Naturaleza al rojo
Es extraño el
sentimiento, al ver la forma como vamos aceptando todo aquello que se lanza
como innovación usando las palabras libertad
y democracia. Se teme que el vulgo, nos señale de retrógrados,
reaccionarios, atrasados y obcecados. Por esa falta de personalidad y cobardía,
damos aceptación a cuanta aberración se les ocurre a depravados que habitan
encubierto en sociedades, cofradías, instituciones y mil más abanderados de la
destrucción del universo. Ese borregaje de aceptar por temor, nos ha ido
llevando a perder nuestras ideas e ideales, a ser tan blandengues, que copiamos
en toda su plenitud, la actitud estúpida del avestruz. Sin darnos cuenta (que
no creo), nos volvemos correligionarios de la ignominia y de estampas
promiscuas que prostituyen la cordura; es un ir montado en una hoja impulsada
por la corriente del agua, hasta caer en el torrente que lo hundirá para
siempre.
Ese ir “¿Para dónde va
Vicente?, para dónde va la gente”, es la forma más ridícula de caminar
divagando por la inmensidad del universo; es marchar a cada paso entregando la
conciencia, en pequeños mendrugos hasta quedar en una masa mal oliente, rodeada
de remordimientos, que se seguirán ocultando bajo el alar de una sonrisa
fingida y cruel como hiena al acecho, de presas desprevenidas que recorren la
pradera, recogiendo flores silvestres, para adornar el altar de sus creencias,
sueños, metas, cumpliendo con las reglas de la normalidad y el decoro.
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