Piedra del Peñol, Antioquia Colombia.
Nacer, crecer y morir, son las instancias del ser humano, nadie puede cambiar el ordenamiento natural y se cumple inexorablemente.
Cuando llegamos al mundo estamos limpios de odios y venganzas, amamos todo aquello que nos rodea; encontramos maravilloso ver las nuevas sensaciones: la luz, la noche, el azul del cielo, las estrellas juguetonas en el espacio, la delicadeza del rostro de nuestra madre, la suavidad del seno que nos alimenta, la fortaleza del padre; no dejamos pasar por alto la brisa suave que sacude con delicadeza nuestro cuerpo, ni el calor que nos brinda el sol. Los ojos se detienen por largos instantes en el verdor de las plantas asombrados del espectacular paisaje que nos hace esperar felicidad sin límites a nuestra llegada.
Vamos creciendo en nuestro desarrollo y aparecen las normas que muchas veces son coercitivas; nos muestran los derechos que aun no nos hemos ganado y de los que abusamos y, que no son para la libertad del individuo sino, para el libertinaje desmedido que opaca y que maltrata a toda la sociedad. No hay igualdad entre derechos y normas. Los que se creen saber mucho, con el correr del tiempo han distorsionado la tranquilidad del mundo, que a pesar de ellos, sigue siendo asombrosamente bello y digno de vivirlo con amor. El ser humano está dotado de inteligencia y ésta le recomienda que es bueno y que no. Sí no fuera así, de seguro ya habríamos desaparecido.
La muerte, es el descanso después de trajinar por los senderos que nosotros escogimos en el deambular de la vida. No es ningún castigo. Es cumplir a cabalidad con lo establecido por Dios para lo terrenal y que se debe aceptar cómo algo normal y para ello, es bueno, que mientras disfrutamos de la fuerza vital, recordemos, que después de nuestros excesos de juventud, llega éste último capítulo de la existencia.