LUNA INMENSA
Dar inicio a cualquier actividad, es
encontrar mil dificultades que atentan contra la paz interior; se lucha con
monstruos mitológicos dormidos al amparo de nuestra voluntad y raciocinio.
Cuando me involucré en escribir el pasado vivido en la pasividad de la antañona
Copacabana, pensaba extraer de aquel conglomerado pacífico y señorial, los
mejores momentos cuando la vitalidad brotaba en forma de lava volcánica por los
poros. No quería pasar por alto, tantísimas vivencias disfrutadas por calles
empedradas, por verdes campos, juegos sencillos e inocentes, conductores de
felicidad y amistades perdurables en el recuerdo; pasar miradas retroactivas
sobre los caserones de portones amplios, ventanas diseñadas para los
enamorados, puertas “falsas” para que el ganado encontrara el descanso; entrar,
para observar el equipaje de los ancestros, atados por las cuentas del rosario
de la abuela, escuchar tras bambalinas, los consejos del patriarca pletóricos
de sabiduría, que sin pretenderlo, arropaban el alma; buscar de manera sencilla,
reactivar la historia, no permitiendo que el olvido se apropie con sus sombras
de las añoranzas, remedio efectivo revitalizador para la carga de los años.
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