Al recostarme en una hamaca y estimulado por su balanceo, se espolea como por arte de magia el recuerdo. Van pasando momentos gratos a quienes les doy paso; aquellos que no lo fueron, los desecho para que no enluten la hermosura del ayer.
Estando muy chico estaba regado por el pueblo las hazañas de un personaje a quien todos llamaban "CAÑENGO" y a quien la mayoría de las personas le atribuían "pacto con el diablo". Algunos comentaban que se trenzaba en peleas con la policía y que de un momento a otro se les desaparecía, que sólo se escuchaba una risa burlona. Otros contaban que, en muchas oportunidades se dejaba capturar después de una riña a cuchillo, pero cuando lo dejaban bien guardado en el calabozo de la cárcel, al pasar un rato, el guardián se asomaba y sólo encontraba la colilla de un cigarrillo todavía echando humo. Decían que se sabía las 33 paradas de la peinilla (arma larga y corto punzante) y, que nadie en muchas leguas a la redonda era capás de enfrentarlo. Todos esos comentarios hicieron que yo a ese personaje le tuviera un miedo innegable.
Era de tez negra, pero de facciones finas. Rectilíneo, de caminar pausado. Usaba sombrero al estilo de Carlos Gardel. De una mirada profunda, con ojos inquisidores que dejaban ver un aire de superioridad. Él sabía que las personas le tenían miedo; muchas, cuando llegaba a una cantina, se retiraba para evitar algún encuentro.
Pasaron muchos inviernos para mí y para Cañengo. Algún día, lo vi muy de cerca. Junto a mi hogar vivía una familia que todos llamaban los sinarinas. Pues nuestro hombre se había enamorado de una de las niñas llamada Fidelina Meneses, se enamoraron tanto que decidieron contraer nupcias y para colmo de males me escogieron a mí como padrino de bodas, yo no quería, pero mi padre, dijo: "Es una obligación, Ud. no se puede negar". Y sí señores. Cuando menos pensé estaba en la iglesia llevando al intrépido personaje hasta el altar.
El matrimonio duró muy poco. Cañengo se dedicó a la bebida y borracho nadie lo respetaba. Era ya un anciano y el temor de las personas, se convirtió en odio. Un buen día, como le pasa a todo guapetón, encontró la horma de su zapato y saliendo de una de las cantinas que rodeaban el marco de la plaza, fue acribillado a puñal hasta dejarlo sin vida.
Creo que hoy nadie lo recuerde, aunque yo sí, pues soy el padrino de matrimonio y uno de los que más le tenía miedo.
Ey! que personaje... ahora que lo leo.. se me vino a la mente, una historia de mi ciudad, pero esa si... no me consta... de una mujer tan bella que todos decian que tenia pacto con el diablo, y cuando por fin la encerraron en un calabozo, dibujo un barco de vela en la pared, se trepó a el.. y desaparecio en el barco... Pero a diferencia de usted, este personaje, me traduce curiosidad y asombro... La famosa..."Mulata de Córdoba"...
ResponderEliminarPero... muy interesante.. y pues como dicen.. quien a puño mata a puño muere.. Pero bueno, lástima por el.. y suerte a usted por ser padrino.. jejeje ... Saludos!