COPACABANA FOTO HECTOR BOTERO
Ha…aquellos periodos en que la
imaginación construía los juguetes y nadie se había dejado llevar por la
publicidad engañosa, menos por la pervertida sociedad de consumo, no se seguía
aquello de: “Para dónde va Vicente, para dónde va la gente.” Se estaba
disfrutando de la placidez de la Escuela Urbana de Varones, los cojones se
estaban poniendo activos, nuestro maestro lo era don Jesús Tapias, un señor
MAESTRO en toda la palabra. Cuarto de escuela, en poco tiempo se llegaría al
Instituto San Luis.
En el marco de la plaza enfrente a la
tienda de Luis Gil, un árbol de algarroba, le daba albergue a azulejos,
pinches, cucaracheros y de vez en cuando a los sangre toro por su pelaje color
rojo en el pecho. Con astucia para esquivar a los policías se tumbaban los
frutos con aquel olor a tenis de cavernícola; comiéndose la pulpa quedaba la
parte dura, maciza la que en los recreos se iba raspando en piedras o el
cemento que forraba la pila o en las escalas que conducía a los cuarticos en
que se hacía pipí o algo más fétido que caía a la zanja, donde se perdía arrastrada
por la corriente de agua; aquel movimiento recalentaba, lo que se aprovechaba
para poner sobre el brazo de un compañerito. Berrido, amenaza de pelea, risas y
regreso a la normalidad. La constancia daba sus frutos quedando adelgazada del
tamaño de anillo. Tomando en pedazo de vidrio se empezaba a taladrar hasta
descubrir el otro lado, se iba ampliando hasta poder introducir el dedo;
faltaba de un pedacito de culo de botella verde, incrustarlo en la parte
delantera y ahí estaba una hermosa joya creada por la entelequia, el trabajo y
la perseverancia de niños con mentalidad y disfrute creador.