MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 31 de octubre de 2018

MIJO, VUSTED TAMPOCO SOPLA


DANIEL Y DAVID MIS NIETOS

Pedro y Petra, llevan muchos años de estar casados. El tiempo ha hecho que vivan como si fueran hermanos, tanto, que lo que siente el uno ya estaba dando vueltas en la cabeza del otro. Les gusta las mismas chucherías: confiticos de menta, galletas de crema, bizcochos tostados -de esos de paquete-, conos, paletas.
Se organizan los fines de semana o días festivos, para dar un paseo por la ciudad, ¡claro que no muy lejos!; sienten temor por aquello de la inseguridad. Ella, se pinta los labios con recato: un poco de rubor en las mejillas, casi imperceptible, y se acomoda su bata mientras Pedro deja ver su canicie, ya que hace tiempo botó el sombrero. Pantalón de dril y camisa blanca de cuello almidonado y listo para salir. Al pasar por la plazuela, Petra se antoja del ‘raspao’ que un vendedor callejero les ofrece. ¡‘Vusté’, siempre tan antojada! ¿No mija?. No siás tan amarrao, ole Pedro. Al escucharse, en el reloj de la iglesia, las cuatro campanadas, se toman de las manos para el regreso. Petra, mira que en una caneca de basura se ha tirado un ventilador por inservible y con marrulla de mujer, le dice: mijo, vusté tampoco sopla.  

Alberto.


miércoles, 24 de octubre de 2018

EL MERCADO



CASA CURAL DE COPACABANA FOTO HÉCTOR BOTERO



A uno se le ‘chocolean’ los ojos y se pone hacer ‘pucheros’ al recordar las cosas tan simpáticas que tenía el pasado. En la mayoría de los pueblos, realizaban el mercado dominical. Se ponían los toldos para vender la carne; los bultos de frisoles, maíz blanco o amarillo, los de papas capira y criolla; racimos de plátano verdes, pintones y maduros; no faltaban las velitas ‘tirudas’ arropadas por pedazos de coco. La plaza principal era un hormiguero de gente pueblerina y de hermosos ejemplares campesinos. ¿Qué mejor ambiente, para llenarse de vendedores de novenas, ‘raspao’, conos, paletas, pirulís multicolores pegados a la vara de maguey, los ‘tubinos’ de hilos con las correspondiente docena de agujas?  Eran ‘chotos’ y sabían que el pueblo estaba lleno de ‘collarejos’ (personas buenas) y que ese día harían el agosto en ventas.
En punto especial, se instalaba un ser extraño.  Hombre de cabello largo amarrado con una cinta de color, buscando parecido al indio; patilla a lo mexicano, quimbas en los pies, collares de amuletos en que no faltaba ‘la uña de la gran bestia’; anillos de piedras no preciosas y cinturón ancho de colores. Ya acomodada una caja, en la que iba apareciendo una culebra que él se llevaba al cuello y que el circulo de espectadores estaba inundado de curiosos; abría otra, que estaba repleta de pequeños frascos, en esa, estaba la panacea a todos los males de la humanidad y… empezaba la verborrea: “hágame el favor caballero y se corre para allá, la señora también, usted niño, no se me siente ahí. Abran el ruedo señoras y caballeros para poder extender ésta serpiente. Este animal  lo voy a parar en la punta de la cola por medio de secreto, porque miren, yo soy el hombre que conoce muchos secretos. Yo me interné a la edad de 11 años en la selva con el indio Pie Plano y el cacique Pluma Gris, ellos me decían: ‘matarrá marrora, queriendo decir, que la naturaleza es sabia. No se arrimen señoras, caballeros y niños, porque Maruja (la culebra), los puede morder. Solo yo tengo la cura para la mordedura en uno de éstos frascos; así mismo, ahí, está el antídoto para el mal de ojo, para ligar al marido, echar los malos vecinos, curar el dolor de espalda, desaparecer el dolor de muela, curan la flatulencia, que lo hacía quedar mal en las visitas, enamorar la mujer amada. Ya le dije mijito: quítese de ahí”. Vendía y vendía frasquitos y cómo vino se iba, sentado en la banca de atrás del bus de escalera.  

Alberto.       


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miércoles, 17 de octubre de 2018

¿DIGAN PORQUÉ?


LA MOGUITA

¿Los padres de ahora son tan endebles?
¿Las culicagaítas de ahora les encanta estar preñadas?
¿Las burras yan han parido?
¿Ya nadie habla con orgullo de los arrieros?
¿Las fincas son putiaderos en gavilla?
¿Los sancochos ante no hacían daño?
¿Cuál es la maricada de vestir los animales?
¿La justicia publica los sumarios de los investigados?
¿La cruel utilización de los abuelos?
¿La corrosiva pasividad ante el dolor ageno?  +

Alberto.

miércoles, 3 de octubre de 2018

LOS VIENTOS


DEPORTES COPACABANA

Cuando llegaba el mes de agosto, se venía con él, la brisa salida de lo normal. Se aprovechaba para elevar cometas: La mesa, media mesa, barriletes etc. Eso era tan ‘gueno’ que ‘nian’ con los años se puede olvidar. El viento no se quedaba contento de sólo ver los niños reteniendo en el espacio por horas enteras los artilugios de varillas y papel; él, seguía por las calles levantando la bata de las mujeres, tumbando sombreros y tirando tierra en los ojos. Le encantaba entrar a los hogares a derribar terracotas, mover sensualmente las cortinas de las ventanas y las que separaban las alcobas; entraba hasta la cocina a bambolear el garabato en que estaban colgados los huesos de ‘calambombo’ y una que otra presa de cochino o res, -un poco ‘curada’-  que el gato seguía con avidez esperando una caída vertical, eso hacía que la abuela, al notar las malas intenciones del felino, lo sacara a los chancletazos de tan benemérito lugar.
Cansado de hacer picardías y destrozos y cómo para llamar la atención, se dedicaba a golpear las alas de las puertas; fue por eso, que llegó cómo solución, trancarlas con lo primero que encontraron. Las piedras, era algo mediocre. En casas aristocráticas se estaban colocando conchas de caracol, permitían terminar con los estruendos y eran más elegantes. Adquiridas, se terminaría con los sustos de la abuela, cuando en la silla mecedora, hacía su crochet o el ‘perrito’ de medio día, que el portazo empujado por el viento interrumpía violentamente. Ha…, no se puede olvidar, cómo el bendito caracol, nos dejaba escuchar el murmullo del mar, que ni en sueños conocíamos y no podían faltar, los mal intencionados, que decían que el ropaje de los moluscos, eran sinónimo de mal agüero.

Alberto.