Foto JCGGOMEZ50.
En frente de la cantina de la "Pizca" y junto al frondoso palo de mango, se parqueaban los vehículos de transporte masivo, los hermosos carros de "escalera". Eran de colores vistosos pero muy bien distribuidos, con figuras geométricas: rombos, cuadrados, rectángulos, circunferencias, líneas paralelas y todo se mantenía en completo aseo. En la parte trasera del carro se encontraban pinturas de paisajes y en la parte que ocupaba el conductor, los cuadritos iluminados de la Virgen del Carmen en un lado y en el otro el de San José, u otro cualquiera del santoral. Existían carros de marca: Chevrolet, Internacional, Ford y Fargo, los que pertenecían al transporte "Montecristo" o la "Esmeralda", de quien eran socios: Los Gaviria, los Toro y los Mesa; salían para Medellín cada hora u hora y media. Eran de ocho o siete bancas. En la delantera existía un puesto que quedaba a mano izquierda del conductor y otros dos del lado contrario, en las subsiguientes se acomodaban de a ocho personas que incómodamente llegaban a su destino en pleno "Guayaquil", en la Alhambra con Maturín, en plena zona de candela.
Los primeros carros de Copacabana.
Los conductores de los carros de escalera, no siempre brillaron por su delicadeza, ni cortesía. Recuerdo algunos de ellos: Luis, Pedro Nel y Juan Mesa; Luis y Pablo Toro; los Gaviria: Alfonso, Alberto, Eduardo (el viejo), Jaime, Gabriel, "pico de oro", éstos eran toda una dinastía de conductores; pero el personaje que más impresión queda de aquellos tiempos es Luis Eduardo Hernández, el ciego. Antes de salir para Mede-
Carro de escalera del ciego.
llín, cogía una varilla de hierro la que introducía por la parte frontal del coche, a la que con todas sus fuerzas hacía girar para hacer arrancar el motor, esto los hacía una y otra vez hasta que diera explosión, pero, entre manivelazo y manivelazo iba su correspondiente hijueputazo, mentadas de madre y..."Que malparido carro este"; tenía un genio de los mil demonios y aquel sobre nombre le asentaba muy bien, pues hacía grandes esfuerzos para lograr ver por dónde conducía, lo que hizo hasta muy entrados años, sin que se recuerde un accidente de gravedad.