MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 6 de febrero de 2013

DE REPASO.

Será que vende.

"Si los hechos no encajan en la teoría, cambie los hechos" (Albert Einstein)


Cuantos años han pasado; en la memoria permanecen claros tantos acontecimientos de los primeros años. Se evocan hasta el martilleo en las fraguas, el tañer de las campanas; se escucha el revoloteo de los abejorros en los huecos de maderos divisorios de propiedades; aún se percibe el rumor de corrientes en el río y la quebrada. La voz del maestro llamando al orden para una formación milimétrica, el sonido de hojas cuando manifestaba, abran el cuaderno. Llegan embalsadas en reminiscencias, los olores llegados de los campos vecinos y solares, los encantos fragantes de flores o los almibarados de frutos. Se siente, el adormecedor chorro despedido por la boca de los leones en la fontana, que la brisa le hacía tomar direcciones insospechadas y juegos acrobáticos antes de caer en el estanque.
Pasan maravillosamente por el recuerdo, los blancos toldos en que los comerciantes, desplegaban sus productos dominicales. Las imágenes dejan ver descendiendo desde las partes altas y por los cuatro costados, hermosos campesinos. Los varones con sombrero, ruana, peinilla (machete), carriel y albarcas, arriando el caballo o la mula llevando en las enjalmas, los productos que la madre tierra le brinda cómo pago a sus sudores; detrás, camina la esposa con su vestido de tela de colores fuertes lleno de quiebres en que se nota un embarazo avanzado y, siguiéndolos una numerosa prole en fila india de mayor a menor, acompañados todos, por el amor y la fidelidad emblema incrustado en el alma de una estirpe laboriosa, honesta y humilde, que mira hacia el cielo, sin detenerse a ver la carroña.
Se viene por los canales del tiempo el trapiche y su molienda. El ambiente se perfumaba con la fragancia de la caña de azúcar.



Escudo de los antiguos Mejía.


En la paila hervían los jugos igual que volcán en erupción, mientras la enorme rueda movida por cristalinas aguas, hacía mover los ejes por donde la caña exhalaba el último suspiro para convertirse en bagazo. Vigorosos brazos removían, para darle vida a la panela. Revoloteaban las abejas y las miradas curiosas de los niños; la luz de la fogata creaba monstruos contra las paredes ante la mirada de las mulas fatigadas. Los jornaleros, en totuma, tomaban guarapo y secándose el sudor, daban gracias a Dios, porque pronto terminarían la dulce jornada. El humo de la chimenea empezaba a espirar melancólicamente y los recuerdos se marcharon con él.   


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