MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 29 de abril de 2015

EL SOBRADO DEL PADRE


Siempre lo mismo

En la vida, no solo es el dinero, lo que da satisfacciones o marca huellas. Existen pequeños detalles que inundan el corazón de alegría, quedan impresas para siempre y que ni el tiempo en su transcurrir pueden borrar; están en el consciente agrupados de forma armónica, para hacer uso de ellos, cuando los recuerdos los llame a hacerse activos en noches de añoranzas o, cuando, se visualizan, para narrárselos a la descendencia ávida de recuentos de nuestro pasado. Van saliendo incólume de las remembranzas, igual que conejos en el sombrero de un mago, ante las miradas expectantes, de quienes nos compelieron a desahogarnos a traer el pasado, por el túnel de tiempo, hasta un hoy confuso y sin sencillez, que quizás poco entienda el valor de lo ingenuo. 
El viejo padre ya pensionado por el Tranvía de la capital, no quería sentirse inútil, pronto se vinculó a la empresa IMUSA por recomendación de don Jesús Hernández, ambos estarían como porteros en diferentes turnos. Había que llevarle los alimentos en los horarios exactos. Once y media de la mañana; la abnegada madre daba las últimas puntadas en la portacomida. Sobremesa en la parte baja, ‘seco’ en el siguiente hacia arriba, por último la sopa; a un lado del gancho la cuchara, en el del frente el tenedor, sobre la tapa envueltas cuidadosamente doradas y redondas arepas. 

Buscando pareja

Se tomaba el aro que estaba displicente recostado a un costado del lavadero, emprendiendo el viaje por entre pedruscos, hasta ver asomadas por entre la inmensa puerta, las cargaderas del venerable patriarca que en el rostro, mostraba la satisfacción de ver a su “limpia piedra” con las vituallas. Comía despacio, sin desistir de darle buenos consejos, dejando en cada ‘porta’ una porción. Colocaba nuevamente los ingredientes de la misma manera; le daba gracias a Dios, una bendición para el hijo y unas saludes a la vieja.
Más se demora un cura ñato en persignarse, que él estar sentado en la maga frente a los cañadulzales, engullendo el sobrado dejado, saboreando el mejor manjar que haya pasado por su boca. Tenía sabor a ternura, con toques de almibares celestiales y sazonado en las brasas del amor. 
  

miércoles, 22 de abril de 2015

ABUELOS EN EL AYER


Qué futuro me espera

Devolver la historia del antes, solo cabe en las añoranzas de quienes se llenaron de canas, de los que el cuerpo se vuelve pesado, el rostro se bifurca con prolongadas arrugas, que muestran que el tiempo los fue tatuando hasta formar un jeroglífico, que la descendencia no alcanza a imaginar y los enigmas los desconcierta ante la adustez del semblante del viejo caminante, que posó sus albarcas por senderos unas veces, amortiguados por flores que a cada pisada, lanzaban al aire aromas embriagantes y que otras, las huellas quedaron impregnadas en la crueldad de la incomprensión, la mezquindad o el desamor. Aquel fatigante caminar, iba fortaleciendo la estructura de la fisonomía y menguando ilusiones para evitar lágrimas y desengaños. El paseo por la existencia lo acercaba al final del recorrido, se lo advertían las voces de niños vivarachos que lo inundaban a preguntas, anteponiendo el adjetivo abuelo, que sonaba como una balada a los oídos,  enviándolas directo al corazón, lugar donde se guardan los sucesos que se aman.
A ese tabernáculo del hogar de antaño, llegaban los nietos reverentes, ante la figura patriarcal del antecesor, a escuchar historias de tiempos idos, a que les cantara canciones en que el tiple y la guitarra despertaron tiernos amores, debajo de una luna matizada de luceros.

La muleta se cansa

Cansados de trasegar por los vericuetos de las espaciosas mansiones con los juegos alocados de la época, sudorosos se encaminaban al lugar acogedor donde la abuela con el ovillo de hilo, las antiparras y las agujas hacía colchas de retazos coloridos para cobijar las camas; desalojaban al gato soñoliento y se acomodaban en el regazo de la anciana hasta quedar dormidos a la espera de un futuro incierto. Los abuelos fatigados recorrían con la mirada, los tiernos rostros en que quedaron sus facciones talladas por el escoplo de los ancestros. Unían sus voces en oraciones elevadas al cielo, para que jamás se alejaran de bien.          

miércoles, 15 de abril de 2015

EL DEPORTES COPACABANA


Cuando llegamos al equipo
La chiquillería en el pueblo, toda era amante del fútbol; en cualquier lugar saltaban las pelotas de caucho. Dos piedras cubiertas con las camisas, formaban la portería; se escogían dos bandos equitativamente y comenzaba un partido sin límite de tiempo. Goles y más goles, eran gritados con emoción desde las gargantas, de quienes soñaban, llegar algún día a ser los jugadores del equipo federado, que la administración municipal patrocinaba y que ellos, veían jugar con envidia cada domingo en principio en la cancha de la Pedrera, después en la Camilo Torres, del barrio de La Asunción, construida en terrenos de la fábrica Imusa. Muy pocos llegaron a cumplir sus sueños, pero continuaron admirando la belleza del toque refinado y el buen fútbol, que los jugadores demostraban en la cancha en cada jornada y que era un pasatiempo familiar disfrutado ante la elegancia de frondosos eucaliptus y sauces movidos al vaivén del viento.
Aquel onceno amado, se quedó haciendo ‘roncha’ en el alma de los pocos que aún subsistimos, pues la mayoría, se nos anticiparon abriéndonos el lugar, para cuando lleguemos, nos pongamos el uniforme rojo y blanco que defendimos con honor por las canchas y que allá defenderemos dirigidos por el Ser Supremo que desde la raya, nos irá diciendo, que ese encuentro lo hemos ganado, por la fe puesta ante las dificultades.


Los nuevos del Deportes Copacabana
En algunos sueños, se escucha el pito del árbitro dando inicio al choque y se percibe el sonido de la patada al balón que se irá girando hasta el compañero mejor colocado y que haciendo un driblen, se le escabulle al contendor abriéndose camino encontrando espacio, para visualizar el arco que se debe perforar para llegar al paroxismo del gol. El portero, se lanza con salto felino, queriendo detener la esférica, pero el esfuerzo es inútil, con la mirada entristecida sigue el recorrido y los oídos alcanzan a escuchar la gritería de los contertulios enloquecidos porque el marcador, les hace presagiar el triunfo. El sueño se rompe con el tráfico de la ciudad. La realidad le comunica, que es de los pocos que permanece con la camiseta puesta sin desteñirse.    


miércoles, 8 de abril de 2015

LAS 7 PALABRAS


Parte de la iglesia de Copacabana

Aquellos inmejorables años vividos en el bello poblado, no se pueden olvidar fácilmente; fueron un romance entre cordilleras, aves, frutas, campesinos, bellos amaneceres, aguas cantarinas, mujeres hermosas que despertaron ingenuos amores y amistades que se prolongaron en el tiempo. Todo ese cúmulo de añoranzas, permanecen vivas, dando la impresión, de que fue ayer y no haber transcurrido ya hace tanto tiempo, cómo lo demuestran las arrugas y una cabeza plateada por las canas, símbolo del trajinar por las dehesas de la subsistencia, montado sobre el brioso corcel del agitado mundo, que a pesar de lanzar patadas y retumbos, no logró lanzarme al vacío de la desesperanza.
El padre Sanín, cura que duró mucho tiempo tutelando de párroco, las almas del conglomerado del Sitio de la Tasajera (Copacabana); hacía de la Semana Santa un bello acontecimiento, por la suntuosidad puesta con fervor, ante el magno evento histórico del recorrido de Jesús hecho hombre. Era costumbre centenaria para aquella calenda, el que toda la población, comprara ropa nueva para estrenar en los días jueves y viernes santos; jovencitas se ponían tacones y ‘piernipeludos’ (jóvenes), alargaban los pantalones. En el rostro de todos se notaba, qué vivían la pasión de los actos, hoy vuelta “parranda santa”.


Procesión en Copacabana con el padre Sanín

El recuerdo más impactante, lo era, el viernes Santo. Se traía un orador sagrado de altos quilates, que desde el púlpito estremecía al conglomerado al ir disertando sobre las últimas palabras de Cristo en la cruz. Detrás de ella, se habían colocado, un buen número de ramas imitando una arboleda; cuando el predicador decía: “todo está consumado”, estallaban tacos de pólvora reproduciendo el sonido de truenos, las ramas se mecían y las luces del templo, el sacristán las apagaba y prendía intermitentemente, mostrando el dolor del mundo ante la partida del redentor. La feligresía sudorosa, entristecida y contrita se daba golpes de pecho mirando al cielo, pidiendo perdón.            


miércoles, 1 de abril de 2015

ENCRUCIJADA


Cultura perruna

Con cuanta tristeza a veces se repasa la historia. Las convulsiones que el país ha pasado a lo largo de la vida “democrática”, son el pan de cada día con la que adormecen al ciudadano ingenuo que de tanto sufrir, aprendió a tragar entero, actitud bastante dañina. La clase gobernante e implementadores de justicia, traen la rastra de una mala educación aprendida en el hogar; a unos, se les infunde, ser ricos a cualquier precio y que con esa fortuna, se llega al poder; otros, son adiestrados, en el engaño, doble moral y la traición para alcanzar altas posiciones, que llenen de ‘alcurnia’ las familias. Dan el salto a colegios y universidades reconocidos por los altos costos, pero vacíos de formación moral, honestidad y respeto; fábricas de títulos y doctorados. Han pagado cumplidamente las asignaciones y la ‘factoría’ es económicamente estable. Envían con bombos y platillos un parásito más a succionar cual vampiros gigantes, el erario y los sudores del pueblo, ya sea, con la banda tricolor enjaezada entre pecho y espalda o mercenarios de la justicia, cuando se encaraman en las Altas Cortes, jugando con barajas marcadas, en recintos antes sagrados.
En los cocteles de ignominia, al bañarse en champaña, se van deteriorando las togas perdiendo la pulcritud, hasta quedar un mísero trapo, que sirve para cubrir espantapájaros por los linderos de la patria.

Una historia más que se derrumba

No puede haber paz, cuando la justicia camina de la mano, en la voracidad de espíritus degradados; es una falacia parida en mentes corruptas vestidas de ovejas, que tiñen de púrpura los campos, otrora, matizados con el humo de chimeneas que exhalaban hidalguía y armonía. Ejecutan leyes para ir cubriendo los desafueros dados a cada paso o para colmar de prebendas a los correligionarios, de igual inmoralidad y deseosos de poder. Es un sueño borroso e inalcanzable la ecuanimidad para la sociedad, cuando la paz anda en destrezas de la codicia, de entes absorbidos por la avaricia.