A pesar de que todo infante es
dormilón, él se revolcaba en la cama cuando se aproximaba la fiesta del niño;
el almanaque era consultado constantemente y aprovechaba para echarle una
miradita a la hermosa mujer escasita de ropas que lo iluminaba; se formaban
corrillos de condiscípulos comentado la forma en que se lo gozarían, alguno que
se cría el ‘berraco’ de guaca, comentaba que él subiría la vara de premios,
pues se había inventado la manera de evitar resbalarse. Y por fin llegaba ese
momento que a la chiquillada mantenía durante mucho en vilo. Varios llegaban a
la escuela disfrazados, aparecía la muerte (tan tétrica), los gitanos, el
pordiosero y muchos con trajes típicos; la cosa se iba poniendo buena. Escogían
a unos 10, les entregaban costales introduciendo sus cuerpos en ellos,
arrancaban a correr. Mil caídas, risas, gritos y uno llegaba triunfador
¡Regalos! Desde una casa habían traído una olla tan grande, que parecía la de
un cuartel del ejército, la llenaban de melaza, echaban monedas de centavo, dos
y cinco al fondo, el que quisiera sacarlas debía ser con la boca, el primero y
nada, otro y tampoco, por fin uno sacaba una monedita, todos a la pila a
quitarse el pegote eran pequeños monstros cafés. Risas a granel. Una guadua
derecha cómo viejo paisa, se llenaba de grasa, regalos. Muchos intentaba pero
el cansancio los vencía de tanto subir y resbalar; el astuto, esperaba hasta
que la vara fuera menos resbalosa y dele mijo, todos los cachivaches le
pertenecían, la chiquillería detrás de él suplicando que compartiera. Era la
felicidad completa hasta que todo cambió. Los mayores lo volvieron carnaval,
borrachera, perdida de virginidades y ya no es el día del niño es día de las
bruja o Halloween.A pesar de que todo infante es
dormilón, él se revolcaba en la cama cuando se aproximaba la fiesta del niño;
el almanaque era consultado constantemente y aprovechaba para echarle una
miradita a la hermosa mujer escasita de ropas que lo iluminaba; se formaban
corrillos de condiscípulos comentado la forma en que se lo gozarían, alguno que
se cría el ‘berraco’ de guaca, comentaba que él subiría la vara de premios,
pues se había inventado la manera de evitar resbalarse. Y por fin llegaba ese
momento que a la chiquillada mantenía durante mucho en vilo. Varios llegaban a
la escuela disfrazados, aparecía la muerte (tan tétrica), los gitanos, el
pordiosero y muchos con trajes típicos; la cosa se iba poniendo buena. Escogían
a unos 10, les entregaban costales introduciendo sus cuerpos en ellos,
arrancaban a correr. Mil caídas, risas, gritos y uno llegaba triunfador
¡Regalos! Desde una casa habían traído una olla tan grande, que parecía la de
un cuartel del ejército, la llenaban de melaza, echaban monedas de centavo, dos
y cinco al fondo, el que quisiera sacarlas debía ser con la boca, el primero y
nada, otro y tampoco, por fin uno sacaba una monedita, todos a la pila a
quitarse el pegote eran pequeños monstros cafés. Risas a granel. Una guadua
derecha cómo viejo paisa, se llenaba de grasa, regalos. Muchos intentaba pero
el cansancio los vencía de tanto subir y resbalar; el astuto, esperaba hasta
que la vara fuera menos resbalosa y dele mijo, todos los cachivaches le
pertenecían, la chiquillería detrás de él suplicando que compartiera. Era la
felicidad completa hasta que todo cambió. Los mayores lo volvieron carnaval,
borrachera, perdida de virginidades y ya no es el día del niño es día de las
bruja o Halloween.
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