MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

martes, 25 de mayo de 2010

CARTA DE UNA NIÑA MADRE.


foto de Internet.
Cuando pasaste a mi lado, con una sonrisa pura y diáfana, con tu cara de niña que apenas comienza, me llenaste de vida.Cuando observé tu barriguita redonda y abultada comprendí que estabas embarazada.
Entonces, una explosión de contradicciones ocurrió dentro de mí. Miré tus ojos tan vivos, tan limpios, tan expresivos, espejo de tu alma, y vi que reflejaban una angustia terrible. Entendí en un segundo tu tragedia y tu gozo. Tragedia por el que-dirán. Por las horas de angustia y desvelo que has pasado para decirles al papá, a tu papá, a la mamá, a los abuelos, a los tíos, a las amigas, a los amigos. ¿Por qué se tendrá que enterar todo el mundo, pensaste. Pero ante la evidencia, nada hay que hacer. Viviste horas de terror, sola. Pensaste quizá en quitarle la vida al bebé, pero no fuiste capaz. Tus valores te lo impidieron. Nunca creíste que te podía pasar a . La educación que recibiste te lo advirtió, te enseñó lo que no debías hacer y lo hiciste.
Para , niña desconocida, va esta carta. Es verdad, sabías perfectamente que el sexo, como debe ser, es fruto de un amor maduro y responsable.
El sexo con amor es una etapa avanzada que se disfruta a plenitud espiritualmente después de haber superado duras y largas etapas. Y sabías también que engendrar un hijo es cambiar la vida por completo, la tuya y la de los tuyos. Es dejar de existir para uno para darse sin medida a otro. Te llegó la hora de decidir y la primera gran decisión ya la tomaste, acepta al niño. Vendrá a acomodarse en la cuna de amor que le brindas tú, en primera instancia, posiblemente su padre, a lo mejor tu familia.
Quiero felicitarte porque has entendido a tiempo que el error que cometiste sólo se corrige con amor. Y has decidido enfrentar el reto.
Tu hijo tendrá lo que necesita: Madre, tú no lo defreudarás. No dejarás que él se avergüence de . Buscarás que su padre haga lo mismo. No siempre sucede en una cultura machista.
Se acabaron tus frecuentes salidas a parrandear, tus estudios intensos, tus barras, tus amigos de farra. Al menos por un largo tiempo, día y noche te deberás dedicar a esa criatura que ahora llevas y que espera de a una madre de verdad. Pasaste de las muñecas a los bebés, de un salto.
La juventud que te invade ahora se vuelve seria. De niña a señora. Cambio fuerte.
Muchos no te van a entender, te rechazarán, tendrás que superarlo. Otros te van a dejar sola, es tu culpa y con ella debes cargar, dirán.
Los que más te quieren se dolerán pero abrirán su corazón hacia y hacia el bebé. Apóyate en ellos para sostenerte, no para entregarles tu carga.
Tu madre ya cumplió con su obligación de criarte a . No renuncies tú hacerlo con tu propio hijo, él espera que tú lo hagas y si no, él te lo reclamará en el futuro.
Niña-madre de mirada dulce y afligida. Entrégate sin regateos a los más grande que puede sucederte en la vida: un hijo. Lucha por él a brazo partido, sácalo adelante con los tuyos o si los tuyos. Dale lo mejor, se lo merece porque es tu hijo. Y ponlo bajo la mirada de Dios, si quieres que la vida de él tenga algún sentido.
¡Alegra esa mirada, niña, que en el vientre tienes vida!
Por Samuel Arango M.
Para el periódico el Colombiano de Medellín Colombia.

martes, 11 de mayo de 2010

¡JUEGOS Y COSTUMBRES QUE NO SE OLVIDAN!

Siempre los niños en todas las épocas estarán ligados por los juegos. Más se demora un cura ñato en persignarse, que estar con los amiguitos tirando la adrenalina por cada uno de los poros.
Ya, brincando la cuerda, que en mi tiempo, sólo era para las niñas, que entre risas y cantos saltaba con ritmo y simetría lo que dejaba a los varones con la boca abierta.

Los hombres en cambio nos entregábamos a los placeres que brindan las aguas de quebradas o ríos. Hacíamos con piedras y ramas de los árboles trincheras para detener la corriente, formando charcos profundos que invitaban a lanzarnos de las rocas como grandes clavadistas de un torneo olímpico; se apostaban carreras por debajo del agua de las que siempre afloraban discusiones entre los competidores.


¡Pero que era aquello de los trompos! Creo que fue el campeón de los juegos de la muchachada. Los comprábamos en el "almacén de los niños", regentado por unas solteronas más buenas que el agua. Comprados, los llenábamos de colores para que al bailar, se vieran más hermosos. Amarrábamos la pita a la cintura del trompo y lo lanzábamos con toda la fuerza, salía de nuestras manos zumbando y era cuando corríamos para cogerlo y hacerlo subir a nuestra mano cómo lo hace un malabarista en el circo. ¡Eso era mucha alegría!



Nuestros padres sólo nos dejaban un rato en las horas de la noche y era obligación cumplir con la hora que se nos daba, aprovechábamos ese rato para jugar con amigos y amiguitas a las adivinanzas y se ponían penas al que no supiera contestar; aquellos juegos inocentes nos llenaban el corazón y los disfrutábamos hasta el cansancio...de pronto se escuchaba la voz del padre: Mijo, a dormir. Con obediencia nos dirigíamos al hogar a esperar el nuevo día no sin antes rezar el Santo Rosario.




En la salida de la escuela y corriendo como conejos nos entregábamos al juego de canicas o bolas que guardábamos en unas bolsitas que nuestra madre nos había hecho de un pedazo de tela de la camisa vieja del papá. Las teníamos de todo los colores que el sol le daba mayor belleza. Apostábamos al pipo y cuarta y aquel que ganaba, se le entregaba como premio una de las bolas buenas, porque las roñosas, sólo eran para jugar. Hacía mucho daño al niño que el contrincante le quebraba una de sus canicas, se le quedaba mirando y casi que con lágrimas, la arrojaba lejos.




No. No podía faltar el extraordinario juego de la perinola o balero. formábamos un grupo de 5 o 6 personas para apostar a hacer la 31. Recuerdo algún amigo que tenía tanta práctica que casi la hacía de una sola oportunidad dejando a los adversarios con boca abierta y llenos de rabia al ver que Carlos no los había dejado lazar la perinola.
Aquellas diversiones tan sanas que alegraban el corazón de los niños, que no llenaba de lágrimas los ojos de los padres, tampoco hacían mal a la sociedad, han ido desapareciendo sin pedir permiso para dar paso a nuevas costumbres no tan sanas, que dejan honda pena y un sabor amargo.