MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 28 de julio de 2010

LA BLANCURA DE LAS LAVANDERAS.


A nuestra casa, muy recién llegados a Copacabana, en un día cualquiera, se apareció una morena, que con su risa luminosa, ya que su dentadura enchapada en oro, con los reflejos del sol, era más brillante que la misma luz del "Sitio de la tasajera" -antiguo nombre de Copacabana-, para decirnos, que nos ponía a nuestra disposición los servicios de lavado. Una vivaracha mujer de piel de ébano, a quien no le faltaba el turbante en la cabeza, grandes aretes que colgaban con donaire en sus orejas al movimiento de su caminar rítmico, que cualquiera de las "reinas" actuales envidiaría. Los miércoles llegaba siempre con su sonrisa amplia, beso para mi madre y besos para nosotros; cantando y, bailando iba contando por piezas la ropa que tenía mi madre guardada y que ella después de contar, la ponía en unas sábanas, cuatro nudos y a la cabeza. Derechita se deslizaba por las calles hasta el sendero que se erutaba a la parte alta de la quebrada "Piedras Blancas", en dónde ella tenía su puesto de la lavado y sobre la manga verde depositaba su cargamento para dar principio a su labor.

Atao de ropa.

Los utensilios se componían de jabón, una piedra en forma de canoa y sus nervudos brazos, que en forma acompasada iban restregando hasta dejarlos impecable en su blancura; en los últimos días de la semana regresaba a nuestro hogar de la misma manera, riendo, cantando y mostrando sin pudor, que dentro de su blusa, temblaban unos senos rectos y macizos que guardaba para aquel hombre que la hiciera suya. Llegaba el limpio cargamento, con un olor a quebrada fresca, abundante de aguas, a golpe de cascada, rumor de trinos, suavidad de yerba fresca y de aquel aire candoroso que se derrumbaba de lo más alto de la montaña.
Por aquella quebrada se escuchaban cantos, risas y reproches, de mujeres que con sus espaldas al sol y siguiendo el cauce hasta un poco más abajo del puente de IMUSA, lavaban ropa de gran cantidad de personas.


Foto de Internet.
Oh, negra María, cómo te recuerdo. Oh, lavanderas históricas, que con su movimiento rítmico dejaron limpia el alma de nuestra raza. Ignacio Mora Echavarría, en uno de sus escritos, evocándolas, decía así: "Las lavanderas se fueron por el río del recuerdo. Su figura, fresca y graciosa, pasó a ser una leyenda más del costumbrismo criollo. Su antañoso y efímero pasado, parece evocar entonces las notas quiméricas de aquel bambuco sentido.
"Sigue lavando, lavando, Oh! lavandera ignorada.
hasta llegar la eternidad..."

miércoles, 21 de julio de 2010

¡UN AYER SIN REGRESO!


Cocina de casa antigua en Antioquia.

Los años pasan y ellos van borrando junto con la tecnología, las cosas del pasado. Eran aquellas cocinas de ladrillo, de fogón de carbón de leña, ollas de barro, cucharas de palo y hasta perro y marrano incluido, el mejor rincón de la casa. Allí, se buscaba a la madre y a la abuela que estaban atareadas en sus oficios domésticos poniendo todo su amor en ellos, pues así lo indicaba el tarareo de alguna melodía que salía de la voz de alguna de ellas, tal vez, recordando su mocedad o de algún viejo amor. En ese mismo lugar, se buscaba el calor que rompiera el frío de la mañana bebiendo una taza de café o de agua de panela (aguadulce), que reconfortaba el espíritu antes de emprender la jornada de un nuevo día. Unos a la escuela, otros a sus trabajos, pero antes, se rezaba un Padre Nuestro, dando gracias por el nuevo amanecer. Eran familias unidas y respetuosas de sus mayores. Las hijas ayudaban también en los menesteres para que fueran aprendiendo en todo lo tocante al hogar y así de esa forma, no sufrieran cuando formaran el suyo y de esa manera el esposo no las abandonara por inútiles. Eso es, formar personas para el mañana.




Fuelle que se usaba para hacer alimentos.

En muchas casas se incorporó este elemento con el fin de agilizar la hechura de los alimentos y darles a las mujeres un merecido descanso, pues ya sólo tenían que subir y bajar la palanca de madera para que por el tubo saliera cómo por encanto el aire que soplaría el carbón para que no faltara el fuego que rechinando de alegría, hiciera que las comidas estuvieran más pronto. Los niños se peleaban por "ayudar" a las madres con el soplar del fuelle, así se ganaban una extra en las comidas que disfrutaban sentados en el tronco de árbol que no podía faltar en un rincón de la cocina hasta dónde llegaba el perro por las sobras.





"China" que servía para soplar el carbón.

En todas las casas antiguas este implemento no podía faltar para con su movimiento formar remolinos de viento que hiciera arder el carbón de leña en los fogones, que románticamente nuestros antepasados llamaban "el pollo" y que desapareció, para sólo estar en los museos hogareños de algunas familias, que no quieren dejar morir la historia de las tradiciones en el maremágnum de la modernidad.

miércoles, 14 de julio de 2010

ALGO QUE NO SE OLVIDA.


A ltar de la Virgen de la Asunción, Copacabana Antioquia Colombia.
Los recuerdos de la infancia jamás se alejan de la memoria. Uno de ellos eran los Rosarios a la 6 de la tarde y sobre todo, cuando eran con Salve. El templo se engalanaba. Del altar, se colgaban cortinajes enormes, de colores vivos y encresponados que brillaban con los reflejos de las luces de las lámparas de bacarat; a los lados del altar encaramados en mesas, los hermosos arreglos florales, que las familias ricas de la población enviaban al padre y que ellas mismas se encargaban de la decoración. De esas familias recuerdo a los: Hernández, los Arango, Isazas y una que otra solterona adinerada que también metía la mano en aquellas oportunidades, adiestrando a los niños para que sirvieran de angelitos los que vestían como tales y les colgaban unas canasticas al cuello, que llenaban de pétalos de rosas frescas que ellos con sus manitas, tiraban al paso del Palio cuando desfilaban por las naves del templo trasportado por los señores importantes, que muy elegantes y estirados no ocultaban el orgullo que ese acto les producía; no puedo olvidar lo que aquello era para mí, me sentía como si de alguna forma estaba en el cielo y aquel perfume extraño que me entraba por la nariz cuando los monaguillos depositaban el incienso en aquel aparatico que voleaban con donaire y plasticidad dignas de algún malabarista de un circo. Me haría santico como aquellos que salían en las estampitas que regalaban cuando uno hacía la Primera Comunión.

Entrada principal de la Iglesia
Pero aquello no quedaba ahí. En el púlpito, aparecía el padre que venía desde Medellín, pagado por los feligreses a decir el sermón. Uno de los que más ocupaba ese lugar lo era el padre Fernando Gómez Mejía, un orador Sagrado de altos quilates que nos llenaba de miedo con sus predicas, pues nos mostraba los horrores del infierno y sus sucursales para las personas que se alejaban de Dios y sobre todo a los niños que no rezaban el Rosario, qué no hacían caso a los padres, a los que dijéramos palabras feas, aunque fueran después de un machacón, y ay de aquellos que nos tocáramos las partes íntimas; esa noche las pesadillas, no me dejaban dormir con tranquilidad y casi de seguro, amanecía en la cama de mis padres.



Hermosa imagen de la Virgen de los Dolores.
Sí los seres no tiráramos lejos los recuerdos, seguiríamos siendo niños y en el mundo no habrían guerras.

miércoles, 7 de julio de 2010

LA TÍA BENILDA.


La preclara ciudad de Ríonegro Antioquia Colombia.

Ríonegro está ubicado en el bello, tranquilo y acogedor Valle de San Nicolás y uno de los lugares de su geografía, es LLANOGRANDE. Allí hace mucho tiempo en la historia nace una niña menuda,vivaracha, de unos ojos encantadoramente azules; con el correr de los años es ya una campesina que ama entrañablemente todo lo tocante con sus ancestros, su ciudad natal, su familia y sus hijos, que después de despegar de sus senos los va llevando por los caminos del respeto, cobijándolos con rezos, dándoles pedacitos de luz de luna que les irá aclarando el sendero que tendrán que andar en el transcurrir de sus vidas. Haciendo montoncitos de experiencia la encuentra la madrugada. Ese conocimiento, lo va entregando con mucho amor a esos seres nacidos de sus entrañas y que le hace sentir, que los suyos, serán personas sin tacha y su conciencia no la podrá censurar por no haber cumplido con su deber de madre.




Llanogrande, tierra de amor y paz.

Cuando ya estaba cansada, su rostro enmarcado por las arrugas con las que el inexorable tiempo dibuja su transcurrir, conocí la casa por las que sus pies deambulaban en las horas de inefable dicha o, las nostálgicas que deparan instantes amargos. Ni las unas ni las otras, le hicieron perder su compostura. Era pequeña, limpia y acogedora. Sobresalía el frente lleno de matas colgantes llenas de flores de todos los colores que imitaban al arco iris, ese frente encerrado por la chambrana de "macanas", para que los animales domésticos no incursionaran al interior y que también servían de apoyo a los hombres cuando llegaban de sus labores y era allí igualmente dónde ponían sus sombreros, el carriel, la ruana y hasta la guitarra, esperando que les fuera traído algo fresco para beber.
En ese mismo frente de la casa al llegar la noche y después de comer, se sentaban en el tarimón, a contar las andanzas del día o aquellos cuentos de espanto, que hacían poner los pelos de punta, que era tan normal en toda casa campesina del ayer. Hoy, se ve TV. La música autóctona se fue de las fondas, se ha remplazado por sonidos extranjeros que ya no hablan de amor, ni de flores, menos de paisajes y...de nada.




La tía Benilda...así, bella.
A ese manojito de ternura que mi corazón no olvida y que se fue apagando aferrada a su recatón con el que hacía surcos para sembrar sus flores, es la que queda aquí coronada de besos y respeto por alguien que se siente orgulloso de ser su descendiente y de recordar, cómo, con la avidez de quien quiere saber, se leía cuanto periódico le llegaba a sus manos...