MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 29 de junio de 2016

RECUERDO GRATO


Hace 50 años

Aunque se haya recorrido mucho en el tiempo, no es sencillo depositar en el olvido, acontecimientos que no por sencillos, marcaron indeleblemente nuestra vida, por eso, no es extraño que cuando menos se piensa se nos vengan encima de la misma forma que lo hace un derrumbe, que se viene silenciosamente desde la montaña cubriendo todo a su paso. Se estaba pequeño viviendo en el marco de la plaza en donde pastoreaban animales, las palomas volaban hasta la torre de la iglesia que les servía de atalaya para mirar el sosiego del villorrio, pero al primer repique de campanas para el rosario espantadas surcaban el cielo azul, algunas regresando al lar y otras a los árboles frondosos que daban belleza, aire y salud.
El rosario y la salve en el templo de Nuestra Señora de la Asunción, estaba dispuesto para la 6 de la tarde, el sacristán un viejo gordo que arrastraba ambas piernas hacía sonar las campanas para llamar la asistencia de los habitantes. El antiguo templo se iba llenando; venían de los campos cercanos, gentes humildes, los bobos del pueblo, la aristocracia con mantillas negras las mujeres que a la vez traían reclinatorios y los varones con elegancia. Se confundía los olores de pachulí con los de la tierra, la devoción con la farsa. Lo que no se puede alejar de la mente, era el recorrido por las naves del templo del Señor Sacramentado en manos del padre Julián Sanín, acompañado por cuatro caballeros de la alta sociedad, pero lo más impresionante, eran aquellas bellas niñas vestidas de ángeles, que tiraba flores al paso de la procesión, convencidas tal vez, que pronto volarían hasta el cielo.    



miércoles, 22 de junio de 2016

IGNOMINIA


Naturaleza al rojo

Es extraño el sentimiento, al ver la forma como vamos aceptando todo aquello que se lanza como innovación usando las palabras libertad y democracia. Se teme que el vulgo, nos señale de retrógrados, reaccionarios, atrasados y obcecados. Por esa falta de personalidad y cobardía, damos aceptación a cuanta aberración se les ocurre a depravados que habitan encubierto en sociedades, cofradías, instituciones y mil más abanderados de la destrucción del universo. Ese borregaje de aceptar por temor, nos ha ido llevando a perder nuestras ideas e ideales, a ser tan blandengues, que copiamos en toda su plenitud, la actitud estúpida del avestruz. Sin darnos cuenta (que no creo), nos volvemos correligionarios de la ignominia y de estampas promiscuas que prostituyen la cordura; es un ir montado en una hoja impulsada por la corriente del agua, hasta caer en el torrente que lo hundirá para siempre.  
Ese ir “¿Para dónde va Vicente?, para dónde va la gente”, es la forma más ridícula de caminar divagando por la inmensidad del universo; es marchar a cada paso entregando la conciencia, en pequeños mendrugos hasta quedar en una masa mal oliente, rodeada de remordimientos, que se seguirán ocultando bajo el alar de una sonrisa fingida y cruel como hiena al acecho, de presas desprevenidas que recorren la pradera, recogiendo flores silvestres, para adornar el altar de sus creencias, sueños, metas, cumpliendo con las reglas de la normalidad y el decoro.         
 

miércoles, 15 de junio de 2016

LA COZ


La belleza se deja ver


El temor a los reglazos en la escuela, hizo que fueran muchas las “mamadas” (la no asistencia); mientras los otros niños se encontraban en clase, él, se recorría la población, esperando que fuera hora para regresar a casa. En esas escapadas, practicaba natación en la quebrada Piedras Blancas, durmiéndose muchas veces sobra las rocas que cambiaban el cauce, para que la corriente de aguas limpias, entrasen a engrosar el charco, disfrute de las gentes de antaño, hoy, las urbanizaciones le robaron su espacio y sólo un murmullo se escucha cuando cruza la población, que dejó de serlo, para copiar a las grandes urbes.

Una tarde de esas en que rechazaba ir a la escuela, trepó con la maleta llena de cuadernos, lápiz, tinta china, por la calle que conduce al barrio El Chispero; llegando a la cima y antes de empezar la bajada que lo comunica con la quebrada, estaba un pequeña llanura, utilizada por uno de los gamonales del pueblo cómo ordeñadero, en el momento en que llegó, se estaba exprimiendo de las ubres el precioso líquido. La curiosidad de niño, hizo que se sentara a ver por la parte de atrás, mientras la vaca semidormida rumiaba; él, no se dio cuanta, que el animal no estaba maniatado requisito en aquel menester, al parecer, ella, tenía plena confianza del hombre que le extraía el albo brebaje, que sería alimento trascendental en los hogares. Cuando menos pensó, sintió que el mundo daba vueltas, estrellado como noche de enamorados, escuchó una voz lejana que le decía: “vallase para la casa que no le pasó nada, eso le sucede por engañar a los padres y no ir a la escuela; ¿vos sos hijo de quién? No hubo respuesta y corrió, corrió y corrió…     

miércoles, 1 de junio de 2016

VAPOR


Despuntando el día

VAPOR
Pareciera que hubiera sido destinado para la vaquería. Tenía su hogar a una cuadra bajando del puente de IMUSA y a otra cuadra antes de llegar a la desembocadura de la quebrada Piedras Blancas. Era un perro de gran alzada, contextura maciza, pelaje de un color rojizo, criado a sus anchas, el amo de apellido Mesa, carnicero de oficio, lo mantenía bien alimentado con desperdicios que quedaban del descuartizamiento de la res. Hay cosas que no dejan de ser extrañas en el comportamiento de los seres vivos. El amo de Vapor, se paseaba por las afueras de Copacabana, en busca de requiebros amorosos, en principio a pie limpio, cambiando por cubrirlos por sandalias de un cuero duro, quizás, con el deseo de aparentar ante la ingenua nueva Dulcinea. De tantas escapadas, se decía, que habían quedado varios retoños; de la misma manera de actuar, salió el can. Se le encontraba por todas partes en busca de hermosas hembras en celo y fueron muchas las camadas que quedaron cuidando casas ajenas.
Los miércoles, salían los carniceros hasta la feria de ganados de Medellín, a comprar el mejor novillo, para sacar con orgullo sus carnes en los toldos blancos, los domingos en un costado de la plaza principal. Hasta ahí, todo anda muy bien, pero en el recorrido desde la capital hasta el Sitio y lo curioso, era que en las puertas del poblado, los animales empezaba una estampida, desparramándose por calles, veredas y matorrales; era aquello, la alegría de los chicos que salían de las escuelas, temor de las solteronas que no se perdían repique de campana y tristeza de las amas de casa, porque sabían que aquella semana era probable la descomposición de la carne. El suceso, se prestaba para que de los vagos, salieran imitadores de toreros, usando como capote la camisa sudada. Era el momento en que entraba Vapor y con un don innato, iba recogiendo a cada res dispersada; era todo un espectáculo ver al sabueso buscar por cuanto rincón de la comarca, una a una las rumiantes.