MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 27 de febrero de 2013

POCAS COSAS VAN QUEDANDO.

Algo de lo que se encuentra en un carriel.

"Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años" (Habraham Lincoln).


S
Í, las cosas no son estáticas. A cada giro de las manecillas del reloj, perciben el cambio sistemático y lo que en el ayer era síntoma de vergüenza, hoy es una ‘virtud’ o digno de ser seguido para no ser llamados retrógrados, pasados de moda e inamovible de un ayer. A quienes hoy, todavía sobrevivimos del siglo pasado, se nos hace caótico aceptar la violencia de los cambios, aunque existen algunos que nos llenan de beneplácito, a decir verdad, son pocos.
El rompimiento del núcleo familiar, la extravagancia de tantos derechos, han hecho posible la apertura al caos que reventó la paz entre la humanidad, que escogió caminos equivocados. No todo lo de ayer es bueno, ni es absurdo lo que tenga que ver con los tiempos actuales, el desequilibrio fue romper de un solo tajo las dos épocas.
Los padres del trueque existencial, psicólogos y sociólogos, embadurnaron la mentalidad de un mundo expectante, se aprovecharon de la situación para cada cual por su lado, demeritar lo instituido, acabando con las normas, escribiendo cuartillas enteras llenas de derechos; eso, hizo que, la familia se debilitara y al romperse la médula en que se reclina la generación, el derrumbamiento es hasta las cepas; el producto son los llantos de hogares perdidos, cárceles hacinadas, reformatorios para drogadictos, calles por donde deambulan igual que zombis jóvenes de ambos sexos infestados por los alucinógenos, hijos que rechazan sus padres.
Feligresía.


Niñas con olor a orines, embarazadas, sin que sepan quién será el padre de la criatura, por la promiscuidad en las relaciones sexuales.
El futuro de la sociedad anda a la loca, como el judío errante con pasos inciertos, inestables, dentro de una penumbra cada vez más oscura. Solo al final del túnel, se vislumbra una pequeña luz, que hace que el corazón palpite de esperanza y le de fuerzas para tratar de salir al otro lado; ese destello fortifica, reanima, destruye la incapacidad y le da vida a los deberes, asesinados por plumas enfermizas de poder y ambición. La luminosidad se abre intensamente ante los ojos y se puede ver un Dios que te invita a revivir.    

miércoles, 20 de febrero de 2013

Y...EXPLOTÓ.

Estará caliente.

"Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta" (Proverbio).


El transporte interurbano del pueblo de 400 años, era manejado por familias. Estaban los Arango y los Gaviria, que constituyeron las flotas Montecristo y la Esmeralda, pero, había otros, que se ha aunaban, sin tanto poder económico. Era el caso de los Carmona. Tenían un condominio a la salida del poblado en el sector del Mojón. Allí parqueaban sus vehículos de antiguos modelos, que lavaban o les hacían pequeñas reparaciones mecánicas, para mantenerlos en buen estado para el transporte.
Luis Carmona, era alto, delgado y de insipiente calvicie, introvertido, casi huraño, lo que se llama por estos lados “de malas pulgas”; se volvía energúmeno cuando alguien pagaba el pasaje con un billete de alta denominación. Muchos ciudadanos evitaban hasta donde les fuera posible, utilizar sus servicios.
Junto a la estación del ferrocarril, exactamente en el lugar llamado la Pedrera, estaba situada la bomba de gasolina, en la que se abastecían de combustible, aire y montadero de las llantas, así mismo, estaban uno dos mecánicos a la espera de clientes para hacer reparaciones en los motores o daños similares; no era raro, ver a toda hora en el lugar, diferentes modelos de vehículos a la espera y sus dueños en la pequeña cantina que el dueño sagazmente colocó, para que a los propietarios los tragos de licor los desinhibiera de la larga espera. Una mañana llegó Luis, a montar la llanta de repuesto personalmente, quizás por economizar unos pesos. Le había puesto el parche al neumático, lo introdujo en su lugar, le puso el aro de la forma en que estaba acostumbrado; pasó a tomar la manguera conductora del aire, la conectó al gusanillo y se trepó en la mitad de

Para montar dos caballos.

La llanta. En el cielo pocas nubes perturbaban el azul del firmamento. La tranquilidad era la misma de siempre. A lo lejos se escuchaba la sirena de la fábrica que indicaba que era hora de salir almorzar. En el traga níquel de la pequeña cantina se escuchaba a Margarita Cueto; el perro le ladraba a unos gallinazos arremolinados sobre la carroña, las campanas del templo  sonoras y su tañer se deslizaba por encima de los negros tejados. Nada hacía presagiar que la calma se rompiera. Una fuerte explosión se dejó escuchar. Luis voló por los aires envuelto en una nube de polvo y la tierra se volvió roja.   

miércoles, 13 de febrero de 2013

LOS GAMONALES.

Curiosiando armada de silletas.

"El hombre es el verdadero creador de su destino. Cuando no está convencido de ello, no es nada en la vida" (Gustavo Le Bon)


Para el caso, no importan nombres ni apellidos. Está incrustado en el devenir del hombre, querer ser el más influyente, el que todo lo puede, la mejor familia e intocable. Casi siempre ese brote, está basado en el poder económico. Esa actitud malsana y peligrosa encuentra tierra abonada en las más disimiles fronteras de la vida. Puede salir del campo, el barrio, el pueblo o la ciudad. Caminan de la mano de las autoridades, del cura; están en toda reunión social y pertenecen a las asociaciones de ‘caridad’. Son los que cargan el palio durante las oficios religiosos, los primeros en entrar a misa, los que hacen echar alcaldes y párrocos. Se recorren el pueblo con actitud superiora chalaneando brioso caballo. Son los que manifiestan quien es bueno y que mujeres honorables. Es aquel, que las borracheras son cuidadas por la policía.
El viejo Sitio de Copacabana, fue cuna de un prototipo elevado a la máxima potencia, desde el padre hasta el último de los hijos, eran ‘superiores’ al resto del conglomerado. El dinero y la blancura de la piel, les daba el poder, para que nada se hiciera sin su consentimiento. A pesar de la baja estatura del padre, los hijos fueron altos, robustos, complexión hecha para demeritar a quien tuviera el valor de enfrentárseles; fuera en los negocios, la vida cuotidiana o en aquella en la que fueron por largos años, caciques políticos. Cada hijo, partía del solariego pueblo en busca de aventuras. No era raro, que al poco tiempo llegara la noticia de que era el gamonal del lugar en que había descargado su petulancia, ambición y sectarismo. El último de ellos, no siguió los pasos de los mayores. Él quería ser el ‘omnipotente’ en su tierra natal, para ello, contaba con las riquezas del padre y su aprobación. Hacía manifestaciones en contra de los acuerdos del concejo llevando la vocería a unos cuantos seguidores, recogidos con prebendas.

Familia en Santa Elena armando silleta.


Pasó de todo por su existencia. Compraba votos en tiempo de elecciones para ser elegido presidente del cabildo; el dinero lo perseguía al igual que una plaga. Adquiría residencias a bajos precios, poco faltó para hacer suya la iglesia. Al montar ebrio sobre el soberbio caballo, las gentes no disimulaban el temor, estaba acostumbrado a golpear con el zurriago al que no era bien visto o a los contarios de su partido. Untó de sangre sus manos. Una familia quedó llorando la desaparición del ser querido, el ‘dolor’ de ellos, lo aplacó con dádivas y aquel gamonal, llegó a ser, “tan pobre, que lo único que tenía era dinero”.

miércoles, 6 de febrero de 2013

DE REPASO.

Será que vende.

"Si los hechos no encajan en la teoría, cambie los hechos" (Albert Einstein)


Cuantos años han pasado; en la memoria permanecen claros tantos acontecimientos de los primeros años. Se evocan hasta el martilleo en las fraguas, el tañer de las campanas; se escucha el revoloteo de los abejorros en los huecos de maderos divisorios de propiedades; aún se percibe el rumor de corrientes en el río y la quebrada. La voz del maestro llamando al orden para una formación milimétrica, el sonido de hojas cuando manifestaba, abran el cuaderno. Llegan embalsadas en reminiscencias, los olores llegados de los campos vecinos y solares, los encantos fragantes de flores o los almibarados de frutos. Se siente, el adormecedor chorro despedido por la boca de los leones en la fontana, que la brisa le hacía tomar direcciones insospechadas y juegos acrobáticos antes de caer en el estanque.
Pasan maravillosamente por el recuerdo, los blancos toldos en que los comerciantes, desplegaban sus productos dominicales. Las imágenes dejan ver descendiendo desde las partes altas y por los cuatro costados, hermosos campesinos. Los varones con sombrero, ruana, peinilla (machete), carriel y albarcas, arriando el caballo o la mula llevando en las enjalmas, los productos que la madre tierra le brinda cómo pago a sus sudores; detrás, camina la esposa con su vestido de tela de colores fuertes lleno de quiebres en que se nota un embarazo avanzado y, siguiéndolos una numerosa prole en fila india de mayor a menor, acompañados todos, por el amor y la fidelidad emblema incrustado en el alma de una estirpe laboriosa, honesta y humilde, que mira hacia el cielo, sin detenerse a ver la carroña.
Se viene por los canales del tiempo el trapiche y su molienda. El ambiente se perfumaba con la fragancia de la caña de azúcar.



Escudo de los antiguos Mejía.


En la paila hervían los jugos igual que volcán en erupción, mientras la enorme rueda movida por cristalinas aguas, hacía mover los ejes por donde la caña exhalaba el último suspiro para convertirse en bagazo. Vigorosos brazos removían, para darle vida a la panela. Revoloteaban las abejas y las miradas curiosas de los niños; la luz de la fogata creaba monstruos contra las paredes ante la mirada de las mulas fatigadas. Los jornaleros, en totuma, tomaban guarapo y secándose el sudor, daban gracias a Dios, porque pronto terminarían la dulce jornada. El humo de la chimenea empezaba a espirar melancólicamente y los recuerdos se marcharon con él.