Cultura perruna
Con cuanta tristeza a
veces se repasa la historia. Las convulsiones que el país ha pasado a lo largo
de la vida “democrática”, son el pan de cada día con la que adormecen al
ciudadano ingenuo que de tanto sufrir, aprendió a tragar entero, actitud
bastante dañina. La clase gobernante e implementadores de justicia, traen la
rastra de una mala educación aprendida en el hogar; a unos, se les infunde, ser
ricos a cualquier precio y que con esa fortuna, se llega al poder; otros, son
adiestrados, en el engaño, doble moral y la traición para alcanzar altas
posiciones, que llenen de ‘alcurnia’ las familias. Dan el salto a colegios y
universidades reconocidos por los altos costos, pero vacíos de formación moral,
honestidad y respeto; fábricas de títulos y doctorados. Han pagado
cumplidamente las asignaciones y la ‘factoría’ es económicamente estable.
Envían con bombos y platillos un parásito más a succionar cual vampiros
gigantes, el erario y los sudores del pueblo, ya sea, con la banda tricolor
enjaezada entre pecho y espalda o mercenarios de la justicia, cuando se
encaraman en las Altas Cortes, jugando con barajas marcadas, en recintos antes
sagrados.
En los cocteles de
ignominia, al bañarse en champaña, se van deteriorando las togas perdiendo la
pulcritud, hasta quedar un mísero trapo, que sirve para cubrir espantapájaros
por los linderos de la patria.
Una historia más que se derrumba
No puede haber paz,
cuando la justicia camina de la mano, en la voracidad de espíritus degradados;
es una falacia parida en mentes corruptas vestidas de ovejas, que tiñen de
púrpura los campos, otrora, matizados con el humo de chimeneas que exhalaban
hidalguía y armonía. Ejecutan leyes para ir cubriendo los desafueros dados a
cada paso o para colmar de prebendas a los correligionarios, de igual
inmoralidad y deseosos de poder. Es un sueño borroso e inalcanzable la
ecuanimidad para la sociedad, cuando la paz anda en destrezas de la codicia, de
entes absorbidos por la avaricia.
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