Deportes Copacabana. De aquí siete amigos se han ido.
Éramos niños aún, amigos de soldaditos de plomo, de Blanca Nieves, de las Mil y una Noche, pero un día nos despertamos(mal alla aquel día) acosados por la juventud, que nos hizo abandonar la simplicidad de los juegos infantiles. Ya nuestros ojos dejaron de mirar las páginas manchadas con los dedos en los cuentos de los Hermanos Grin, recorrían ya la anatomía de lindas chiquillas vestidas con batas de colores alegres, zapatos de medio tacón, pañoleta que retenía los perfumados cabellos, retoques de rubor en las ingenuas mejillas. Nos peinábamos con partido a un lado con fijador para asentar el cabello así cómo lo hacía Gardel, merodeábamos las cantinas para aspirar el olor embriagante. Sí. Estábamos cambiando. Fueron llegando amigos mayores que nos sacaban lo poco que nos quedaba de inocencia. Llegaba la rebeldía hacia nuestros progenitores y a todo aquello que estaba escrito como normal. La entrada al hogar la extendimos más horas, sin haber mediado permiso alguno; un día cualquiera estábamos en frente al espejo cortándonos cuatro pelos aparecidos en la cara, que "orgullosamente" llamábamos barba. ¡Qué lástima de cambio!
Entraron en nuestro espacio amigos que no dejaron huella alguna, sólo era la oportunidad la que los presentó y se fueron sin sentir hacia ellos ninguna devoción, más bien, nos alegramos que se hallan marchado; algo de lo que decían los padres era verdad: "un amigo es otro yo".
Fuero apareciendo con el transcurrir del tiempo aquellos seres que se incrustan en el corazón y se quedan a vivir allí, Tantos compañeros de horas felices y de nostalgia, consejeros irrestrictos que sólo buscaban no dejarnos perseverar en el error, aquellos que en los momentos de angustia y dolor, permanecen a nuestro lado con su voz de consuelo, aquellos que ríen a carcajadas con los triunfos que depara la vida. El tiempo se va con sarcástica premura dejando a su paso soledad y tristeza. Cada día alguien te lleva la noticia de la desaparición de alguno de ellos, que de inmediato hace que el alma se conturbe y clame al cielo por la paz eterna de ese amigo querido, que la velocidad o el deseo de llegar primero halla hecho que nos tomaran la delantera, pero aún así, le perdonamos y le decimos con voz entre cortada: ten paciencia que pronto nos encontraremos para contarte historias de ayer, de mis hijos y los tuyos, en qué forma están los nietos que aunque no canten canciones viejas, son nuestra prolongación; te diré de los malos hábitos en que está sumergido el mundo y, tú y yo estaremos felices de habernos ido.
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