MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

VENDEDORA DE VELITAS


Amistad sin colores

Transcurría esa hermosa época en que el respeto existía…cuando al poblado de Copacabana, lo iluminaba un sol radiante, se oía el taconear del transeúnte por sus calles vacías; se alcanzaba a escuchar el ajetreo de las mujeres en las cocinas, al amparo del calor de fuego expedido por el carbón de leña. El silencio del vecindario se rompía cual cristal, al amanecer del domingo. Las campanas del templo a la alborada llamaban a misa, los toldos alineados moteados de blancura, exhibían llenos de esperanza sus productos, con sobredosis de honradez; por los cuatro costados, hacían aparición los campesinos, enjaezados entre la ruana con el olor característico a tierra y musgo, aroma sin igual de la laboriosidad. Oraban para que al regreso, los pies retomaran aligerados de carga, el carriel con unos pesos premio al tesón y la gratitud con el campo, cuna en que se mecen las esperanzas. Por el espacio del acogedor parque, se esparcían la música de la retreta en los instrumentos de la banda municipal, envueltos en el círculo de la chiquillería bulliciosa y expectante. Las cantinas hervían de parroquianos al encuentro del dios Baco, luciendo con orgullo sus machetes de 24 pulgadas; se hablaba de arados, de vacas, linderos, escrituras, bocatomas de agua para los labrantíos y hasta de la mujer amada.
A la sombra de frondoso árbol de mangos, los dulces.
  


A un plato voy a dar

 Hasta allí, llegaba el fatigado padre, después de haber recorrido cada uno de los lugares en que la naturaleza, estaba esperando para abastecer el hogar. La vendedora de colorido traje, capucha blanca que le cubría el cabello, delantal de amplio bolsillo (caja fuerte de tela), a donde iban a parar las monedas y su amplia sonrisa, ponía a disposición su endulzante mercancía. El padre, sabía que en cada golosina iba la renovación del amor con su esposa. Pequeño detalle que le hacía chuparse los dedos.  
       

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