MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Año nuevo vida nueva - cancion

miércoles, 29 de diciembre de 2010

REMEMBRANZAS.


Foto de Internet

He venido cabalgando hace ya mucho tiempo en mi caballo alazán; he empezado a verle fatiga. Lo comprendo y con mis manos suavemente le acaricio la crin que toma la dirección del viento cuando galopa. Me agacho hasta sus orejas y le susurro palabras tiernas para darle ánimo y le digo:

Foto Gonzálo Obes.

aun nos falta para llegar al destino. Cómo sí entendiera, su cuerpo se ensancha y las fibras de los músculos bellamente delineados en la anatomía, toman vida y se lanza conmigo a recorrer caminos llenos de bellos paisajes enmarcados por sol, luna, estrellas y ríos que atravesamos como alma que lleva el diablo; nos quisiéramos detener por instantes para mirar atrás, pero no podemos, dejamos lo recorrido para el recuerdo. Ahora sólo nos queda adentrarnos en lo desconocido aunque ya imaginado.Nunca le he puesto nombre porque creo equivocarme al darle una denominación, lo guío con mi amor y de vez en cuando con un apretamiento de mis piernas en las ijadas que él acepta con resignación lo que me comunica con un relincho. De cuando en vez nos detenemos a escuchar aves canoras, el correr de las aguas incrustadas en los causes enmarcados de riveras llenas de vegetación con frondosos árboles que refrescan al caminante, que como nosotros, vamos al final de nuestro destino. Ese destino que está marcado desde la llegada cuando se nos da la palmada para que los pulmones se ensanchen al primer instante de vida. Vida, que hacemos venturosa con procederes limpios acunados de honestidad, bondad y alejados de orgullo y vanidad. Tronchamos el descanso que de mucho nos ha servido y empredemos de nuevo el sendero. Todo el tiempo que nos ha tomado llegar hasta éste punto y, nos parece que fue ayer. El tiempo pasa como una exhalación y los años juveniles en que no pensábamos que los cabellos se tornaban grises, las fuerzas se desminuyeran, la salud se empobrecería y las ilusiones se limitaran al afán de la existencia del día. Jamás imaginamos que algo así sucedería. Ese tiempo se perdió y ya no hay regreso. Mi caballo me mira con mirada tierna y comprensiva, ¿acaso él entiende lo qué ni yo mismo comprendí? le estampo un beso en la frente y le digo quedamente: ¡sólo tú me puedes comprender!





Hemos atravesado llanuras, bosque, alamedas, montes empinados, selvas y desiertos en nuestro largo recorrido, que con ayuda divina, se ha hecho de alguna manera franqueable sin dejar de ver que ha sido de lucha cruenta, pero, vencer y llegar hasta aquí, es el mayor triunfo. Lo que falta es poco, así lo entiende también mi jamelgo que disminuye su ímpetu y el resto del sendero lo hacemos al trote.


Un año lleno de optimismo y triunfo para todos.









miércoles, 22 de diciembre de 2010

INCULTURA DEL EGÍSMO.


Foto del atrio de la Iglesia 1950.
Cuando la muerte le dolía tanto a los duelos, como a las gentes que nada tenían que ver, porque antes el dolor era compartído, lo demuestra el hecho de que cuando se pasaba con un entierro por las calles, todo negocio público y con especialidad las cantinas, aunque éstas estuvieran atestadas de clientes, se cerraban las puertas mientras se pasaba con el cadáver; existía un respeto por el dolor de los demás, lo que se ha ido perdiendo con el correr del tiempo y con lo que ahora llaman modernidad

Entierro en Copacabana 1950.
y que debiera decirse, incultura del egoísmo.
Las campanas de la iglesia se echaban a duelo a eso de las tres de la tarde, llamando a la feligresía a que acompañaran al difunto, las gentes preguntaban quien había muerto; los que podían, llegaban hasta el atrio para hacerle calle de honor al que se había marchado. Campanas más sonoras y repique tan fúnebre, no creo que exista en todo Antioquia cómo las de Copacabana. En el templo siempre en éstos acontecimientos luctuosos, se apreciaba una figura rechoncha, camisa blanca y pantalón negro y gruesas gafas, que en forma reverente acompañaba al difunto con sus rezos y que al terminar la misa de muertos y cuando el sacerdote despedía sus restos en el atrio, emprendía el camino al cementerio que queda en un morro después de la fábrica IMUSA. Ahí seguía nuestro hombre, con caminar cansino, debido a su robustez, subida siempre empinada, le hacía caer algunas gotas de sudor, pero continuaba cómo sí él fuera el principal duelo. Terminado aquel último acto, volvía a su carpintería, oficio que ejercía desde muy temprana edad. Don Domingo, se había impuesto esta devoción sin faltar a ningún entierro en muchos años.
Ya nadie se conmueve con el dolor, es el YO, lo único que sale a flote.





miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL VETERINARIO DEL PUEBLO.


Foto de Internet.
Donde principiaba la entrada al barrio la Azulita existía una casa grande, parada en pilares y su construcción en tapia. En la parte de abajo tenía su manga cercada, la que se llamaba, "la manga del padre", allí se echaba una que otra res de propiedad de la parroquia; en su alrededor había sembrados de: guayabos, búcaros, carboneros y otros arbustos que lindaban con una pequeña quebrada donde revoloteaban iguanas de buen tamaño. La casa estaba habitada por la familia Calad. Don Francisco, era en el pueblo el veterinario. Hombre de genio disparejo, de andar pausado y siempre con

Foto de Internet.
un rejo colgado en la mano derecha, el que usaba para maniatar a los animales cuando los vacunaba, para desgusanar, castrar, en fin, para las tareas correspondientes a su oficio. La esposa, doña Inés, le dio cinco hijos, digo cinco, cuando eran seis, pues uno de ellos, era paralítico, que jamás se levantó de la cama y no recuerdo su sexo. Los hijos mayores heredaron de su padre el amor por los animales, sobre todo chalanear las bestias, que aunque fueran escuálidas, tenían buen paso; las sacaban los domingos al pueblo y se creían los dueños del Sitio. Tomaban aguardiente de cantina en cantina buscando camorra pues eran bastante pendencieros. A don Francisco no le faltaba la ruana terciada al hombro y su sombrero puesto al estilo de Gardel, creo, no equivocarme, jamás le vi una sonrisa asomar a la cara; montado en su yegua se recorría campos y veredas para atender el llamado que le hacían en virtud de sus servicios. Es bueno anotar que a un costado

Foto de Internet.
de dicha casa, había una piececita dónde vivían dos hermanos, a él, le decían "Pacho Lira" seguramente porque era cazador de pájaros: turpiales, sinsontes, canarios y cuanta ave fuera de buen trino. Siempre se le veía con una jaula en las manos y, su hermana, era la que le arreglaba la ropa y le hacía el alimento, pero más adelante hablaremos de éstos personajes. Don Francisco Calad, será otro de los personajes que quedan en mí para siempre y se, que en el pueblo muy pocos lo recuerdan, se fue como se van los perfumes con el tiempo y la distancia.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

MAESTROS, NO PROFESORES.


Escuela de niños ya desaparecida.
Existía otros maestro tal vez, el de más edad, que solo ejercía su oficio en las aulas de los terceros de bachillerato, don Teodomiro, que era una mansa paloma; de vestido azul a rayas, chaleco y sombrero, el pantalón amarrado más arriba de la cintura, el mentón bastante pronunciado, que acariciaba con la mano izquierda de arriba a bajo constantemente. Mantenía debajo de su axila una cantidad de libros y prensa que leía con avidez, lo que hacía pensar que era un hombre bastante inteligente, su buen trato y su conversación lo comprobaban. Entre el grupo del profesorado teníamos a don Samuel, éste sí, que se pasaba de buena persona, tanto, que a su clase de inglés la llamábamos "la hora sabrosa" pues hacíamos lo que nos daba la gana y don Samuel nada que decía, pero la verdad que sabía del tema, lo que no tenía ni idea, fue de hacerse respetar y nosotros perdimos el tiempo miserablemente, que él y Dios nos perdonen.

Los dos hombres: don Jesús Tapias y don Rafael Gómez.
Existía en el colegio banda de "guerra" nombre éste que me pareció de mal gusto y violento, hasta que por fin le dieron el más indicado. Banda Marcial. Estaba dirigida por nuestro profesor de ciencias, don Luis Botero, él nos enseñaba himnos en las horas de la mañana y en la tarde después de terminar las horas en el aula; don Luis, era estricto con sus discípulos, pero le gustaba tener preferidos; el uniforme consistía en pantalón blanco, zapatos negros, chaqueta verde y roja, botones dorados y kepis con borla blanca que caía hasta la visera, si exagerar era un bello uniforme el que


Banda Marcial frente a la iglesia.
nos hacía sentir dueños del universo, porque las personas nos admiraban y las jovencitas se morían por los regios músicos que desfilaban por las calles limpias en estricto orden cuando estaban en una procesión, ya fuera la de los 15 de agosto, el día de la Virgen de la Asunción, a la llegada de algún Ministro Sagrado que visitaba la población, para las confirmaciones o cualquier acto sagrado que se presentara.
Pero en mi memoria con gratitud y admiración queda por toda una eternidad, la figura pequeña, la voz firme, así como su estampa, de don Rafael Gómez. Un maestro en todo el sentido de la palabra. Sin tapujos, componendas, ni nada que fuera de lo normal; nos daba español, aritmética, música y canto y dejo ésta última materia, porque a mí me encantaba y fuera de eso don Rafael era un buen cantante. Formaba coros a varias voces, cómo aquel Fray Martín y Fray Santiago, practicábamos muchas veces y por fin nos salía a las mil maravillas, quedaba nuestro maestro contento y nosotros felices. Don Rafael junto con don Jesús Tapias, son cómo institutores y como personas algo de nunca olvidar, no dieron años ganados a quienes no lo merecíamos, ni porque los padres del alumno fueran los más ricos, o porque la mamá estuviera en la asociación de padres de familia, ni por ningún motivo, que no fuera, el de ser un buen estudiante. Esos, sí fueron de verdad, MAESTROS.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

SE LE FUE LA MANO.


Instituto San Luis de Copacabana.
Terminar en la escuela Urbana de Varones, daba nostalgia por abandonar su construcción amplia, fresca, nuestros profesores, la piscina en la que disfrutamos como locos; todo lo que íbamos a dejar nos ponía nostálgicos, pero creo que había algo más que nos ponía nerviosos...era llegar a un lugar desconocido; un ambiente diferente, regentado por un cura y algo más. Los alumnos era casi unos hombres y nos podían pegar...porque así, nos lo hacían saber antes de llegar al año siguiente al Instituto San Luis, Alma Mater de Copacabana.

Don Jesús Molina rector de la escuela.
De rector cómo ya dijimos, estaba el cura coadjutor de la parroquia, padre Hincapié, hombre de disciplina y con una voz de mando, que ni un sargento del ejército. Alguna vez estando en formación en un pequeño patio y dónde estaba una estatua de la Virgen, uno de los alumnos de nombre César Mejía, que de por sí, era grosero y convencido de su guapura, le desobedeció y que fue aquello. El padre mandó a otro alumno a que le trajera de la rectoría un zurriago o "perrero" y dicho y hecho. Cómo sí estuviera poseído por el demonio, comenzó a darle golpes por todas partes sin

Corredor de la escuela Urbana de Varones.
importarle a donde iban a parar, gritando que se iba a condenar por irrespetuoso. Todos le perdimos el respeto, pero le cogimos miedo y del bueno. ¿Verdad su Señoría?.