MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 27 de abril de 2016

LOS CARRITOS DE MADERA


Atardecer

Para aquella edad en que se disfrutaba con las cosas más sencillas, cuando el aire, las copas de los árboles, dejarse llevar por la corriente; arrastrarse loma abajo, comer mortiños y hacer con la imaginación los vehículos de madera, para apostar carreras o simplemente disfrutar de las delicias de una sobredosis de velocidad, eran comunes en aquel pueblo grato al corazón. Las ruedas, las mandaba hacer el padre al anciano carpintero encargado del oficio en IMUSA; cuando éstas llegaban, el resto del armazón, las estaba esperando. Con amor se le daba vida y varios compañeros emprendían la subida por la carretera que por largo tiempo se llamó “la vieja”, se subía la pendiente hasta llegar a las hermosas casas de Zacarías y Segundo Montoya, en la planicie se descansaba y con el amigo de toda una vida, se tomaban fuerzas para emprender la bajada.
Mientras uno manejaba la cuerda que hacía de timón, el otro, con toda la fuerza, empezaba a empujar y cuando ya la velocidad estaba al máximo, se trepaba en la parte de atrás y juntos se dedicaban a descender raudos esquivando los pocos vehículos que por allí transitaban pasando vertiginosos por la casa de los padres; algunos curiosos les echaban bendiciones cuando pasaban como almas que lleva el diablo. Ellos, estaban poseídos por el vértigo y la amistad que los unió.
 

miércoles, 20 de abril de 2016

LOS PRIMEROS DEVANEOS


Encuentro inesperado

Se comenzaba a mirar con admiración el sexo contrario, aunque aún, se estaba escuelero. En las idas a misa en comunidad, se lanzaban miradas a las niñas que estaban en la otra nave del templo. Cualquier día de esos domingos, se encontraron las miradas infantiles e ingenuas; ella, hermosa con trenzas rematadas con moños, encubiertos por la pañoleta signo de respeto y aquel niño pretendiente con el gorro ladeado, de forma coqueta, con la que pretendía llamar la atención a la Dulcinea infantil.  Decían que se querían con la mirada, la niña se sonrojaba, mientras él, creíase todo un galán, esperando no ser detectado por el maestro encargado de la disciplina. El galanteo dominical dentro del templo, un buen día perdió el temor y se citaron en la parte de atrás de la histórica capilla.
Otra niña era la emisaria, que acordó el encuentro después de terminar las clases de la tarde. Salió él, con la maleta recostada a las espaldas, las piernas inestables, un rumor se escuchaba dentro del pecho, tendría que caminar varias cuadras, el sol era más brillante que un día normal; la brisa le agitaba el cabello, sudaba frío y hablando consigo mismo, se preguntaba: ¿Cómo será eso de un cita amorosa? ¿Qué digo, que le guste y que no que la pueda ofender? El papá decía, “la primera impresión es la que queda por siempre”. Se reprochaba por haberse metido en ese cuento de mayores.
 

miércoles, 13 de abril de 2016

INCONFORMES


Un cielo raro

Es algo tan ligado al ser humano, que a veces pasa inadvertido para el arrumen de los mortales. Se trata la ambición. Ese apetito maligno de poseer más, de no estar conforme con lo que se tiene y codiciar, envidiar, sin encontrar una meta para parar y descansar. En aquel pueblo por siempre amado de Copacabana, tuvieron existencia dos prósperos comerciantes, que cuando se encontraban, parecían 2 gatos en la cocina cuando se empieza a cortar la carne; ñarreaban de forma tan lastimera, lamentándose de la pobreza, que provocaban hacerles una colecta para sacarlos de las “penurias”. Las críticas de las gentes sobrepasaban los límites y cierta desazón se encubaba en los corazones, reprochando la actitud ingrata de quienes estaban abrazados por la prosperidad.
Era la constante en los esporádicos encuentros, pues no les quedaba tiempo para salir y disfrutar de las bellezas de entorno, del encuentro de un buen amigo para hacer reminiscencias, sólo, era el trabajo, el que les ocupaba el tiempo y quizás, el conteo de dinero les hacía la vida placentera, aunque el vulgo, comentaba que uno de ellos, no llevaba las ganancias al banco, que atesoraba sus ganancias en el colchón de la cama en que dormía; sea como fuera, un día, las llamas empezaron a devorar la tela, la paja con que rellenaban a aquel refugio del cansancio y con ellas el dinero. Nuestro hombre no soportó y al poco tiempo murió.
     

miércoles, 6 de abril de 2016

RADIO NOVELAS


En contacto con la naturaleza

Las amas de casa, estaban de revuelo. En las horas de la tarde podrían escuchar en sus receptores, la novela que había agitado la sensibilidad de los corazones hispanos, escrita por Felix B. Caignet en Cuba la bella (El derecho de nacer). La promoción había llenado de expectativas a los hogares, entre los que se contaba, la bella mujer, que un día me dejó ver el mundo. Se movía cual hormiguita por toda la casa, tratando de hacer los oficios domésticos a tiempo y poder sentarse en frente del radio y empezar a escuchar el capítulo del día. Manoteaba, maldecía, lloraba, cuando escuchaba la crueldad del mundo salir por el parlante en las voces de los actores. Su debilidad nerviosa, la hacía susceptible al dolor y aquello, dejaba de ser un pasatiempo, para convertirse en crueldad.
De ver el estado angustioso a que llegaba y que ella vivía con intensidad, era mejor empezar a disuadirla de que aquella radionovela no era apta para su salud, porque estaba escrita sobre la realidad de un mundo egoísta y cruel y que un ser bueno y altruista como ella, no tenía la dureza de corazón, para usufructuar aquellos capítulos diarios que entraban a su alma, en cambio sí, le convertían el resto del día, en un camino lleno de abrojos, que ella, no era capaz de transitar porque su espíritu no se formó para la violencia, sino para la dádiva y el amor.