Guacamayo
Se complacían los niños
con aquel resplendente amanecer, conque los astros se ponían de acuerdo, para
dignificar el advenimiento del hermoso niño que entre dificultades y
humildemente con las pajas de un pesebre, nacería para iluminar la humanidad.
Ellos, muy poco o nada, sabían de esa historia atiborrada de sufrimientos y
persecuciones, menos, que San Francisco de Asís, fuera el creador de la
tradición encantadora de reconstruir aquel establo con su vaca y buey, los
sobrantes de paja, cuna hosca para tan delicada piel, pero no óbice para
iluminar con la primera sonrisa el humilde lugar y el oscuro espacio cósmico.
En los hogares del
antañón pueblito, se seguía la tradición y en las salas se le daba vida. Sobre musgo se esparcían casitas de colores que por
dentro se iluminaban; las ovejas pastaban junto a patos que nadaban en el lago
de espejo, mientras los soldaditos de plomo, permanecían inmóviles con una mira
fija e intrascendente con fusiles que no se dispararon. No podía faltar, la
plaza de mercado, la iglesia con la torre elevada, el campesino con el atuendo
dominguero, más alto que el templo; arriba en una colina, estaba el aprisco que
albergaría la llegada del redentor, rodeado de pastores, con techo de escoba,
el buey grisoso y la vaca albina. A lo alto de la techumbre, la estrella dorada
que indicaba el sitio en que se hallaba el Mesías.
Familia mejía en noche de velitas
Siguiendo los destellos
astrales, estaban casi a la entrada los tres reyes magos, con indumentaria fastuosa
sobre el caminito de arena; por el tamaño, no tendrían cabida para entrar a
felicitar a María y San José, los orgullosos padres. Aquel remedo familiar del
apoteósico origen, estaba circundado por villancicos entonados por los infantes
del sector, apoyados por tapas de gaseosas aplastadas unidas por un alambre,
pajaritos de plástico hueco, que se llenaba de agua para imitar los trinos,
tapas de olla y uno que otro palo de escoba recortado para tal fin. 24 de
diciembre. El niño llegó. Tenían que acostarse temprano, de lo contrario, no
encontrarían el traído debajo de la almohada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario