MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

martes, 11 de mayo de 2010

¡JUEGOS Y COSTUMBRES QUE NO SE OLVIDAN!

Siempre los niños en todas las épocas estarán ligados por los juegos. Más se demora un cura ñato en persignarse, que estar con los amiguitos tirando la adrenalina por cada uno de los poros.
Ya, brincando la cuerda, que en mi tiempo, sólo era para las niñas, que entre risas y cantos saltaba con ritmo y simetría lo que dejaba a los varones con la boca abierta.

Los hombres en cambio nos entregábamos a los placeres que brindan las aguas de quebradas o ríos. Hacíamos con piedras y ramas de los árboles trincheras para detener la corriente, formando charcos profundos que invitaban a lanzarnos de las rocas como grandes clavadistas de un torneo olímpico; se apostaban carreras por debajo del agua de las que siempre afloraban discusiones entre los competidores.


¡Pero que era aquello de los trompos! Creo que fue el campeón de los juegos de la muchachada. Los comprábamos en el "almacén de los niños", regentado por unas solteronas más buenas que el agua. Comprados, los llenábamos de colores para que al bailar, se vieran más hermosos. Amarrábamos la pita a la cintura del trompo y lo lanzábamos con toda la fuerza, salía de nuestras manos zumbando y era cuando corríamos para cogerlo y hacerlo subir a nuestra mano cómo lo hace un malabarista en el circo. ¡Eso era mucha alegría!



Nuestros padres sólo nos dejaban un rato en las horas de la noche y era obligación cumplir con la hora que se nos daba, aprovechábamos ese rato para jugar con amigos y amiguitas a las adivinanzas y se ponían penas al que no supiera contestar; aquellos juegos inocentes nos llenaban el corazón y los disfrutábamos hasta el cansancio...de pronto se escuchaba la voz del padre: Mijo, a dormir. Con obediencia nos dirigíamos al hogar a esperar el nuevo día no sin antes rezar el Santo Rosario.




En la salida de la escuela y corriendo como conejos nos entregábamos al juego de canicas o bolas que guardábamos en unas bolsitas que nuestra madre nos había hecho de un pedazo de tela de la camisa vieja del papá. Las teníamos de todo los colores que el sol le daba mayor belleza. Apostábamos al pipo y cuarta y aquel que ganaba, se le entregaba como premio una de las bolas buenas, porque las roñosas, sólo eran para jugar. Hacía mucho daño al niño que el contrincante le quebraba una de sus canicas, se le quedaba mirando y casi que con lágrimas, la arrojaba lejos.




No. No podía faltar el extraordinario juego de la perinola o balero. formábamos un grupo de 5 o 6 personas para apostar a hacer la 31. Recuerdo algún amigo que tenía tanta práctica que casi la hacía de una sola oportunidad dejando a los adversarios con boca abierta y llenos de rabia al ver que Carlos no los había dejado lazar la perinola.
Aquellas diversiones tan sanas que alegraban el corazón de los niños, que no llenaba de lágrimas los ojos de los padres, tampoco hacían mal a la sociedad, han ido desapareciendo sin pedir permiso para dar paso a nuevas costumbres no tan sanas, que dejan honda pena y un sabor amargo.





1 comentario:

  1. Ay! definitivamente eran hermosos todos esos juegos, sin duda de los más gratos recuerdos. Desgraciadamente, son costumbres que se han perdido, pero que yo insisto en difundirlas en mi hija para que sea feliz, tanto como yo lo fuí.

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