Foto: Monografía de Copacabana.
No temas a la vejez, es acercarnos más a Dios.
Era el hermano mayor y no gustaba de la violencia. Nacido en un hogar bien constituido, con normas, respeto y amor. Al llegar de Rionegro al nuevo pueblo, se encontró desadaptado en un ambiente hostil. Era el hazmerreir de los compañeritos de la escuela por la vestimenta en la que sobresalían los zapatos, camisas estampadas, medias de lana hasta casi las rodillas (venía de tierra fría), pantalón corto sostenido por cargaderas; se le veía impecable. Al parecer aquella presentación no gustó o creo envidia en los condiscípulos de la Escuela Urbana de Varones. En cualquier comunidad no ha de faltar el bravucón que con patanería, crea miedo en los demás, qué por ello, se forma un grupo de seguidores intimidados que lo acolitan en todas las travesuras.
Foto: Monografía de Copacabana.
Cualquier día sin motivo, al salir de las aulas, Josué, el guapetón de la unidad educativa, lo fue encerrando con sus compinches en lo que se llamaba el "predio", que no era otra cosa, que el patio de recreo para los mayores. Hicieron un círculo encerrándolo para que Josué algo mayor, empezara a hacer un festín sobre una presa inerme, que no conocía de peleas y sí mucho de cariño de la familia. La agresividad era tal, que lanzaba mordiscos en los brazos y...con sus manos apretaba los testículos de la víctima, que poco a poco fue desvaneciéndose ante la mirada de los secuaces y del rector de la escuela, que escondido detrás de una de las inmensas ventanas seguía el acontecimiento sin hacer nada para evitarlo. Horriblemente afectado por la crueldad, partió para su casa y fue un niño más, que perdió el rumbo que lo podría haber llevado hacer un hombre profesional. Eso hizo que abandonara el pueblo, para refugiarse en casa de las tías en la ciudad capital.