"Un ganador logra decisiones y toma decisiones. Un perdedor hace promesas. (?)
En la provincia todo muchacho ambicionaba jugar basquetbol o fútbol. No era costoso ejecutar esos deportes y además, eran los conocidos y practicados. El balónpie, nacía con el niño. En los regalos de la familias, no podía faltar la pelota de números y en los diciembres, el Niño Dios, 'ponía' debajo de la almohada una saltarina encauchada que de inmediato iba a parar a la primera manga o ahí mismo, en frente de la casa.
El afortunado dueño, corría silbando de puerta en puerta, llamando a los amiguitos para formar un partido, que duraba horas enteras. A esa edad no se conoce el cansancio; pero sí, se respetaba la voz de los padres. Esa era, el arbitro, que daba por terminado el encuentro.
Con el correr del tiempo, en los barrios se conformaban equipos a quienes llamaban: Los Chiquilines, Once Amigos, Once Copas o con el nombre del sector. La situación era distinta. Se jugaba por darle lustre a un lugar determinado; además, querían, que la junta de deportes, los viera y fueran llamados al equipo de mayores, pues éstos partidos eran observados por fanáticos, padres de familia, amigos y una que otra chica enamorada. Muchas oportunidades, se iban a las manos por una falta cometida por el contrario; uno que otro golpe y nada más.
Un día cualquiera, don Francisco Meneses, Hombre cívico, altruista y deportivo, llamó a varios de esos jóvenes para que fuesen observados por el entrenador del Deportes Copacabana. Pocos pasaron la prueba. Los que quedaron, dieron lustre al deporte de fútbol en la población y parte del departamento. Con sus jugadas y gambetas, quedaron para siempre en las retinas de los hombres viejos y en el olvido de la actual generación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario