo, ha arado movido por manos callosas, levantado entre golpes de azadón. A pesar de la diferencia abismal, un buen día fueron cautivados por el inquieto Cupido, ese niño vendado, que lanza sus flechas a la deriva sin importarle en qué lugar da en el blanco. Ellos, se dejaron llevar por la seducción y soñaban con un hogar construido con vigorosas cepas, dónde ni el cansancio, la maleficencia del vulgo, los vaivenes económicos, intriga e infidelidad, pudieran nunca trastocar sus vidas. Sé hicieron uno, tan vigoroso, que nada pudo jamás, contrarrestar la unidad.

Nina Vélez Muñoz

Juntos atravesaron las épocas doradas de la juventud, yuxtapuestos el corredor florido de la ancianidad, con sus cabellos plateados en nobleza y un corazón predispuesto al amor. En el largo viaje de la existencia, tropezaron con vacíos insondables, que sortearon asidos de las manos de la nobleza y cobijados por la ternura, esperaban el nuevo amanecer, en que las irradiaciones de un sol de esperanzas matizaba las angustias y desesperanzas. Juntos llegaron al ocaso con un rostro iluminado por la alegría, compartido hasta el final con la progenie, resultada desde aquel flechazo lanzado al azar.  
           

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿POR QUÉ?


Pintura 1

Estaba sentada la anciana duda, a la sombra de un frondoso árbol, con su ropaje desteñido mirando intranquila el transcurrir de la vorágine de la existencia. Sus manos huesudas, no dejaban de temblar. Del raído manto que cubría el rostro, se asomaban unos mechones de cabello curtidos por el tiempo, que la brisa iba agitando, con el temor de que fueran desprendidos del cráneo donde estaban aferrados. De lo que se alcanzaba a percibir del rostro, se notaba que nunca llegó a ser feliz, que había pasado la vida llena de preguntas, zozobras, angustias, debilidades y que de esas mismas frustraciones, las transmitió a todo aquel inocente trashumante, explorador de su amistad. Caminó siempre en busca del débil, entró en la mente de la juventud, se posó en el nido de los enamorados; era la reina en la actitud de los políticos y el hada en religiones y sectas. Aquello que tocaba, se volvía confusión, angustia, desastre.
Demostraba, allí, en ese paraje en que se encontraba, que jamás hizo gala de una amistad duradera, en ella, todo era oscilaciones, titubeos, indecisión y perplejidad, cuna insondable de celos, infidelidad, crímenes, guerras la hecatombe. No estaba allí yaciendo tal y como se podría ver, tomaba un descanso para fortalecerse, he iniciar con ahínco las asechanzas sobre la debilidad de un mundo hecho para su reinado.

Pintura 2

Pasaban a su lado para darle aliento, los celos, infidelidad, odio, envidia, animándola a continuar con su derrotero de incertidumbre sobre la humanidad. Con el temor del engaño en las palabras de respaldo, se aprestaba para volver a las andanzas, corroer a su paso la felicidad de un cosmos que ella, había labrado en inseguridad, perfidia, desazón y violencia. Atisbaba aguzando la vista, que por el sendero, no hiciera aparición su peor enemiga: la certeza; la que con su inmensa fortaleza destruía la iniquidad de su existencia. 


miércoles, 9 de septiembre de 2015

DESEMPOLVANDO


Copacabana y su vieja estación del ferrocarril

Desempolvar, era la palabra usada por las madres con mucha frecuencia, cuando se dedicaban a limpiar el cobijo, no sólo cuando el viento traía el polvo en el juego alocado de los remolinos, sino, también, con las travesuras de los vástagos, ciclones naturales de desorden. Hoy se quiere utilizar, para sacudir la polvareda de infinitos recuerdos, cubiertos por el tiempo para mostrarlos, que aunque sencillos, ingenuos, no dejan de ser evocadores de una época matizada por las delicias de la candidez. Los actos por pequeños, eran movidos por la fuerza motriz del amor.
Sé evoca aquel instante acogedor en que toda la familia se agrupaba en el comedor. Siguiendo la norma de la urbanidad, se esperaba que el padre, se sentara primero, después cada uno ocupaba su lugar. Mientras se degustaba el alimento, no faltaba la reprensión por alguna nota discordante de uno de los comensales; era allí, en aquel monumento de la solidaridad, en que se conocía el valor de los ancestros, se expedían las normas, enseñanza de la caridad, respeto por el semejante; distinguir entre el bien y el mal. Era pues en ese escenario, la universidad de la vida regentada por los maestros de la fidelidad acrisolada por el amor, a la espera de vernos graduados en los señores del futuro. Todo esto acaecía saboreando el plato materno.   

Ojo con lo que hacen tus hijos

Al seguir sacudiendo los anaqueles de la nostalgia, se roza con las hermosas niñas buscadas para que los domingos o días de fiesta, salieran por las calles recolectando dinero, para alguna obra benéfica, deportiva o cultural. Pegaban insignias con alfiler en el pecho de los parroquianos; atravesaban un lazo en la vía para detener los vehículos y con la mejor sonrisa tan casta como seductora, pedían a los visitantes la colaboración. Entre ese ramillete de flores en despunte, resaltaba nuestro primer amor. Hoy una venerable rosa, que se niega a marchitar.
    
     

martes, 1 de septiembre de 2015

LA RAZÓN DE VIVIR


Años entre la naturaleza

El peso de los años, iban carcomiendo la vitalidad de los seres queridos, los padres. Uno a uno se fueron yendo y el último suspiro, se quedó gravado en tallas perpetuas en el corazón. Son imborrables. Los vacíos dejados eran insondables. Una oscuridad terrible cubría la casa; la paredes era frías, el jardín familiar perdía su verdor, las flores estaban apolilladas, las abejas se alejaron al no percibir el néctar. El viejo radio calló para siempre al no encontrar quien lo escuchara; en la puerta no se volvieron a oír los toques de vecinos que llegaban a compartir vivencias; las ventanas se serraron al paisaje y los rostros no volvieron asomarse por los postigos. La soledad, llegó para quedarse y las quimeras ocuparon los espacios, nada volvió a ser igual.  
Sé posó una mirada postrera por la querencia, para retener en la memoria los bellos instantes vividos, no olvidar que allí dormitó la serenidad, la enseñanza, el amor y la paz. Serró el portón y guardó la llave, caminó despacio sin mirar atrás, sabía que era la última vez…Aquel sufrimiento lo iba amortiguando la batalla emprendida con la llegada de nuevas existencias, procreadas con amor en el vientre de la mujer amada; esos hijos, sin saberlo, fueron el oasis que refrescó la jornada, mitigando con sus risas, travesuras y porqués, los recuerdos de épocas doradas. Las lágrimas pasadas se embriagaron con los nuevos rostros inquisidores. 

Niña relajada

Los amaneceres dejaron de ser sombríos, pues, se anteponían las risas en los rostros angelicales, que llegaban al tálamo matrimonial en busca de calor o a escuchar historias narradas de tiempos idos, en las que no podían faltar, las epopeyas de los ancestros  arrieros, que a lomo de mula, hicieron patria; dejando en cada fonda tatuada con el filo del hacha, la honorabilidad, el valor, la responsabilidad, el espíritu de conquista que guardaban en uno de los bolsillos secretos del carriel, junto con la carta de la mujer amada.
Algo de eso quedó acuñado para siempre, en el transcurrir de sus vidas.