Años entre la naturaleza
El peso de los años,
iban carcomiendo la vitalidad de los seres queridos, los padres. Uno a uno se
fueron yendo y el último suspiro, se quedó gravado en tallas perpetuas en el
corazón. Son imborrables. Los vacíos dejados eran insondables. Una oscuridad
terrible cubría la casa; la paredes era frías, el jardín familiar perdía su
verdor, las flores estaban apolilladas, las abejas se alejaron al no percibir
el néctar. El viejo radio calló para siempre al no encontrar quien lo escuchara;
en la puerta no se volvieron a oír los toques de vecinos que llegaban a
compartir vivencias; las ventanas se serraron al paisaje y los rostros no
volvieron asomarse por los postigos. La soledad, llegó para quedarse y las
quimeras ocuparon los espacios, nada volvió a ser igual.
Sé posó una mirada
postrera por la querencia, para retener en la memoria los bellos instantes
vividos, no olvidar que allí dormitó la serenidad, la enseñanza, el amor y la
paz. Serró el portón y guardó la llave, caminó despacio sin mirar atrás, sabía
que era la última vez…Aquel sufrimiento lo iba amortiguando la batalla
emprendida con la llegada de nuevas existencias, procreadas con amor en el
vientre de la mujer amada; esos hijos, sin saberlo, fueron el oasis que
refrescó la jornada, mitigando con sus risas, travesuras y porqués, los
recuerdos de épocas doradas. Las lágrimas pasadas se embriagaron con los nuevos
rostros inquisidores.
Niña relajada
Los amaneceres dejaron
de ser sombríos, pues, se anteponían las risas en los rostros angelicales, que
llegaban al tálamo matrimonial en busca de calor o a escuchar historias
narradas de tiempos idos, en las que no podían faltar, las epopeyas de los
ancestros arrieros, que a lomo de mula,
hicieron patria; dejando en cada fonda tatuada con el filo del hacha, la
honorabilidad, el valor, la responsabilidad, el espíritu de conquista que
guardaban en uno de los bolsillos secretos del carriel, junto con la carta de la
mujer amada.
Algo de eso quedó
acuñado para siempre, en el transcurrir de sus vidas.
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