MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 20 de mayo de 2020

LOS NIÑOS Y LOS CHUPOS


ARRIERO DE COPACABANA

Quién se mete a hablar del pretérito, se le va observando como amante de los cavernícolas, a alguien qué en el tiempo de las grutas volaba encima de un Ornitisquio (dinosaurio volador), es cómo dicen las gentes cachet, “pasados de moda”. Pero no hay tal. Eso de sacar a desempolvar el ayer, es verdaderamente agradable, convierte al explorador en un extraño ser que aun ejecuta la gratitud, una virtud desaparecida del contexto social; también tiene el encanto del minero aurífero, al menear la batea y ver en el fondo la chispa del anhelado oro. Por eso y otras cosas, es que hace el recordar, una alegría indescriptible, aunque por instantes se revuelva con alguna lágrima; sé sabe que son muchos de los que no entienden nada de ese ayer, y saltan de felicidad al ver medio escondido, algo que toca la fibra de sus ancestros, por eso, es grato ser contador de vivencias, limpiador de anaqueles en que reposan escondidos librejos de lomos raídos por el contacto de manos callosas, trato brusco de niños ávidos de saber o de dedos delicados de esbeltas mujeres apasionadas por el parnaso en que se agita el corazón.

Aquel rinconcito que era Copacabana escondida entre las nebulosas del tiempo, se mantenía apacible, romántica, meneada por la brisa acompañada de trinos de ‘pinches’, cucaracheros y uno que otro sinsonte bajado de las montañas; por eso, al caminar las calles, se alcanzaba a escuchar el sonido de las máquinas de coser Singer, impulsadas por pies femeninos cubiertos par chancletas o babuchas de abuelas, cosiendo ropa de cargazón. La estampa familiar se observaba sin ningún tapujo, pues las puertas y ventanas eran atalayas para otear la pujanza de los hogares. Cada uno ocupaba el lugar que le correspondía: La que estaba atareada en la humeante cocina, la que con jabón Camel e inclinada, lavaba la ropa y junto a los carreteles de hilo, telas recortadas, dedales etc. no podía estar ausente el bebé semicubierto, pues sólo usaba una camisita y con las nalgas al aire, mientras en la boca con fuerte mandíbula agarraba un chupo semiamarillento por el uso, encasquetado en una botella de gaseosa Carta Roja, lleno de aguapanela con leche acabada de ordeñar y vuelta a calentar en el fogón de tres piedras en que la madre atizaba el carbón de leña.   

Alberto.         
      

miércoles, 13 de mayo de 2020

LOS KIOSCOS


KIOSCO VIEJO DE COPACABANA

Traer desde por allá tan lejos, pequeños momentos vividos en esa cajita en que permanecía resguardado para no permitir que nadie perturbara la alegría, eso, no conlleva al esfuerzo. Copacabana era la cripta en que fueron ocultos los sentimientos más bellos que caben en el corazón de niño, joven y adulto. Corría el año de 1946 o 47, la administración y quizás la SMP (Sociedad de Mejoras Públicas), se propusieron darle al pueblo un lugar de esparcimiento; emprendieron la construcción del kiosco, aquel, de redondel, en que el aire, el sol, las golondrinas, pasaban sin encontrar obstáculos; en dónde las parejas se podían mirar al amparo del libre regocijo, sin que apareciera el escarnio o la duda, mientras en el pequeño y redondo cubículo de la administración, en el tocadiscos giraba disco de acetato a 78 rpm, con temas románticos. Cuando se empezó a constituir la distracción del conglomerado, el caguetas ocupaba el caserón en que estuvo una de las primeras capillas, en la esquina noroccidental del parque, diagonal a doña Concha Acosta, propiedad de Los Isaza, acaudalada familia; desde ahí, empezaba a fraguarse los juegos con que la chiquillada disfrutaba y sin querer queriendo, se volvían la calamidad. Los pobres albañiles en el día colocaban 7 hiladas de ladrillos y los “angelitos” en la oscuridad de la noche, tumbaban 3, escondiéndose del que salía buscar en los escondidijos.   

Aquella plaga de inocentes infantes desaparecía como por arte de magia, al divisar a ‘Patalán’ el inmenso policía que estaba de ronda en la noche. Lo bello, acogedor y tierno del lugar, recibió órdenes de conciencias mediocres de perderse de la historia y mucho también de culpa, al crecimiento de la población. Ya la juventud estaba posesionada en el cuerpo del infante de ayer, cuando en el mismo lugar apareció el nuevo disipadero de la comunidad. Un kiosco grande con plancha de cemento, administración con harta capacidad, un muro para resguardar el piano de 100 melodías, un piso embaldosado y varios meseros para atender la clientela. Éste, ya no era refugio de jugadores de ajedrez, ni tertulias con el padre Jaramillo, el romanticismo de lo sencillo lo desbarató la super población, esa, qué no tiene amistad y se pandea sin asomos de sentimientos, pero no por eso, allí, se quedaron engarzados bellos momentos, unos, con el sabor a anisados y otros, con el recuerdo de labios pulposos en el rostro de los primeros amores. Este, duró lo que le permitieron las raíces de unas matas de “balazos” sembradas en una era cercana que levantó el piso, dándole paso al actual. 

Alberto.   
      

miércoles, 6 de mayo de 2020

PENSAMIENTOS...


GUATAPÉ Y SU ATARDECER.

¿GENEALOGÍA? Estudio pa’ chicaniar, que se va evaporando con cada matrimonio.

¿NOVELERO? Se mete donde no le importa y no ayuda a nada.

¿REVOLCARSE? Calmar el deseo sexual antes de tiempo, cuando aún los calzones huelen a miaos.

¿RESENTIMIENTO? Falta de saber valorar el momento que causo el dolor. Fanatismo.

¿REALIDAD? Los hijos se ganan, no se compran.

¿ESTUPIDEZ? Si nos comiéramos las burradas cometidas, moriríamos hastiados. 

¿INCÓGNITA? ¿Por qué cuándo las familias eran numerosas se vivía mejor que a ahora, que existe control natal y hay superpoblación?

¿PELIGRO? Cuando un amigo se trasforma en enemigo. 

¿RUTINA? Camino que conduce inexorablemente al tedio.

¿HASTÍO? Cuando las frivolidades del mundo dicen que ha llegado el momento arrepentirse.

¿PRODUCIR? Actividad esencial para encontrar respeto