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La calle más visitada en aquellos tiempos lo era la del comercio, seguro su nombre se debe a que allí estaba la mayoría de los almacenes, como aquellos de los señores Hernández, don José Zapata, los Correas y el más hermoso y bien surtido que quedaba llegando a cuatro esquinas, atendido por las personas más gentiles que en mi vida he conocido. Tres hermanas que a cual de todas tenía mejor genio para atender el público; no conocían la pereza para bajar de la estantería cualquier producto. El almacén del "Niño", era toda una casa de juguetes: carritos de madera y de lata, loterías, bolas, parqués, domino, estrella china, pelotas, trompos, máscaras, cuadernos y todo lo que un niño podía pedir; esa afición por lo que tuviera que ver con la niñez es rara en personas que no se hicieron leer la epístola de San Juan, señoritas que, no eran feas y más bien de buen tipo, que a cualquiera de los hombres habrían hecho feliz.
La calle más visitada en aquellos tiempos lo era la del comercio, seguro su nombre se debe a que allí estaba la mayoría de los almacenes, como aquellos de los señores Hernández, don José Zapata, los Correas y el más hermoso y bien surtido que quedaba llegando a cuatro esquinas, atendido por las personas más gentiles que en mi vida he conocido. Tres hermanas que a cual de todas tenía mejor genio para atender el público; no conocían la pereza para bajar de la estantería cualquier producto. El almacén del "Niño", era toda una casa de juguetes: carritos de madera y de lata, loterías, bolas, parqués, domino, estrella china, pelotas, trompos, máscaras, cuadernos y todo lo que un niño podía pedir; esa afición por lo que tuviera que ver con la niñez es rara en personas que no se hicieron leer la epístola de San Juan, señoritas que, no eran feas y más bien de buen tipo, que a cualquiera de los hombres habrían hecho feliz.
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En las cantinas del marco de la plaza, en la Pedrera, cuatro esquinas o en la de "Tito", hacía su aparición con su caja de embolar, bailando y silbando: "Pajarillo". A todo el mundo saludaba, ofrecía sus servicios y sí no era aceptado, entonces pedía una moneda para comer y bailaba al son de la música que en ese momento sonara en el piano -rocola-, para pagar la dádiva que había recibido. Vaya que era bueno al bailar, lo hacía con gracia y donaire. Creo que su sobrenombre se debiera a un disco que fue de moda: "Pajarillo, pajarillo, que vuelas por el mundo entero, llévale ésta carta a mi adorada y díle que por ella muero". Este hombre de cara redonda y brillante, fue siempre el que más gustó de los circos, él ayudaba al montaje, a la limpieza interior y al desmonte y carga cuándo se marchaban; en uno de esos ajetreos, "Pajarillo", el sonriente y misterioso personaje, desapareció para siempre del poblado y con él, nuestras miradas los días domingo en que desfilaba de cantina en cantina con sus bailes tropicales que nos gustaban tanto.
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