MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 31 de octubre de 2012

LA TRILOGÍA EN LA BASURA.

Cuando el milagro no se da.

"Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por escalar (Nelson Mandela)

Caminaba quizás pensando en los huevos del gallo; en murmullo tarareaba una vieja canción, de esas, con la que se enamoraba a bellas mujeres tan recatadas y hacendosa de antaño. Algo le hizo voltear la mirada a un rincón, lugar preferido por personas incultas, que lo volvieron depósito de todo aquello que ya prestó servicio. Revolotean moscas de tamaño dos litros o sea, familiar; estaba acostumbrado a observarlas -las pocas veces que salía- montadas en pantalones viejos, corpiños, excrementos de animales y personas, tangas menuditas como un suspiro de moribundo; había de todo como en botica y para gustos variados.


Radio antiguo.

Algo fuera de lo común le cambió la rutina. 'Antos' (entonces) se detuvo, clavo la mirada absorta sobre San José, la Virgen y el Niño Dios, que estaban haciendo parte del vulgar lugar. Pobrecitos, los tres estaban en malas condiciones, pareciera que estuvieran haciendo fila a la entrada en las urgencias de un hospital: raspones, peladuras, cercenadas alguna de las extremidades, casi incognoscibles y, raro, siendo quienes eran, no habían hecho algo para salir del trance. Mientras dejaba atrás la dramática escena, analizó el caso. Se compró la estatuilla con el fin de remediar una mala situación. Posible. ¿Se le trajo para el milagro de sanar a un miembro de la familia? Podía ser. ¿La instalaron con bombillo de por medio, esperando trajera de nuevo al hogar, a aquel, que consiguió sucursal? Lo más seguro. La devota cómo que era bastante cicatera, exigente y al no llegar el milagro en pocos días, los miró y les dijo: cómo 'ño' moñito, no hicieron más que hacerme perder el tiempo; los cogió y con toda la fuerza, los lanzó desde lo alto de la ventana.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Y...¿EN ESOS CUBITOS?

Viviendas actuales.

"Desdichado el hombre en quien nada perdura del niño (Arturo Graf)

"No es nada lo del ojo mijo y con él en la mano". Decían los viejos cuando las cosas se agravaban. Se puede usar ahora, al ver las construcciones para vivienda. La cama para matrimonio, aquella, en que cabían los padres y alguno de los hijos que no podía dormir por el miedo o, que se prestaba como 'cancha' para tirarse las almohadas. Esa, no entra. Se cambió por camarotes, con el peligro de una caída y un mucho de promiscuidad...El sol, pobrecito, que le gusta entrar a todo lugar, no lo puede hacer, hasta que no salga el último habitante; la luna, sí es más recatada, entra con su palidez por algún agujerito y con eso le basta. El beso y caricias de los papás son de forma furtiva en el hueco del baño, disimulando una afeitada (polvo e' gallo). Todo es tan pequeño y rápido, como la construcción del edificio.
Vivienda antigua.

Las 'colmenas' siguen para arriba. Los arquitectos e ingenieros felices haciendo habitáculos despiadados y destruyendo viejos caserones, en que retozaron los ancestros, colmados de azucenas, conservadoras, gladíolos, jazmín, bifloras, anturios y las hermosas orquídeas, sembradas en tejas o en tarros de galletas y hasta en bacinillas toteadas por el uso, en que ningún fundillo volverá a acomodarse. Las serenatas de balcón o ventana 'arrodillada', con música terrígena, desaparecieron por la incomodidad. Ya no existe, la orinada en la llanta delantera del carro y los poetas no encuentran inspiración. Los edificios, ocultaron el verdor de las montañas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

¡QUÉ FUTBOLISTA!

Virgen del Perpetuo Socorro antañona.


"La honradez es siempre digna de elogio, aún cuando no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho." (Marco Tulio Cicerón)

Cuando se estaba pequeño en el poblado, las diversiones siempre eran las mismas, al igual que en otras latitudes. Jugar pelota, hacer zumbar el trompo, reunirse a jugar canicas, ir a la quebrada a disfrutar de un buen baño, deslizarse por la manga en la coca de una hoja de palma; hacer carritos de madera y apostar carreras, disfrutar con aros en compañía de los amiguitos hasta quedar exhaustos; atravesar el río a nado, para coger naranjas en solares ajenos. Tantas cosas sutiles e ingenuas, que llenan el corazón del niño de alegría. Empezaba el desarrollo normal y los gustos iban cambiando; muchos de los amigos de esa primera etapa de la vida, se quedaban atrás; algunos cambiaban de residencia y se trasladaban a pueblos vecinos o a la capital; unos más, encontraban actividades que los alejaban y ya poco se volvían a ver. Los que quedan empezaban a mirar la actividad deportiva, como una buena meta. El fútbol era en definitiva la mayor atracción. Siempre en el ayer, llenaban la cancha a ver los partidos y querían ponerse el uniforme del Deportes Copacabana.

Carriel Antioqueño.


En el pueblo siempre hubo buenos jugadores y el equipo fue mirado con respeto en el departamento. Para aquel entonces, se utilizaba un portero, cinco defensas y cinco delanteros –MW-. Los números de las camisetas estaban siempre distribuidas en esa misma forma; el arquero llevaba el 1 y el puntero izquierdo el 11. Hugo Casas, era el puntero derecho o sea que era el número 7. No era un hombre alto, pero sí fuerte; tenía extraordinaria velocidad, le pegaba fuerte al valón y desde lejos hacía bellos goles que la gente aplaudía a rabiar. Juacundo, cómo lo llamaban, era serio, más no repelente. Cuando los jugadores empezaban a cambiar la vestimenta para una confrontación, nuestro hombre, del maletín, sacaba el uniforme arrugado todavía con muestras del partido anterior; en los guayos habían desaparecido los cordones y fueron remplazados por alambre. Dejó huella en todas las canchas que pisó, por la velocidad en los desplazamientos, en las gambetas y en los goles. ¡Lástima que exista el olvido!   

 


miércoles, 10 de octubre de 2012

EL PASADO COLGADO.

Cuadro de la Santísima Trinidad antiguo.

"Por muy larga que sea la tormenta, el sol vuelve a brillar entre las nubes" (Khalil Gibran).

Los que apenas nacen, también tendrán su pasado. Cuando se llena de años hermosos o sea, se llega a la vejez, es el tiempo inexorable de recuerdos. La mente no se puede estar quieta, costantemente emprende viajes de añoranza. No es el presente un enemigo, él, está inundado de cosas magníficas para ser aprovechadas; igualmente, cercena implacablemente los paisajes de buenas costumbres, al llenarlo de 'derechos', tirando por la borda todo aquello que suene a obligación. El ayer transcurría en calma, pues la vida no era agitada; no podía serlo, los habitantes éramos menos; la tierra, daba lo necesario para alimentar la población. Los hijos tenían padres; los esposos no entendían de psicología, eran expertos en dar buen ejemplo, seguramente la mejor forma de constituir un hogar; la huella no se perdía, hacía explosión más allá...Cuando la mujer quedaba en embarazo se acrecentaba el instinto maternal, era un paisaje divino; la criatura esperada con amor, se sentía cómoda en el vientre, entendía que no llegaría a un mundo de rechazo. Hoy, a lo que se llamaba sumisión, le dan el nombre de estupidez, falta de 'libertad' y otras expresiones ambiguas para nombrar el libertinaje y la degradación.
Mulera de arriero para descargar las mulas.

Los que aman el pasado, se convirtieron en coleccionistas del ayer. Prendas, herramientas, cuadros, fotos, libros, cartas y cuanto objeto, fue fiel por veredas, caminos, hogares y en el alma. El mayor deseo, es dejar en quienes son el presente y futuro de la estirpe, muestras de lo que ocupó lugar en el corazón de los que partieron o, a los que están próximo a hacerlo. Las paredes de las piezas se convierten en museos colgados sin ninguna técnica u orden específico. En cada objeto puesto, se siente el transcurrir de una época y de una vida. Quedan aferrados a los clavos que los adhieren: amores, olor sublime de padres, juegos sencillos e imaginativos, fotos que plasmaron los inicios del hoy, la humildad y decoro de las gentes, vajillas toteadas por el uso en el comedor donde una familia se reunía, para masticar calma, serenidad y paz. Esa habitación que podría llamarse " LA PIEZA DE LOS ABUELOS ", se convierte en el rincón de la melancolía recostada a la silla mecedora en que la abuela, daba la última puntada de croché en la colcha de retazos, sin esperar que el gato le enredara el hilo o las futuras generaciones la olvidaran.

miércoles, 3 de octubre de 2012

LA RADIO, AMIGA DE LA FAMILIA.

Deportes Copacabana 1957.

"La música es para es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo" (Platón).

Las hondas hercianas-tan queridas ellas- siempre han esperado llegar hasta el último rincón de la tierra, son tan buenas, que penetran hasta el hogar más humilde y Copacabana no podía ser la hija de la peor mama. En los hogares dedicados a la hechura de ropa de cargazón sonaba el día entero, música campesina, boleros y algunos tangos, que desde los estudios de las pocas emisoras, ponían a rodar en los torna-mesas; en otras residencias, el locutor leía noticias para mantener informados a los radio escuchas, claro que aquellas, no estaban inundadas de violencia, algo distinto a lo de hoy. Unas emisoras, se especializaron en dramatizados que la familia entera, reunida alrededor del aparato transmisor, se deleitaban, ya con llanto o carcajada suelta según la trama. Los locutores para ejercer el oficio, bebían pasar pruebas ante el Ministerio de Comunicación para otorgarles la licencia; eso hacía, que fuera grato escucharlos. Buena dicción, voces pausadas, entonación, excelente lectura; jamás voces estrafalarias o denigrantes. Eso era, radiodifusión.
Letra de Nina en un cumpleaños de mi padre año 1949.

En el recuerdo quedó un extenso programa dominical, que hacía feliz a las gentes de las veredas; La Hora de la Escoba. Guillermo Hincapié, el animador, le daba gusto a la audiencia campesina con el género musical de los trabajadores de la tierra. Mientras las mujeres le daban forma a un suculento plato en la cocina, los varones se sentaban en la tarima del corredor con taza de café en la mano, a escuchar bambucos y pasillos salidos del radio RCA. Víctor. La aguja del dial, no se movía de la Voz de las Américas, emisora que sabía de sus predilecciones. La gente citadina en cambio, esperaba que fueran las doce del medio día, para escuchar las noticias ya fuera en la Voz de Medellín con Luis García o la Voz de Antioquia con Pablo Emilio Becerra. En la tarde, la familia se reunía con devoción a escuchar por Radio Nutibara, el rezo del Santo Rosario en la voz del padre Tomás Villarraga, de camándula en mano; la abuela, entre dormida con el ovillo de hilo sobre las piernas, el padre, con la pretina para infundir respeto; los niños semi dormidos, por el cansancio de los juegos del día; el gato trepado en el regazo de la madre, mientras el perro ladra, por la llegada de un visitante inoportuno. Estampa familiar, que desapareció del 'hogar'.